Capitulo Siete

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Fluke se despertó atontado en una habitación poco iluminada.

Parpadeó confuso mientras respiraba lentamente, aliviado al notar que volvía a hacerlo con facilidad. Movió el brazo y sintió que algo le tiraba dolorosamente de la piel, por lo que emitió un quejido.

Una mano se puso sobre la de Fluke.

–Tranquilo. Te han puesto un gotero. Te habías deshidratado –le explicó Ohm.

Al oír su voz, el dolor remitió y se calmó. Recordó la opresión en el pecho, la dificultad para respirar y que se había desmayado en el servicio.

–Lo siento –masculló–. ¿Qué hora es?

–Es medianoche. No estabas totalmente inconsciente, cuando te encontré, pero esta es la primera vez que has recuperado la consciencia lo suficiente para hablar.

–¿Estoy en el hospital?

–Sí, pero te sacaré de aquí en cuanto me deje el médico.

Tenía el cabello alborotado, la corbata aflojada y una barba incipiente.

Seguía estando guapísimo, aunque menos inmaculado de lo habitual.

–Me sentí mal y te llamé –recordó Fluke.

–Sí, y menos mal que lo hiciste –contestó él con sinceridad–. Te drogaron en el restaurante. ¡Es increíble que algo así le haya sucedido a mi prometido! No me imaginaba que pudieras correr semejante peligro al salir a cenar. No volveré a descuidar de esa manera tu seguridad, puedes creerme.

–¿Drogado? –preguntó Fluke, incrédulo–. ¿Cómo es posible?

–Lo averiguaremos –le aseguró Ohm en tono airado–. Descubriremos al responsable. Pero no tiene sentido. No podía haber otro lugar con más gente, que pareciera más seguro. La policía quiere tomarte declaración.

Fluke le daba vueltas a lo que le acababa de decir.

–Por supuesto.

–Como yo, la policía está desconcertada y dispuesta a hallar al culpable. Si te hubiera ocurrido algo, no me lo perdonaría. ¿Por qué te levantaste de la mesa? –Porque no me encontraba bien y no quería aguarles la fiesta a los demás. Creí que si me marchaba y me daba el aire me sentiría mejor, pero fue una tontería.

–Sí, fue peligroso, pero, en un restaurante con tanta gente, ¿quién podía esperar sacarte de allí sin que nadie lo advirtiera?

–Tal vez no fuera ese su propósito, sino solo hacer que me sintiera mal – masculló Fluke–. Solo me tomé una copa de champán y no comí nada. Nos acababan de tomar nota. Los únicos que se me acercaron fueron el sommelier y el camarero.

–Puede que la droga te la administrara uno de tus compañeros de mesa. No podemos desdeñar esa posibilidad, por desagradable que sea sospechar de amigos o familiares.

–Liz y Laurie no han sido, por descontado –declaró Fluke, que tenía plena confianza en sus dos amigas.

Entró el médico a examinarle. Ohm esperó lleno de ansiedad, lo cual era una novedad para Fluke, que siempre lo había visto frío y controlado, y nunca tan preocupado como en aquel momento. Se conmovió también al darse cuenta de que, al sentirse preso del pánico porque el cuerpo no le respondía, instintivamente le había pedido ayuda. No había dudado que podía acudir a él en un momento de crisis, lo cual indicaba que tenía un grado de confianza en él que no se imaginaba.

–Liz y Laurie están esperando fuera para verte. No pude convencerlas para que se quedaran en el restaurante y han venido en taxi, a pesar de mis intentos de disuadirlas,

Heredero escondidoWhere stories live. Discover now