Parte 19

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Ya mucho más intrigado y algo excitado por la naturaleza mandona y determinación de Hermione, Ron salió de la ducha y tomó la toalla que Hermione le entregó. Se secó rápidamente, y luego se envolvió la toalla alrededor de la cintura, tratando de ignorar el hecho de que era demasiado esponjosa y de un rosa ligero.

–¿Debería vestirme? –le preguntó cuando Hermione se dio la vuelta para salir del baño.

–Creo que sería un esfuerzo desperdiciado –dijo desde el pasillo–. Pero si realmente quieres, adelante.

Ron pasó de la ropa y siguió a Hermione a su habitación solo con la toalla rosa. Hermione había sacado la silla de su tocador y la había colocado al pie de la cama.

–Siéntate allí –le indicó con seriedad, como si estuviera enseñando una clase–. Ahora, hay reglas específicas para este juego que deben seguirse.

–De acuerdo –dijo Ron con vacilación, sentándose en la silla como le dijo y levantando una ceja hacia ella–. ¿Cuáles son las reglas?

–Puedes hablar –explicó ella mientras se mantenía algo reservada en el pequeño espacio entre la silla y la cama, su cuerpo lo suficientemente cerca para que pudiera oler su perfume floral–. Pero no puedes tocar.

–¿No puedo tocarte? –preguntó Ron, sintiéndose un poco desconcertado–. ¿Qué clase de juego es ese?

–Ni a ti mismo –añadió ella, aún con una actitud muy altiva. El rubor en sus mejillas había vuelto con una venganza–. Nada de tocar hasta que yo lo diga.

Ron se rió de ella. No quería arruinar el juego de Hermione, pero realmente no podía evitarlo.

–¿Debería llamarte "señorita"?

Hermione frunció el ceño. –¿Por qué harías eso? ¿Tienes algún tipo de fetiche de profesora?

Ron frunció el ceño en respuesta, hasta que se dio cuenta de que ella asociaría la palabra "señorita" con una directora de escuela o algo por el estilo, lo cual era bastante gracioso considerando que la asociación de Ron con esa palabra era algo completamente diferente. Era fácil olvidar que Hermione todavía era bastante ingenua en cuanto al sexo, considerando que había sido extremadamente atrevida y desenfadada cada vez que habían estado juntos. Incluso la primera vez, había sido Hermione quien dio el primer paso, ella quien insistió en que Ron hiciera el amor con ella.

Ron sabía ahora que su audacia era más bien el caso de una mujer decidida y segura de sí misma, acostumbrada a conseguir lo que trabajaba, más que alguien que tuviera mucha experiencia en el mundo del sexo y los hombres. Él había estado con mujeres que sabían el poder que tenían sobre los hombres y lo usaban a su favor. La honestidad inocente y la audacia de Hermione siempre le habían atraído más que la experiencia astuta. Esperaba que ella nunca perdiera eso.

–Olvídalo –dijo, sacudiendo la cabeza y sonriendo–. Empiezo a pensar que estás desarrollando algún tipo de fetiche de control.

Ella sonrió con picardía. –Creo que podrías estar en lo cierto –dijo, y luego frunció el ceño, pareciendo repentinamente nerviosa como si le hubiera ocurrido un pensamiento–. ¿Está mal?

Ron se encogió de hombros. –No me molesta. ¿Por qué crees que me arrodillé anoche? Necesitaba que jugaras junto y no hay nada que a Hermione Granger le guste más que ser mandona y estar en control.

–¿Oh, no eres nada astuto? –dijo Hermione de manera coqueta–. Para alguien que parecía algo inseguro sobre su capacidad para desempeñarse en la ducha, ciertamente estás actuando engreído ahora.

–No estaba inseguro –dijo Ron defensivamente, aunque en realidad sabía que ella tenía toda la razón–. ¿Vas a empezar este juego o no? Tenemos un límite de tiempo. El sol saldrá eventualmente y no quiero estar sentado aquí con una toalla rosa cuando lo haga.

Más que Recuerdos (Romione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora