22: Cada movimiento tuyo me lleva más cerca de las estrellas

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En el  cuarto de Violet, con las cortinas cerradas, la luz de las velas aromáticas proyectaba sombras danzantes en las paredes, creando una atmósfera íntima y cálida. 

Vincent la miraba con esos ojos llenos de devoción y deseo, sabiendo que era suya para mandar y suya para obedecer. No había lugar para la timidez o el recato; solo estában ellos , sus cuerpos y sus fantasías.

Violet:  eres todo mio, Marques de Gramont!!! ( le dijo con una sonrisa traviesa mientras lo empujaba suavemente hacia la cama

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Violet:  eres todo mio, Marques de Gramont!!! ( le dijo con una sonrisa traviesa mientras lo empujaba suavemente hacia la cama. Su sumisión era palpable, y la excitación crecía en el aire, cargada de promesas y secretos por revelar.)

Decidieron romper las barreras de los deseos más ocultos, explorar aquello que siempre había guardado en las sombras de sus mentes y corazónes. 

Violet: Quiero que me hagas el amor de una manera que nunca antes hayas hecho," (murmuró con voz firme pero cargada de anhelo.)

Su deseo más profundo  era experimentar múltiples orgasmos, dejarse llevar por olas interminables de placer hasta que su cuerpo y  mente se sintieran completamente saciados. Quería sentir cómo cada caricia, cada beso, cada movimiento la llevaba más cerca de un éxtasis que solo él podría proporcionarle.

Se entregaron uno al otro con una devoción casi sagrada, explorando cada rincón de sus cuerpos con una reverencia que solo el deseo verdadero puede inspirar

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Se entregaron uno al otro con una devoción casi sagrada, explorando cada rincón de sus cuerpos con una reverencia que solo el deseo verdadero puede inspirar. Sus manos expertas trazaron caminos desconocidos sobre su piel, descubriendo nuevos puntos sensibles que respondían con gemidos de deleite.

Sus labios exploraron el cuello,  pechos,  muslos, llevándola a una espiral de sensaciones que la hacían perder la noción del tiempo y el espacio. Como una sinfonía de placer, las caricias se multiplicaron, explorando cada rincón sensible del cuerpo con una delicadeza que la hacía estremecer.

Sus manos expertas trazaron senderos de fuego sobre su piel, comenzando por sus pechos, donde cada caricia era como una promesa de éxtasis. Sus dedos dibujaron círculos suaves alrededor de los pezones, alternando entre acariciar y pellizcar ligeramente, arrancándole gemidos de placer.

El libro de las mil cosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora