Capítulo 4

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—¿Hola?

—Número equivocado —contesté al escuchar una voz masculina.

—Espere un momento por favor.

Era extraño pero sentía que reconocía de alguna parte su voz.

—Mi amiga Amalia le ha llamado a usted pensando que era mi número de teléfono.

Este chabón hablaba muy formal a lo que estaba acostumbrado y al igual que Amalia tenia el acento casi italiano.

—Estoy aquí con ella ahora mismo. Amalia ha marcado a mi número pero se desvía la línea telefónica y lo termina llamando a usted.

—¿Davino?

—Sí, ¿con quién hablo?

Me recorrió un escalofrió por todo el cuerpo al reconocer su voz. Era idéntica a la voz de Gerónimo pero con un acento que se distinguía de la de mi mejor amigo.

—Rodrigo.

—¿Rodrigo a usted también le sucedió que su teléfono marcara al de otra persona después de la lluvia eléctrica?

¿Cuándo hubo una lluvia eléctrica? Intentaba recordar cuando fue la última vez que tuvimos ese clima pero no me daban las fechas porque supuestamente, según Amalia, hace una semana hubo una lluvia eléctrica y la última fue hace meses.

—¿Cuándo fue la lluvia eléctrica?

—Hace una semana.

—Es imposible porque no hubo ninguna lluvia eléctrica hace una semana.

—¿Usted es de Buenos Aires?

—Sí.

—¿Usted consume…drogas?

¿Por qué todo el mundo me preguntaba eso?

—No, no consumo drogas.

—Yo creo que si lo hace —escuche que dijo Amalia de fondo. —¿Cómo no va a darse cuenta que hubo una lluvia eléctrica? ¿Una de las más catastróficas de Buenos Aires? La noticia salió en todos lados, Davino. Este tipo o vive bajo una piedra o se droga.

¿La lluvia eléctrica más catastrófica de Buenos Aires? Si no mal recordaba la peor de las tormentas fue en 1995.

—¿Qué fecha es hoy? —le pregunté a Davino.

—26 de febrero de 1995.

Me quede callado por varios segundos para mirar el teléfono fijo. Era extraño pero desde que Gerónimo saco ese teléfono de la caja de mudanza estaban pasando cosas extrañas.

—¿Cuál es su nombre completo? —le pregunté, mirando la puerta principal por la que se había ido Gerónimo.

—Davino Cassini.

La llamada se corto de repente y una descarga eléctrica me recorrió todo el cuerpo, haciendo que soltara el teléfono. Me había electrocutado pero no presté mucho atención a eso porque estaba en shock.

Había hablado con el papá de Gerónimo.

No podía ser cierto porque Davino estaba muerto. Tenia que ser una especie de broma. Tal vez Gerónimo intentaba jugar conmigo pero era imposible. La muerte de su papá era un tema sensible. Él no haría bromas de ese tipo.

—No entiendo nada.

Ahora estaba hablando solo cuando no solía hacer eso. Creo que me estaba volviendo loco o tal vez la casa estaba embrujada y como en la película El Resplandor iba a enloquecer y matar a Gerónimo.

—Creo que estoy exagerando un poco.

Me debatía contra mi mismo si debía contárselo a Gerónimo cuando vuelva del trabajo. No era un tema fácil haberle de su papá pero no podía hacer como si esas llamadas no existieran ni me afectaran. Tenia miedo de estar volviéndome loco.

Teléfono fijo ; Rodrigo Carrera, carreraaaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora