Dejarte ir

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El azabache comía solo, sentado en una de las mesas vacías del comedor, pero a los pocos minutos dejó a un lado el plato que Lucky le había preparado con tanto esmero, ni siquiera pudo comer ni la mitad, desde la conversación con el de sombrero en la enfermería hace una semana, su apetito había disminuido aún más. Su vista se centró en el suelo, pero luego la dirigió hacia un lado, observando el cuadro que la tripulación había colgado hace ya bastante tiempo en una de las paredes del comedor, era el dibujo que había hecho dos años atrás, una diminuta sonrisa apareció en su rostro recordando aquella tarde.
Luego de un rato largo mirando aquel recuerdo en total silencio, se levantó y se dirigió a afuera, era media noche así que los únicos despiertos eran quienes se encargaban de la vigilancia, pero ellos estaban en la cofa y el nido de cuervo, la cubierta estaba solitaria, lo único que se alcanzaba escuchar era el fuerte viento y el crujido de la madera ante las pisadas del pequeño, era una noche fría, pero aún así el niño no se molesto en ir a abrigarse y solo avanzó por la cubierta, yendo a sentarse a su lugar favorito, el mascaron de proa, estuvo allí por lo menos dos horas, recordaba todo lo qué pasó con los piratas, pensaba que podría crecer y ser como ellos algún día, no podía creer que una simple herida haya destrozado todo ese futuro que él tanto anhelaba.
Pronto comenzó a cabecear, estaba muy cansado y quería dormir, pero hace ya muchas noches que no lo lograba, pues cada que cerraba los ojos, su cerebro decidía atormentarlo una y otra vez con las mismas pesadillas, aveces se trataban de su isla, otras del abandono de quienes consideraba su familia y la última, la cual era la peor de todas, era solo quedarse consigo mismo en una enorme e interminable oscuridad, odiaba cada que eso sucedía, quedar encerrado con la persona que más aborrecía, se odiaba tanto, era débil, por eso todos los de su alrededor querían abandonarlo, siempre supo que era una carga.
Luego de un par de minutos de reflexionar, se levantó para dirigirse a la enfermería, pues a pesar de estar fuera de peligro, se había negado rotundamente a volver a dormir con el pelirrojo, aunque si era honesto, cada noche extrañaba más al capitán. Pero antes de tan siquiera poder dar un paso atrás, algo llamó su atención, eran varios buques de la Marina, su corazón dio un vuelco, pero no tardó en correr hacia las habitaciones de los piratas y despertarlos lo más rápido que pudo, aunque no necesito seguir con los que aun continuaban durmiendo, pues una bala de cañón cayó lo suficientemente cerca como para sacudir de manera brusca todo el barco. Toda la tripulación no tardó en actuar y prepararse para el contraataque, el niño no sabía que hacer, usualmente solo se encerraría en la habitación que compartía con el de sombrero, pero ahora solo se paralizó en medio de uno de los pasillos del Red Force, apoyando una de sus manos en la pared para no caerse, pues cada ves se zarandeaban más fuerte, cerró los ojos esperando que todo el combate pasara.
Pocos minutos después, sintió a alguien tomarlo en brazos, al ver que era el capitán, sintió un alivio enorme llenar su cuerpo.
–Anchor, ¿estas bien?, ¿estas herido o te duele algo?–cuestionó muy preocupado, mirandolo atento por si notaba alguna lesión.
–Estoy bien–murmuró.

El de sombrero de apresuro a llevarlo al cuarto que antes compartían y cerrar la puerta, en los buques no había nadie de alto rango así que confiaba plenamente en sus Nakamas para lidiar con la situación, sabía que no tardarían en solucionarlo. Se sentó en su cama mientras el menor seguía aferrándose a él, era cierto que seguía enojado, pero cada que estaba nervioso o incómodo, el estar al lado de su padre lo tranquilizaba al instante.
Luego de un rato, el combate se traspasó a la cubierta de los barcos de la Marina, el pelirrojo no se preocupaba ni planeaba interferir, pues sentía la presencia de cada uno de sus compañeros y no los notaba ni siquiera exhaustos. Pronto, el azabache extendió uno de sus brazos y tomó los periódicos e imagines que Building le había dejado al capitán encima de su mesita de noche.
–¿Que es esto?–le preguntó, ojeando los lugares marcados, la mayoría era aldeas, pueblos o ciudades pequeñas.
–No es nada, no te preocupes–el contrario siguió viéndolas hasta que llegó a una que le llamo la atención, esta no era como tal una foto, solo un punto marcado al lado de un gran reino, tardo varios segundos en leer el nombre del lugar, pues a pesar de ya leer mucho mejor que antes, seguía costándole.
–¿Villa Foosha?–dijo luego de varios segundos murmurando.
–Sí, será nuestro próximo destino, es allí donde nos dirigimos ahora.
–No es el típico lugar al que solemos ir, ¿por que ahora buscas cosas tranquilas en vez de una gran aventura?–el contrario no se atrevió a responder y solo guardó silencio, Anchor no tardó mucho en entender de que se trataba–Me...¿me van a dejar aquí?–inquirió con apenas un susurró.
–No pienses en eso ahora, por favor–habló, arrebatándole las fotos y guardándolas en el cajón más cercano, no quería que el pequeño siguiera viéndolas, aunque este no puso mucha resistencia y solo bajo la cabeza–Oye, no te desanimes, es un lugar muy hermoso, lo conocerás cuando lleguemos–trató de consolarlo, pues temía otra de sus reacciones explosivas.
–Shanks, si yo fuera más fuerte, ¿me dejarías quedarme?–averiguó, sin atreverse a mirarlo, la pregunta había desconcertado totalmente al de sombrero.
–No se trata de que tan fuerte seas, lo único que me importa es tu seguridad.
–¿Entonces por que me llevaste conmigo en primer lugar?–espetó con coraje.
–Por que eras infeliz.
–¡¿Y crees que abandonándome seré feliz?!
–¡No lo se!, ¡¿está bien?! ¡yo tampoco quiero dejarte, Anchor!–exclamó, cansado de aquella discusión.

El azabache inmediatamente calló, no solo porque no estaba nada acostumbrado a que el capitán le gritara, si no que también comenzó a sentir cierta culpa, odiaba la idea de separarse del mayor, pero nunca se había planteado qué tal ves al pelirrojo tampoco le gustaría alejarlo.
–A-Algún día...¿volveré con ustedes?
–No puedo asegurarte que volverás a mi tripulación, pero te prometo que nos volveremos a ver, no importa cuanto tiempo pase o qué tan lejos estemos, eres mi hijo y nada podrá cambiar eso–el niño al escucharlo no dijo nada mas y por primera ves en mucho tiempo, no le recriminó nada por llamarlo así.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora