¿𝑄𝑢𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑒𝑠?....

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Roier había estado ausente durante varios días. Spreen, a pesar de todo, sentía una mezcla de ira, tristeza y esperanza. Se aferraba a la idea de que quizás, solo quizás, Roier volvería y todo podría arreglarse. Quizás las cosas podrían volver a ser como antes, cuando el amor que sentían el uno por el otro era genuino, o al menos así lo sentía Spreen. Y entonces, un día, Roier apareció en la base de Spreen, buscando una conversación que ambos sabían sería difícil.

-Spreen, tenemos que hablar- dijo Roier, su voz era seria pero también teñida de un tono que Spreen no había escuchado antes, una mezcla de culpa y algo que no podía identificar del todo.

Spreen lo miró con recelo, el dolor de la traición aún fresco en su corazón, pero al mismo tiempo una parte de él quería creer que las cosas podían arreglarse -¿Qué quieres, Roier?- respondió con frialdad, cruzando los brazos sobre el pecho para protegerse de lo que estaba por venir.

Roier dio un paso hacia él, tratando de acercarse, pero Spreen se mantuvo firme, sin moverse. -Sé que las cosas han sido difíciles entre nosotros... Sé que no he estado presente como debería, y quiero... quiero que lo intentemos de nuevo- Sus palabras parecían sinceras, pero había algo en su tono que no terminaba de convencer a Spreen.

-¿De verdad crees que puedes simplemente aparecer aquí y esperar que todo se arregle con unas pocas palabras?- La voz de Spreen era dura, llena de la rabia acumulada durante semanas de soledad y confusión. -Me has dejado aquí, solo, mientras tú estabas... ¿Qué, exactamente? ¿Con El Mariana? ¡Coqueteando como si nada importara!- El veneno en sus palabras eran palpables. Roier apretó los puños, consciente de la gravedad de sus

acciones, pero tratando de no perder la calma. -No es lo que piensas. Mariana y yo solo bromeábamos, ya lo sabes... No hay nada entre nosotros-

-¡No me jodas, Roier!- exclamó Spreen, su voz elevándose. Las lágrimas amenazaban con salir, pero las reprimió con fuerza. -¡Vi cómo lo mirabas, cómo reías con él! ¡Mientras yo me pudría aquí, esperando que tal vez, solo tal vez, te importara lo suficiente como para volver a casa!-

Roier suspiró, sus ojos oscureciéndose por la culpa. -Lo siento... No quería que las cosas se salieran de control. Pero juro que quiero arreglar esto. Quiero que volvamos a estar bien, Spreen-

Spreen lo miró por un largo momento, su corazón luchando entre el deseo de creer en Roier y la razón que le decía que ya era demasiado tarde. Finalmente, bajó la mirada y asintió con un leve movimiento de cabeza. -Está bien... Pero si quieres que esto funcione, entonces tienes que demostrar que de verdad te importa. Ya no puedo seguir sintiéndome como una segunda opción, Roier. No lo soporto má-

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Los días pasaron, y aunque la desconfianza persistía, Spreen intentaba darle una segunda oportunidad. Sin embargo, había una sensación constante de que algo no estaba bien. Esa intuición se confirmó de la manera más devastadora.

Una tarde, mientras regresaba de una expedición, Spreen decidió visitar la base de Roier y ElMariana para darle una sorpresa. Quería creer que las cosas realmente podían mejorar, que tal vez estaba equivocado al dudar de Roier. Sin embargo, al acercarse a la base, algo captó su atención. El corazón de Spreen se aceleró al escuchar voces dentro, voces que reconoció al instante.

Se movió silenciosamente hacia la ventana de la base, su mente repitiéndose que no debía sacar conclusiones precipitadas. Pero lo que vio hizo que su corazón se partiera en mil pedazos.

Allí estaba Roier, con ElMariana, abrazados de una manera que Spreen sabía que no podía ser solo una broma. Los vio besarse, sus manos recorriendo los cuerpos del otro con una familiaridad que era imposible de ignorar.

𝙃𝔢𝑟𝔪𝑜𝑠𝑎 𝙍𝔬𝑠𝔞 𝙈𝔞𝑟𝑐𝔥𝑖𝑡𝔞 -ˢᵖʳᵉᵉⁿ ᵇᵒᵗᵗᵒᵐ-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora