Capitulo Cinco

165 24 0
                                    



Fluke se miró en el espejo del lavabo.

Le temblaban las manos y le dolía la muñeca, que Alex le había apretado con demasiada fuerza. En cuanto vio lo enfadado que estaba recordó la advertencia de su abuela. Un viejo amigo podría haberse mostrado molesto por no saber nada sobre su nueva vida en Londres, pero Alex estaba furioso, incrédulo.

En el pasado le había sugerido muchas veces que saliera más, pero no para buscar otro hombre, había dicho un momento antes, fuera de sí.

De repente, todo lo que había creído saber sobre Alex parecía una mentira. Pero tenía que estar equivocado, no podía ser. Preocupado, recordó la historia de su relación. Antes de que le diagnosticasen la enfermedad, Paolo le había pedido trabajo a Alex en una de sus empresas.

–Estoy intentando que me ayude porque es mi tío, ¿por qué no iba a hacerlo? –había replicado, a la defensiva, cuando le preguntó– . Mi madre era hija de un griego muy rico, pero fue rechazada por la familia al casarse con mi padre porque era británico y pobre. Alex es hermano de mi madre y espero que no tenga tantos prejuicios como su padre.

Fluke estaba con él la primera vez que fue a ver a su tío y Alex le había dado trabajo. Más tarde, los había invitado a los dos a su casa de campo y había prometido apoyarlo cuando cayó enfermo. Y no los había defraudado, había cumplido su palabra. Sí, Alex se había mostrado diferente con Fluke esa noche, pero tal vez había alguna excusa para su comportamiento. Era un amigo, pero Fluke no lo había tratado como a tal. Podría haberle contado que iba a vivir en Londres con Ohm, pero no lo había hecho porque él insistía en que nadie aparte de su familia y Rosie debían saberlo.

Fluke volvió al lado de Ohm y en unos minutos estuvieron sentados a la mesa. No hubo oportunidad de mantener una conversación privada, pero su serio perfil y su tono seco dejaban claro que estaba enfadado. El resto de la noche le pareció un incómodo borrón. Le había dicho que no hablase con Alex y Fluke lo había desobedecido. Pero ¿cómo iba a negarle la palabra al hombre que había encontrado un apartamento para Paolo cerca del hospital en el que recibía tratamiento? ¿El hombre que lo había acogido en su casa y contratado una enfermera para cuidarlo mientras estaba muriéndose?

¿El hombre que había estado a su lado cuando Paolo había exhalado su último aliento? Se le empañaron los ojos al recordarlo.

Alex había dicho que Ohm era un canalla con sus parejas, y famoso por ello. ¿Y la inmoral opción que le había ofrecido no era la prueba de que decía la verdad? Su cuerpo a cambio de la seguridad y la felicidad de su familia. Pero Fluke había aceptado y se había prometido a sí mismo no montar un drama.

¿Dónde lo dejaba eso?, se preguntó, sintiéndose impotente.

–Estás enfadado conmigo –dijo por fin para romper el insoportable silencio que reinaba en el interior de la limusina.

–Hablaremos de ello cuando estemos en casa –respondió él con sequedad, arrellanándose en el asiento.

Fluke había desafiado sus órdenes y lo miraba con gesto obstinado, levantando la delicada, pero decidida barbilla. Y, maldito fuera, eso hacía que lo desease más que nunca. ¿Cómo era posible cuando estaba desafiándolo a cada momento?

Era irracional y él no era un hombre irracional. Por supuesto, podría contarle la verdad sobre Alex, pero seguramente no se lo creería porque él conocía una faceta de Alex Merkris que muy pocos conocían. Y no podía arriesgarse a contárselo porque no sabía si podía confiar en Fluke.

Pero su incapacidad de confiar no era lo más importante en ese momento. Actuando por impulso, se deslizó sobre el asiento para tomarlo entre sus brazos.

Mucho más que venganzaWhere stories live. Discover now