Capitulo Nueve

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—¿Dónde vamos a alojarnos? –preguntó Fluke, admirando el atardecer por la ventanilla.

Un coche había ido a buscarlos al aeropuerto Heraklion y estaban recorriendo la carretera que bordeaba la costa.

–En la casa en la que nació mi abuelo.

–Ah, me gustan los sitios con conexiones familiares –admitió Fluke–. ¿También la has heredado?

–Sí, pero cuando lo hice llevaba años desocupada y fueron necesarias muchas reformas. Empezó siendo una sencilla granja y cuando la fortuna familiar se acrecentó mi abuelo dejó de venir. Estuve a punto de demolerla –le confesó Ohm con una sonrisa–. Pero un día estaba en el porche, sintiendo el sol en la cara mientras miraba el mar, y pensando en todas las generaciones que habían debido de disfrutar de esa maravillosa vista... y decidí que merecía la pena reformarla.

–¿Lo ves? Tú también eres un sentimental –Fluke lo miraba con admiración mientras salían de la carretera principal para tomar una mucho más estrecha, flanqueada por árboles.

–Tengo una sorpresa para ti –dijo Ohm–. Pero no la recibirás hasta más tarde.

La casa era más grande de lo que había esperado, con un largo e invitador porche. Ohm le enseñó el primer piso, con suelo de losetas y muebles contemporáneos.

Había conservado la escalera de madera labrada y unas ventanas emplomadas del siglo pasado con grabados de santos, pero en general era una casa moderna y lujosa.

Al pie de la escalera, Ohm se inclinó de repente para tomarlo en brazos.

–¿Qué haces? –exclamó Fluke riéndose.

–Siempre había deseado conocer a un chico tan liviano que pudiera subir una escalera con él en brazos.

–Entonces, ¿por qué solo salías con mujeres altas? –replicó Fluke, pensando en las personas a las que había oído hablando en la boda.

–Porque los bajitos me hacían salir corriendo –respondió Ohm, extrañamente serio–. Sabía que en cuanto encontrase a un bajito me casaría con él.

Fluke soltó una carcajada mientras entraban en el espacioso dormitorio. Un jarrón alto de diseño geométrico lleno de hermosas flores adornaba la mesilla y, a su lado, había una cubeta de hielo con una botella de champán y dos copas. Ohm lo dejó con cuidado en el suelo de madera y sirvió el champán. Fluke se llevó su copa a los labios y fingió beber como había hecho durante la boda.

–Estás guapísimo con ese traje –dijo él con voz ronca, el brillo de deseo de sus ojos lo hacia sentirse poderoso.

Fluke dejó la copa sobre la mesilla y se puso frente a él.

–Desabróchame –le pidió.

–Sigues decidido a sorprenderme –murmuró él, desabrochando los botones de el saco y de el chaleco del traje.

Fluke dio un par de pasos atrás para quitárselo, consciente de su cuerpo desnudo porque la camisa tenía doble tela y no necesitaba una camiseta. Seguía siendo tímido, una tontería después de las intimidades que habían compartido, pero le daba miedo decepcionarlo. Intentando contener el deseo de ocultarse con las manos, se quitó lo que quedaba y lo dejó sobre un sillón.

Ohm se apoyó en el asiento, a los pies de la cama, mirándolo.

–Creo que he muerto y estoy en el cielo, khriso mou.

Fluke llevaba unos botines de encaje blanco, calcetas de seda casi transparente a media pierna, con un liguero azul, y unos calzoncillos de color crema que escondían su respingón trasero. Los suaves pezones rosados llamaron su atención y tuvo que tragar saliva, encendido.

Mucho más que venganzaWhere stories live. Discover now