la niña de la nieve

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(Historia)

Era una fría mañana de invierno cuando Luna, una niña curiosa de siete años, decidió salir a jugar en el vasto paisaje nevado que rodeaba su casa. La nieve cubría todo como un suave manto blanco, y ella se sentía emocionada al ver cómo brillaba bajo la luz del sol.

Mientras corría y hacía ángeles en la nieve, se distrajo persiguiendo un pequeño copo que danzaba en el aire. Sin darse cuenta, se alejó más y más de su hogar. Cuando finalmente miró a su alrededor, se dio cuenta de que había perdido de vista su casa. La nieve caía suavemente, cubriendo sus huellas, y todo parecía igual: un mar blanco sin fin.

Luna sintió un pequeño escalofrío recorrer su espalda. A pesar del miedo que comenzaba a invadirla, recordó lo que su abuela siempre le decía: “Si alguna vez te pierdes, busca un lugar alto y llama por ayuda”. Así que decidió seguir esa sabiduría.

Con determinación, comenzó a caminar hacia una colina cercana. Cada paso era un reto en la profunda nieve, pero su espíritu aventurero no se rendía. Al llegar a la cima, se detuvo para recuperar el aliento y mirar a su alrededor. Desde allí, pudo ver los árboles que conocía bien y la chimenea humeante de su casa en la distancia.

Con un nuevo sentido de dirección, Luna comenzó a descender por la colina. Mientras avanzaba, comenzó a cantar una canción que le encantaba; sabía que el sonido de su voz podría ayudar a alguien a encontrarla. A medida que cantaba, oyó un suave crujido detrás de ella.

Era un grupo de animales del bosque: un ciervo curioso, un par de liebres y hasta un pequeño zorro. Sorprendida pero encantada, les sonrió y siguió cantando. Los animales parecían entenderla y decidieron acompañarla en su camino.

Juntos avanzaron por el bosque nevado, formando una pequeña procesión mágica. Los animales guiaron a Luna hacia el sendero correcto mientras ella reía y disfrutaba de su compañía. Al poco tiempo, llegaron nuevamente al borde del bosque y allí estaba su casa, iluminada por la luz cálida del hogar.

Luna corrió con alegría hacia su hogar y al abrir la puerta, encontró a su madre preocupada esperándola con los brazos abiertos. “¡Te estaba buscando!”, exclamó mientras abrazaba fuerte a su hija.

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