Camila
Estaba por subir al autobús cuando un movimiento brusco me hace dar un pies en falso, alejándome de los escalones. Desubicada y aturdida parpadeo varias veces para darme cuenta de que Lucy me ha sacado del camino entre risas y carcajadas que también llevan sus amigas al subir detrás de ella.
Ya bastante tenía con la clase de gimnasia cuando empezaron a llamarme "Tarada", sé que soy sorda, pero no es un problema descifrar sus bocas moviéndose al pronunciar los sobrenombres para insultarme. Últimamente Lucy se había decidido por "Tarada" "Boba".
"Porque eres una perdida de tiempo y espacio para la sociedad".
Era lo que había logrado entender de sus labios cuando le reclamé aquel mismo día en los vestuarios, porque esa chica tenía serios problemas de autoestima cuando trataba así a las personas.
Era lógico que Lucy y yo fuésemos juntas a clase de gimnasia. Al fin y al cabo, el gimnasio parecía una extensión del infierno y Lucy era el mismísimo demonio. Una diablesa pequeña y viciosa. Como una especie de súcubo de juguete. Y encima contaba con su propio séquito de diablos menores, todos ataviados con idénticos equipos de gimnasia. En realidad, todas las chicas llevaban la misma ropa para hacer deporte. Si a mí, en el otro centro, ya me disgustaba el pantalón corto de gimnasia (odiaba mis piernas aún más que el resto de mi anatomía), el equipo de North la horrorizaba, y si me molestaron en mi antigua escuela. Esta no iba hacer la excepción.
"Ese uniforme no te queda bien, Tarada" me había dicho Lucy la primera vez que me había visto
con él.Las otras chicas se habían reído por la gracia, incluso las negras, que odiaban a Lucy. Por lo visto, burlarse de mí se consideraba el colmo de la diversión por allí.
Después de que Lucy me empujara, preferí no subir al autobús de inmediato, pero de todos modos acabé llegando antes que la chica blanca. O sea, que tendría que levantarme para cederle el asiento de la ventanilla. Una situación incómoda. Tan incómoda como todo lo demás.
Cada vez que el autobús pasaba por un bache, los sobresaltos prácticamente me pegaban a ella en busca de estabilidad que después me sacudían aún más por la pena que eso significaba (pedir disculpas por mi atrevimiento) A lo mejor alguien cambiaba de medio de transporte o se moría o algo así. Entonces podría cambiar de asiento.
Por suerte, ella nunca me dirigía la palabra. Ni me miraba siquiera. Bueno, o eso creía; jamás se me ocurriría comprobarlo. A veces, me fijaba en el calzado de la chica. Llevaba zapatos muy chulos aunque mayormente siempre eran botas, o zapatos de combate. Y de vez en cuando miraba en su dirección para averiguar qué leía o escuchaba. A pesar de que eran siempre libros nunca entendí de que va porque todo el tiempo llevaba uno distinto. Nunca leía nada en el autobús, porque al ser sorda ya las distracciones era mucho y una más seria una pesadilla y no quería que Lucy, u otra persona, me pillase desprevenida.
<◇>
Lauren
—¿Aún no te has puesto el uniforme?
Intentaba cenar a solas en mi habitación, pero mi hermano pequeño no me dejaba en paz. Chris estaba plantado en el umbral, con el uniforme ya puesto y olisqueando una pata de pollo.
—Papá está a punto de llegar —dijo Chris sin dejar de oler el pollo— y se va a cabrear cuando vea que no estás lista.
Mi madre apareció por detrás de Chris y le dio un golpe en la cabeza.
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De Ti Aprendí; Camren
Teen FictionA pesar de que aprendí a vivir sin ella, no me acostumbro a la idea de no saber cómo es... una sensación amarga al no poder escuchar tu voz. (Basado en la novela de Rainbow Rowell Eleonor y Park)