C A P Í T U L O 9

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Lauren

Había pensado decirle a la nueva que me había gustado su poema. Y eso no era nada comparado con lo que pensaba. La morena era la única de toda la clase que no había recitado el poema como si estuviera leyendo los deberes. Lo hizo como si el poema tuviera vida propia. Como si los versos expresasen algo que llevaba dentro. Mientras duró la lectura, no pude apartar la vista de ella. (Aún menos que de costumbre, por lo general, no podía dejar de mirarla.) Cuando hubo terminado, varias personas aplaudieron y la señorita Danvers la abrazó. Lo cual contravenía todas las normas del código de conducta.

Quizá...

"Eh. Buen trabajo. En la clase de literatura". Eso le diría. O quizás le escribiría en un papel: "Vamos juntos a clase de literatura. Me ha encantado tu poema". O: "Vas a clase de la señorita Danvers, ¿verdad? Sí, ya me parecía".

El miércoles, después de Softbol, recogí los libros que había encargado, pero esperé al jueves por la mañana para empezar a leerlos.

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Camila

Aquella chica tan cretina se había dado cuenta de que leía sus libros. Incluso me miraba de vez en cuando antes de pasar la página, como si fuera muy educada o algo así. Definitivamente no pertenecía a la secta satánica. No hablaba con nadie. (Y menos conmigo) Pero al parecer gozaba de cierto respeto, porque cuando se sentaba a mi lado todos me dejaban en paz. Incluida Lucy. Ojalá pudiera pasarme el día pegada a ella.

Esa mañana, cuando subí al autobús, tuve la sensación de que la chica me estaba esperando. Ella sostenía un libro llamado Lo que el viento se llevó y me pareció tan malo a simple vista que decidí no molestarme en espiar. O en leer a hurtadillas. O lo que fuera. (Me lo pasaba mejor leyendo Harry Potter, aunque no pillase casi nada; el argumento de Harry Potter era más complicado que Narnia. Tarde dos semanas en descubrir que Severus nunca fue el malo. Pese a todo, no tenía nada mejor que hacer, así que eché un vistazo a aquel libro tan horrible. La historia me atrapó al instante. Y de repente me di cuenta de que ya estábamos en el instituto.

Fue muy raro, porque no habíamos llegado ni a la cuarta página, cuando normalmente los devoraba en un viaje. Vaya rollo… Ahora ella leería el resto del libro entre clases y sacaría otra cosa como el reproductor para el camino. Cuando volví a subir al autobús aquella tarde, la chica abrió Lo que el viento se llevó justo por la página donde lo había dejado. Aún leíamos al llegar a la parada de mi casa (pasaban tantas cosas que nos quedábamos mirando la misma hoja durante minutos), y cuando me levanté para marcharme, la chica me tendió el libro.

Me quedé tan sorprendida que intente devolvérselo, pero ella ya no me miraba. Lo tomé con cuidado y lo guardé entre los libros como si fuera algo clandestino y luego me bajé del autobús. Lo leí tres veces más aquella noche, tendida en el suelo de la biblioteca que tenemos en casa, abrazando el cojín peludo que tanto le gusta a mamá. Cuando terminé, metí el libro con cuidado en la mochila para no olvidarlo.

<◇>

Lauren

¿Y si no me lo devolvía?

¿Y si no podía acabar de leer Lo que el viento se llevó porque se lo había prestado a una chica que no se lo había pedido y que ni siquiera debía de saber quién era Margaret Mitchell? Si ella no me devolvía el libro, estarían en paz. Eso pondría fin al mal rollo que había entre nosotras desde que le dije: "siéntate". Mierda… No, no lo haría. ¿Y si me lo devolvía? ¿Qué se suponía que debía decirle en ese caso? ¿Gracias?

Pero el lunes por la mañana, sin dirigirnos la palabra aún, la chica llegó al asiento que compartíamos tomó mi mano y me entregó el libro... yo solo lo guardé.

De Ti Aprendí; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora