Lauren
Cuando la vi subir al autobús fruncí el ceño, los cómics y la páginas que llevaba en mi mano fueron fuertemente apretadas contra mi pecho. No era su parada, sin embargo ahí estaba con un abrigo ancho y su cabello fuertemente agradado por un moño algo desaliñado.
Algo en su mirada me advirtió enseguida que algo iba mal. La chica caminó hacia su sitio con cara de sentirse derrotada y perdida. Se detuvo ante el asiento que compartíamos y miró el montón de cosas que llevaba en la mano para ella. Hoy no lleva los libros de la escuela, así que lo único que acompaño su regazo todo el trayecto fue su mochila.
Quería mirarla a los ojos, preguntar la razón por la cuál subía en un sitio que no era el habitual, pero no pude. En cambio, le miré las muñecas y solo le tendí las cosas, a pesar de que demoró en tomarlas observó las páginas con cada título y los cómic que ahora le entregaba.
—G-gracias… —dijo. Bueno, era la primera vez que me daba las gracias—. Pero no me la puedo quedar.
Cogí los cómics.
—Es para ti, quédatelas —susurré.
Ahora le miraba la barbilla.
—No —repitió Camila—. O sea, gracias, pero es que… no puedo.
Intentó devolverme los cómic, las hojas, pero yo seguía sin cogerlas. ¿Cómo se las arreglaba esa chica para complicar hasta las cosas más sencillas?
—No las quiero —repliqué.
Ella apretó los dientes y me fulminó con la mirada. Debía de odiarme con toda su alma.
—No —insistió Camila, ahora sin molestarse en bajar la voz—. En serio, no puedo. Son tus cosas. Te lo agradezco, pero ya es demasiado.
Cogí los cómics. Ella se tapó la cara. El chico del otro lado del pasillo, un pijo de bachillerato llamado Liam, nos estaba observando. Lo miré de mala manera hasta que el otro desvió la vista. Entonces me volví hacia ella. Abrí uno de los cómics para llamar su atención. Pero ella seguí sin mirar.
Pasaron dos o tres minutos cuando se volvió a poner recta en el asiento. Miró mi regazo y frunciendo el ceño observó lo dibujos sin pestañar.
Ella alzó la cabeza un poco una vez terminado, pero no me miró. Cuando llegamos al instituto, cerré el cómics para meterlo en mi mochila. Bajamos juntas del autobús y ya no nos separaron. Fue muy raro. Normalmente, en cuanto pisábamos la acera echaba a andar en direcciones opuestas. Y eso era lo más extraño de todo. Hacíamos el mismo camino cada día, la taquilla de Camila estaba a pocos pasos de la mía... ¿cómo nos las ingeniábamos para tomar caminos distintos cada mañana? Cuando llegamos a la altura de la taquilla de Camila, me detuve un momento. Le di un ligero toque a su hombro.
Ella me miró.
—Bueno —dije, mirando hacia el pasillo por un momento—, ahora ya conoces los cómics, y mi lista de canciones favoritas.
Y ella…
Camila se rio.
<◇>
Camila
Tendría que haberme limitado a coger los cómics.
No hacía ninguna falta que todo el mundo supiera de aquel berrinche y lo que no. Y no hacía ninguna falta que le confesara nada a ninguna chica rarita.
A aquella chica rarita en concreto. Estaba bastante segura de que era latina, aunque no al cien por cien. Tenía los ojos verdes. Y la piel del color de la nieve que cubría los suelos en invierno. A lo mejor era de esos latinos que con el tiempo cambiaban. ¿Pertenecía o no a Estados Unidos? Seguramente.
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De Ti Aprendí; Camren
Teen FictionA pesar de que aprendí a vivir sin ella, no me acostumbro a la idea de no saber cómo es... una sensación amarga al no poder escuchar tu voz. (Basado en la novela de Rainbow Rowell Eleonor y Park)