No he visto a Michael en tres días. Lo conozco. Desde la primer excusa supe que me evitaba. Siente vergüenza por nuestro último encuentro. Nuevamente cree que no puedo con esto o siente que me lastimará. No comprende que me lastima más su ausencia. Luego de llevar a ese pervertido meón al hospital, no intercambiamos palabra al volver a casa. Ni siquiera un beso de despedida cuando me dejó en mi departamento.
En una semana me toca despliegue y siento una enorme pesadez. No quiero que me deje. No soy un niño debilucho o un mojigato como él cree. He pensado en desertar por él, pero aseveró no volver a hablarme si lo considero siquiera. No lo entiendo. Lo amo. Quiero estar con él. Sé que la pasaré muy mal estando separados los próximos meses.
—¿Cuánto tiempo te irás? —insiste mi sobrino mientras marco al número de Michael.
Mi hermano menor fue a visitar a papá en prisión y me ofrecí a cuidarlo mientras tanto. Estamos en un parque. Le pedí que jugara con los demás niños, pero prefiere estar pegado a mí. Cree que soy cool por ser militar. Yo me odio a mí mismo.
—Tres meses, creo —respondo desanimado porque mi novio no me respondió.
—Es mucho tiempo. No quiero que te vayas —hace un mohín.
—Yo tampoco.
—¡Entonces falta!
—No puedo. Pueden arrestarme.
Solloza. Debo abrazarlo y llevarlo por un helado para tranquilizarlo. Vislumbro a Matthew bajar de su auto, y se acerca a nosotros.
—¡Hey, chicos! —extiende los brazos para cargar a Leo—. ¿Cómo se portó, Tom?
—Bien. No se despegaba de mí en ningún momento —caminamos hacia el auto—. ¿Cómo está papá?
—Cada vez más viejo. Cada vez más gris. Pero al menos ya sabe tejer dice. Terminó de leer la biblia y hablamos sobre eso la mayor parte del tiempo.
Ha cambiado mucho, según Matt. Era un hombre violento. Casi mata a un tipo. Sumado a los cargos de violencia doméstica y robo, morirá allí dentro. No lo he visitado en casi diez años desde que se enteró de mi sexualidad y me deseó la muerte.
—Estabas saliendo con alguien, ¿no? ¿Cómo te va con eso? —inquiere Matt, al volante, mientras Leo bebe jugo sobre mi regazo.
—Ah... no lo sé. No nos hemos visto en varios días. No hemos tenido tiempo.
—¿Sabe que te irás pronto?
—Sí. Debo verlo antes de eso. ¿Podrías pasarme dejando en su casa?
Me cumple ese favor. Me despido de ambos, y me acerco a la puerta de Michael. No hay nadie en casa y perdí la copia de la llave que me dio. Decido esperarlo sentado en el escalón.
Dos horas pasan hasta que vislumbro su vehículo. Michael baja, por fortuna, solo. Viste una gabardina y una camisa morada, más lentes oscuros. Siempre elegante y apuesto. A veces me acompleja no ser igual de glamuroso.
—¡Mi cielo! ¿Qué haces allí esperando como un cachorrito en el frío?
—No respondes mis llamadas —sueno más brusco de lo que pretendo, y al levantarme retrocede—. Sé que fue por lo de la última vez. De seguro crees que no di la talla o no soy digno de estar a tu lado y por eso me evitas. ¿Sabes que eso me hiere?
—Oh... cielo... Entremos, ¿vale?
Ingresamos a su hogar. Michael se retira el abrigo.
—Tommy, no es que no crea que no eres digno de mí. Al contrario. Yo estoy muy avergonzado por lo que pasó. Por lo que te hice pasar. Toda esa humillación.
—¡No importa! ¡Ya pasó!
—¡Sí importa! Thomas, no me gustó verte con alguien más. Me molesté. Sentí ira, celos. ¿Entiendes? ¡Soy un egoísta! ¡Un puto egoísta! ¡Te quiero para mí solo, pero soy incapaz de serte fiel! ¡No mereces algo así! —sus ojos brillan. Se retira las gafas para cubrirse el rostro.
—Michael... —me acerco a él y sujeto sus muñecas—. Me gusta que me quieras para ti solo. Sé que acepté eso de salir con otras personas, pero yo no quiero hacerlo. Quiero ser tuyo nada más. No me importa si sales con otras personas. Quiero ser el primero nada más. El importante.
—¡Pero qué dices! ¡No puedo hacerte eso!
—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué crees que soy un niño marica?! ¡No me importa! ¡No vas a herir mis sentimientos! ¡¿No entiendes que te amo y quiero ser tuyo nada más?! ¡He pasado cosas peores, Michael! ¡Me han disparado! ¡Mi madre murió asesinada! ¡Mi padre intentó matarme! ¡ESTO NO ES NADA! ¡MIERDA! —no resisto más y quiebro en llanto.
¿Por qué amar es tan difícil? ¿Por qué no puede corresponder mis sentimientos sin poner peros? ¿Por qué debo perseguirlo? Insistir. Michael me hace sentir una persona valiosa y querida. Me escucha. Se interesa por mis cosas. Me anima en momentos de tensión. Me da palabras de aliento cada vez que recuerdo mi niñez. Me consciente sin que se lo pida. No puedo renunciar a ese tesoro sin dar pelea.
—¯Tommy... —me rodea con sus brazos.
—No me dejes, Michael... Prometo que no seré una molestia... —sollozo en su hombro—. Respetaré tu espacio. Daré lo mejor de mí...
—Está bien, mi amor. Yo lo siento por el novio que te tocó... —ríe—. Te irás pronto, ¿no es así? Vamos a divertirnos mientras tanto. No pensemos en nadie más por el momento. Pero, por favor, ya no llores. No merezco tus lágrimas.
—Quiero ir a la playa.
—Está bien.
—E ir de compras. Quizá comer un helado.
—Está bien.
—¿Me llevarás a conocer España?
—Un tour por toda Europa si así lo deseas —rodea mi cintura, y me da un largo beso—. Prometo no lastimarte de nuevo. Me saqué la lotería contigo —susurra a mi oído.
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El libro de los hombres coloridos
General FictionUna antología de historias de romance y drama, entrelazadas, donde hombres coloridos y peculiares son protagonistas.