NARRA DENNA.
Las clases de la universidad han finalizado y por lo tanto, comienza el verano. Por fin. El verano es una de mis épocas favoritas del año, sino es la favorita. El buen tiempo, las tardes de paseo con mis amigas, la playa, comer pipas en un banco en la madrugada, los picnics y sobre todo... Valencia.
Mis padres compraron una casa en la zona turística de la ciudad cuando tenía 5 años y desde entonces, todos los años hemos veraneado allá. Poder regresar a mi otro hogar se siente cómo reconstruir un puzzle y saber que todas las piezas encajan correctamente. Me encanta vivir en Granada, pero una parte de mí siempre estará en Valencia, en sus playas, en sus atardeceres y en mi segunda familia: mis amigos.
La amistad es una de las cosas que más valoro en la vida, y aunque en Granada tengo varias amigas de la universidad con las que salgo de fiestas o hacemos planes esporádicos, no siento la misma conexión con ellas que con los amigos que hice en Valencia cuando era pequeña. Ellos son quienes realmente me entienden, con tan solo mirarme son capaces de entender que esta pasando por mi mente. Agradezco que igual que yo, cada año quieran regresar a Valencia y hacer un verano más inolvidable que el anterior.
El primero en recibirme siempre es Juanjo, y este año no es diferente. En cuanto mi padre aparca el coche en la puerta de casa, Juanjo corre a abrirme la puerta y se lanza sobre mí para darme un abrazo enorme con el que casi me deja sin respiración. No me quejo en lo más mínimo porque Juanjo no solo desprende un aroma dulce que te envuelve completamente, sino que además es mi mejor amigo. Es la persona que más me conoce en el mundo y con quien más locuras he realizado.
Su vida no ha sido la más sencilla desde que confesó su inclinación sexual hacia los hombres y comenzaron a juzgarle cada día. Para él ir a clases los siguientes años fue una tortura, pero sé con certeza que cada verano que regresa aquí se siente libre y confiado de mostrarse tal y como es.
– Tengo que contarte millones de cosas. No te vas a creer todos los días que he tachado en el calendario para volverte a ver.
– Juanjo, llegaste hace dos días y es viernes. Entre que deshaces la maleta y te pones al día con el resto del grupo, ¿Cómo es posible que hayas tenido tiempo de echarme de menos? -Suelto una carcajada mientras bajo mis pertenencias del coche y veo como saluda a mis padres.
Llevar tantos años veraneando aquí hace que todo sea muy fácil. Todos nos conocemos entre todos. Mis padres lo aceptan como uno más de la familia y lo mismo me pasa con los suyos. Nunca me faltará un plato de comida en su mesa si algún día me hace falta.
Juanjo me ayuda a subir las maletas a mi habitación y mientras coloco todo en el armario, me pone al día sobre varias cosas de su año e incluso sobre algún chisme rápido de alguno de nuestros amigos que considera que debemos comentar sí o sí.
– Por cierto Deni, tengo que comentarte algo pero no quiero todavía decir nada al resto del grupo. Lo diré, pero por ahora no me siento del todo preparado y prefiero que quede como uno de nuestros secretos.
Al escuchar esas palabras en un tono tan serio, dejo de ordenar todo y lo miro sorprendida. no es propio de él crear tanto misterio y mucho menos cuando su semblante ha cambiado por completo.
– ¿Qué ocurre? No me salgas ahora con alguna de tus bromas..
– He conocido a alguien. - No me deja terminar la frase. Me interrumpe entrecortadamente y agacha la cabeza tras soltar la bomba.
– Juanjo, lo hemos hablado varias veces... no hay nada de malo en eso. Lo sabes.
– Lo sé, no estoy avergonzado y mucho menos estoy avergonzado de él, es solo que lo he invitado a pasar unas semanas aquí. Aún no me ha confirmado que pueda venir, tiene varios compromisos, pero estoy seguro de que vendrá en cuanto pueda.
Al mirarlo noto que tiene razón, no está avergonzado. Está sonriendo y feliz de poder compartir conmigo algo tan importante para él. Y no hay nada en el mundo que me haga más feliz que verlo así.
– Juanjo, ante todo estate tranquilo. Me alegro saber que por fin hay alguien que ha sido capaz de encajar contigo y comprender la maravillosa persona que eres. Es hora de que vivas tu libertad y felicidad sin remordimientos, lo que en algún momento te dañó quiero que lo dejes atrás con todas las inseguridades. Esta vez gana el amor, no el miedo.
Le sonrió, lo hago como nunca lo he hecho porque después de tanto dolor y confesiones horribles sobre cómo ha vivido su homosexualidad, estoy orgullosa de su felicidad.
– Aunque le avisaré de que tenga cuidado porque dormir contigo es sinónimo de dormir con una fabrica de ronquidos y eso no creo que sea muy de su agrado.
Aquel día terminé yendo a dormir temprano. Comí con Juanjo y nuestras familias y había terminado de adaptarme por completo a la que sería mi habitación por las siguientes semanas. Antes de dormir revisé mi móvil y acordé con el grupo vernos al día siguiente en la playa. Poco después estaba dormida sin ningún tipo de conciencia sobre todas las cosas que pasarían aquel verano.