Parte 4 Reconciliación forzada

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Entro Terzo a la habitación.

-Ana, otra vez tú.

-___X___ ¿Qué te hizo?

-Nada, sólo estábamos discutiendo....

-Eso no fue lo que me dijeron. De rodillas las dos.

.Podemos evitarnos esto, no la voy a delatar a ella. -dije- ¿me puedo retirar ya?

.Nadie se va de aquí hasta que arreglemos el conflicto.

Tomó Una fusta de cuero y se fue caminando lentamente atrás de nosotras.

¿Quién empezó?

-Yo. -dijo Ana-

Terzo le dio un latigazo en la espalda. Volteé un poco y ella sonrió, la maldita lo estaba disfrutando.

-Desnudas las dos, ahora, me dijeron que peleaban por mi causa -cerró la puerta de la habitación- ¿No saben que las amo por igual?

-Pero tú me dijiste...

-Yo digo muchas cosas, Ana, no te confundas.

Nos miró desnudas y de rodillas.

-Bésense...

-Nos miramos con desagrado, pero yo ya no quería problemas, así que lo hice, ella también... en mis años de prostituta jamás me había metido con una mujer. Terzo se acerco y nos tomó de la cabeza, nos acariciaba, nos jalaba el cabello.

Terzo se unió y nos fuimos al suelo, nos puso en posición de perrito a ambas, sentí su miembro adentro, mientras a Ana le metía los dedos, , me encantaba sentirlo adentro de nuevo, de perrito se sentía más dura y más adentro

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Terzo se unió y nos fuimos al suelo, nos puso en posición de perrito a ambas, sentí su miembro adentro, mientras a Ana le metía los dedos, , me encantaba sentirlo adentro de nuevo, de perrito se sentía más dura y más adentro. Dejó de hacerme, ahora fue al revés, Ana disfrutaba de su pene mientras yo sentía los dedos de Terzo moverse dentro de mí, me estaba retorciendo de placer. 

Terzo se acostó boca arriba, en el suelo.-Ana, súbete. 

Ella lo comenzó a cabalgar, parecía disfrutarlo, yo sólo podía ver y acariciar a Ana, ella se movía delicioso, pareciera que ya se entendían mutuamente. Terzo se levantó y se quitó el resto de su ropa, era demasiado sexy, tenia unos cuadritos en el abdomen por los cuales ambas le pasamos la lengua. Terzo me tomó, se subió a mi y me tomó como misionero, yo lo encerraba con mis piernas al rededor de su cadera, podía sentir su cuerpo rozando el mío, era un deleite.

Pasó  un rato y nos puso de rodillas de nuevo para lamerle la polla, entre las dos. 

Las lenguas subían y bajaban, se atacaban y Terzo no hacía más que disfrutarlo.

De repente me tomó de la cabeza y metió su pene en mi boca, me embistió hasta que se vino en mí, probé todo su manjar resbalando por mi garganta.

-Así se arreglan las cosas, chicas.

EL BURDEL DEL CLERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora