PESADUMBRE

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Baldwin balbuceaba muchas veces el nombre de Zaynab en sus sueños, mientras gotas de sudor resbalaban por su devastado rostro, Sybilla, quien estaba pendiente de él, se aproximó y tomó su mano enguantada apretándola ligeramente.

-Hermano, hermano- musitó, entonces él dando un espasmo entreabrió los ojos.

-Despertaste hermano.

Baldwin: ¿Dónde está Zaynab? - el tono de preocupación y la angustia en su voz era notorio, además sus ojos estaban fijos en los de su hermana.

- Tiberias junto con un ejército reducido fue en su búsqueda-contestó Sybilla- Ella estará bien, estoy segura que la encontrarán, le he rezado mucho a Dios para que esté sana y salva.

Baldwin: Juro que quien haya hecho esto lo pagará con su vida- declaró rechinando los dientes.

Sybilla: La culpa es mía, hermano- confesó agachando la cabeza- Yo le propuse para ir a aquel bosque.

Baldwin: No es culpa tuya, hermana- contradijo- Es culpa de quien la secuestró- intentó sentarse en la cama, sin embargo le resultó muy difícil ya que la debilidad lo apresaba, Sybilla lo sostuvo por el brazo.

-hermano, descansa, estás muy débil aún.

-Yo no puedo estar tranquilo sabiendo que ella aún no vuelve, quién sabe si la han asesinado o está herida mortalmente, tampoco sé si seguirá con vida y el no saber nada de ella me llena de angustia- su voz ahora sonaba entrecortada.

Sybilla: Ten fe hermano, tú no te puedes levantar, ya verás que Tiberias la traerá de vuelta sana y salva.

Baldwin lloró abiertamente en los brazos de su hermana mientras lo consolaba con caricias, ella misma se sorprendió de aquella sensibilidad de parte del rey ya que él siempre se había mostrado con una personalidad fría y fuerte, pese a su aflicción, su fortaleza por defender Jerusalén y mantenerla a salvo eran enormes, ella sufría al verlo tan afligido, recordó cuando aún era niño y lo cuidaba de él, la última vez que lo había visto llorar era justamente a los ocho años de edad, él no merecía sufrir y peor aún si su cuerpo tenía que lidiar con la carga y el dolor que le producía su enfermedad.

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Zaynab moribunda y apenas respirando, pudo volver abrir los ojos, ya que su visión era borrosa solo pudo descubrir que se encontraba atada fuertemente a un tronco de árbol y seguía percibiendo las risas de Guido y su grupo de soldados a pocos metros de ella, parpadeó un par de veces y pudo visualizar a su alrededor con mayor claridad, su ropa estaba manchada de sangre, forcejeó para desatarse, no obstante le resultó inútil, abruptamente se dio cuenta de la presencia de Guido, quien estaba de pie frente a ella apuntándola con su espada, ella levantó la mirada y jadeando lo observó con un odio indescriptible.

Guido: Alégrate, ¿Estás lista para ser entregada a Saladino?- preguntó riendo- Había olvidado que ya estás contagiada de lepra, toda la gente de Damasco se infectará por tu culpa, maldita.

Zaynab: Te mataré, lo juro- balbuceó apenas con debilidad.

Guido: ¿Y cómo lo harías? Si ya mismo te mueres, tarde o temprano morirás, tampoco creo que llegues a cumplir treinta años.

Zaynab: Tú morirás antes- sonrió apenas, el odio que sentía por él era más grande que el dolor de su herida, pero no más grande que el mareo que sentía por la gran cantidad de sangre perdida.

Repentinamente una flecha atravesó el pecho de Guido cayendo inerte ante los ojos de Zaynab, ella pudo presenciar tal acción sin embargo le fue imposible visualizar al autor ya que dejó caer su cabeza contra el tronco del árbol producto de un desmayo, su rostro estaba muy pálido al igual que toda su piel y sin el rojizo natural que caracterizaban a sus mejillas, el autor del hecho había sido un caballero templario que formaba parte de los secuaces de Tiberias, el cual había llegado justo en el momento indicado, mientras el enfrentamiento se desataba y el reducido ejército de Tiberias atacaba a los secuaces de Guido y otros se arrodillaban suplicando por su vida y rindiéndose, el capitán del ejército tomando su espada cortó las sogas que apretaban el frágil y moribundo cuerpo de la joven contra el árbol, cargándola en sus brazos y percibiendo la temperatura baja de su cuerpo.

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