Finn:
Aquella mañana de martes, terminé de resolver algunos pendientes en la clínica. El día anterior había visto a María, la amiga de Andrea, para un control rutinario, y con eso, tenía el tiempo justo para ocuparme de lo último antes de partir.
Mi vuelo de regreso a Roma estaba reservado para la tarde, y aunque mi estancia en Nueva York había sido más corta de lo habitual, sentía que cada día había durado una eternidad. No veía la hora de regresar a casa.
Sabía que necesitaba un corte de cabello, así que aproveché ese espacio en mi agenda. Después, mi plan era volver al departamento, preparar mi equipaje y almorzar algo tranquilo antes de salir al aeropuerto.
Sin embargo, cuando estaba a punto de dirigirme al departamento, mi colega italiano me invitó a almorzar con él y su novia, Maddie. Dudé un momento, pero luego decidí aceptar. Llevaba días funcionando a mil por hora, y una pausa para comer con amigos no me vendría mal.
- ¿Por qué harán la boda en Suiza? ¡Es muy lejos! - protestó Maddie, provocando nuestras risas.
- Porque soy suizo, porque nos conocimos en Suiza y porque Andrea encontró un lugar increíble para la boda, uno que no encontrarías en ningún otro lado, ni algo parecido, te lo aseguro - respondí con calma, justo cuando terminaba de comer.
- ¡Pensé que sería en Italia! Estaba segura de que ella amaría tener su boda en Milán. ¡Tú la convenciste, verdad? - Maddie me señaló con su dedo índice, como si me estuviera acusando, mientras yo negaba con la cabeza.
- No... Fue un acuerdo mutuo - expliqué tranquilamente.
- Es lejos... Y seguro hará frío, pero si ves la parte positiva, conocerás Suiza. Podemos quedarnos en Berna un par de días - sugirió el italiano con paciencia, tratando de calmar a Maddie.
- ¡Ustedes son jefes! ¡Consiguen los días que quieren! Yo dependo del humor de Jeff. Me dará tres días, con suerte, y me hará devolverle el triple - se quejaba Maddie, haciéndonos reír aún más.
- Puedo ayudarte con eso, déjamelo a mí - Le dijo el italiano, siempre buscando soluciones a todo.
- Te dije que salieras de ese hospital y vinieras a la clínica con nosotros, y no quisiste - le recordé, ya que en su momento le ofrecimos trabajar con nosotros.
- ¡Y casi lo hago! Pero tengo mis amigos en el hospital, trabajo con ellos, ¿lo recuerdas? ¿Kelly? La obstetra... Fue tu paciente. Y Michael, mi amigo cirujano, ¿por qué no les ofrecieron venir también? - Maddie nos señalaba a los dos, y yo solo miré a Massimo para que le explicara.
- Porque Kelly es obstetra, y una excelente, pero la plantilla está completa, no hay más vacantes. Además, te olvidas de su esposo. Mijaíl es un amigo increíble, pero se moriría si Kelly trabajara al lado de Finn, es muy celoso. Y en cuanto a Michael, sí vendrá; nos pidió un par de meses para acomodarse, quiere especializarse más - explicó Massimo, mientras Maddie lo miraba haciendo gestos leves con su rostro.
- Mijaíl es un... un... Mejor dejémoslo ahí. Y tú, Finn, ¡no ayudaste! ¿Te gustaba Kelly? Porque parecía que sí, y no dije nada para que Andrea no te mate - me advirtió de inmediato, con una sonrisa traviesa.
- No quiero ser grosero, pero tu amiga es una muy buena mujer, es inteligente, simpática, linda... pero no hay nada de ella que llame mi atención. Jamás me interesó en nada. Estaría loco. Andrea es mil veces más hermosa, más divertida, más espontánea, tiene un corazón inmenso... Y la lista sigue. Por eso no quiero seguir enumerando. No hay una mujer en este planeta que pueda siquiera llamarme la atención, solo Andrea, lo siento - le respondí con una sonrisa sincera.
ESTÁS LEYENDO
Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomanceEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...