Oneshot

69 7 0
                                    

*Advertencia, estoy exagerando algunos aspectos de la personalidad de kenma para esta historia, esto es ficción, así que hay cosas inventadas sobre aspectos psicológicos y el autismo. Yo no soy psicóloga.

.

.

.

Kenma siempre fue diferente.

No le gustaban los lugares con mucha gente, no le gustaba el ruido. Evitaba correr de más porque el sudor le incomodaba demasiado, tampoco usaba telas que no fueran de algodón, pues otras se le hacían muy incómodas. Se llevaba bien con su equipo, pero realmente, consideraba como amigos a Kuro, Lev, Yaku y, contra todo pronóstico, Yamamoto.

"Autismo"

Kenma no entendía qué significaba eso la primera vez que escuchó esa palabra a sus tiernos 7 años, pero siempre se sintió apartado de los otros niños. Nunca entendía bien lo que decían los demás. Las personas decían cosas y parecían entenderse entre ellas sin mayor problema, ¿Por qué a él le costaba tanto expresarse? Nunca supo conversar muy bien, y eso le hacía sentirse muy ansioso, así que terminaba jugando videojuegos. Los videojuegos eran un espacio que ya conocía, sin nada realmente nuevo, nada podía sorprenderlo, por lo que podía calmarse de esa forma.

Los videojuegos y Kuro.

Por algún motivo, Kuro era casi la única persona con la que no le costaba relacionarse. Lo conocía mucho, por lo que era predecible.

—Es que amo jugar voley, hace feliz a mi niño interior

—¿Niño interior? –- preguntó Kenma, frunciendo el ceño. La idea de un niño pequeño viviendo en el cerebro de Kuro le parecía absurda.

—En la cancha puedo ser un poco infantil, alegrarme mucho por un punto y frustrarme si pierdo. No puedo comportarme así en los estudios, ni con mi familia.

Kenma le agradecía que siempre aclaraba las cosas que no entendía. Era predecible, le daba seguridad y no lo ponía ansioso.

Kenma no sabía que Kuro estaba perdidamente enamorado de "su gatito", como le gustaba llamarlo. Kuro supo de la condición de Kenma el mismo día que se lo diagnosticaron oficialmente a los 9 años. Lo bueno es que no tuvo que convencer a nadie de que no le cambiaran de escuela, pues el caso de Kenma era altamente funcional, aunque igualmente se le dificultan algunas cosas, sobre todo hablar con personas desconocidas, por lo que se le dificultaba hacer amigos. Su familia no estaba segura de dejarle ser parte de un equipo deportivo, tal vez eran demasiadas emociones, demasiados estímulos, pero poco a poco se fue adaptando, y Kenma estaba contento. A pesar de que le molestaba el sudor, el sentimiento de equipo y jugar al voley le hacía feliz.

—Ayer una chica se te confesó — Le comentó tranquilamente Kenma.

—La rechacé.

Kenma sentía algo extraño siempre que una chica se confesaba a Kuro, era un sentimiento muy desagradable que no había describirlo. Lo que sí sabía, es que siempre que Kuro le respondía "la rechacé" sentía que ese sentimiento rápidamente se evaporaba, como si nunca hubiese estado ahí. Por eso, siempre que se enteraba, le preguntaba a Kuro, y él eliminaba ese sentimiento diciendo que la había rechazado.

Se concentró nuevamente en su juego.

—También supe que una chica se te confesó a tí. —Murmuró Kuro.

—Pero era una broma.

Pobre chica. En parte Kuro agradecía que su amigo fuera tan distraído. La confesión de la chica no era una broma, pero Kenma estaba convencido de que nadie se lo confesaría en serio. Muchas personas consideraban que era "raro", y en parte podía ser cierto, pero con solo conocerlo un poco Kenma demostraba que era una persona que cuidaba de los demás, cariñosa, amable y muy inteligente, mucho más de lo que podría parecer.

Primavera - kurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora