Capítulo 2: El Juego de las Sombras
Con el paso de las semanas, la vida en la cabaña retomó su curso habitual. Por las mañanas, el aire de otoño, con sus hojas doradas y su frescura, traía consigo una sensación de paz que envolvía el hogar. Las risas de Dominic y Gabriel resonaban en los pasillos mientras jugaban y correteaban por el jardín. La cabaña, con sus paredes de madera y el calor suave de la chimenea, parecía haber regresado a una tranquilidad apacible.
Chiomara, vestida con un suéter de algodón color marrón claro, se asomaba por la ventana mientras preparaba el desayuno. Su falda de pana en tonos ocres llegaba hasta los tobillos, y llevaba un chal ligero de tela estampada en tonos cálidos sobre sus hombros, perfecto para las frescas mañanas otoñales. Su cabello, recogido en una trenza que caía sobre su espalda, complementaba su aspecto simple y cómodo.
Eloy, al salir al patio, vestía una chaqueta de cuero marrón, combinada con una camisa de franela a cuadros en tonos rojos y negros. Sus pantalones de pana color beige se movían con facilidad, y sus botas de cuero, desgastadas por el uso, eran ideales para el clima otoñal. Un sombrero de fieltro gris oscuro completaba su atuendo, protegiéndolo del fresco matutino.
Gabriel y Dominic vestían chaquetas de algodón grueso en tonos tierra, Gabriel en verde oliva y Dominic en un tono marrón rojizo. Ambos llevaban bufandas tejidas por su madre, Gabriel en tonos crema y Dominic en marrón oscuro, ligeras pero suficientes para el aire fresco del mediodía. Sus pantalones de pana, cómodos y resistentes, combinaban con sus chaquetas, y llevaban botas de cuero que resonaban con un crujido suave al pisar las hojas caídas.
Al mediodía, cuando el sol estaba en su punto más alto, los gemelos avanzaban por el sendero del bosque, sus risas resonando entre los árboles. La luz del sol, brillante y cálida, atravesaba las hojas, creando patrones dorados en el suelo. Gabriel, con su habitual sonrisa, miraba a su hermano Dominic, quien llevaba un conejo de peluche bajo el brazo y se lo pasó suavemente a Gabriel.
Gabriel, mirando al conejo con curiosidad, preguntó: "¿Crees que los conejos también se ríen, Dom?"
Dominic, con una sonrisa llena de convicción, respondió: "Claro que sí. Papá dice que todo en el bosque tiene su propia manera de reír. Quizás los conejos ríen en silencio, como cuando juegas a las escondidas y nadie te encuentra."
Gabriel soltó una carcajada suave y abrazó el peluche contra su pecho que Dominic le habia pasado. "Si yo fuera un conejo, te elegiría a ti para jugar siempre. Nunca me sentiría solo contigo."
Dominic, mirándolo con ternura, respondió: "Y yo a ti. Nunca dejaría que te perdieras en el bosque. Siempre sabría dónde encontrarte."
Continuaron caminando, dejando que sus manos se rozaran al andar, un gesto sencillo pero lleno de complicidad. La brisa agitaba suavemente sus bufandas, y los tirantes de sus pantalones crujían ligeramente con cada paso.
Gabriel, deteniéndose para mirar un árbol cercano, preguntó: "¿Te acuerdas cuando papá nos enseñó a trepar ese gran roble? Estaba tan asustado de caer, pero tú me dijiste que si cerraba los ojos y pensaba en algo feliz, podría llegar hasta la cima."
Dominic sonrió con nostalgia. "Y lo hiciste. Subiste tan alto que creí que te convertirías en un pájaro y volarías lejos."
Gabriel sacudió la cabeza, riendo. "No me habría ido sin ti. Nunca lo haría."
Dominic apretó el conejo de peluche que Gabriel le había pasado. "Lo sé. Somos un equipo, siempre lo hemos sido." Dijo mientras observaba a Gabriel con una mirada llena de cariño.
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Diálogos Entre Sombras
KorkuDiálogo entre Sombras: El Juego de las Dos Caras En un mundo donde las sombras ocultan más de lo que revelan, la vida de dos hermanos se entrelaza en un juego siniestro de identidades y destinos entrelazados. Dominic, desde joven fascinado por la os...