Prologo
9 de junio de 1999.
New York.
La primavera reluce en los anaranjados cielos de la ciudad, como si una extraña melancólica invade a todos.Tal vez sea porque se acerca el fin de año más importante, el cierre de un siglo, algo que no se vive dos veces.
Y las personas lo saben.
En una oficina de la editorial Revels and Read, Megan Jones negocia su libro "Vuelta al mundo lleno de amor".
No podemos escuchar su conversación pero la sonrisa de Megan nos hace saber que son buenas noticias y el apretón de manos con el director nos confirman el trato.
Ella lo ha logrado.
El siglo se está acabando.
Detrás de todo lo que conllevó la última década, sudor, lágrimas y amor, un libro que escribió con el alma.
Ahora ella solo quiere verlos.
A los amores de su vida.
Al salir, Megan camina por las calles de Nueva York, su felicidad no se puede ocultar, ella recibe una llamada y al ver el nombre, ella sonríe.
—No los veo, ¿seguro que no te has perdido?
Al otro lado de la llamada, un hombre responde.
—Ya te vi, estamos en calles distintas.
Megan los enfoca y los saluda con su mano, cruza la calle y extiende sus brazos cuando su esposo, baja a la pequeña Rachel de tres años, que corre hacia los brazos de su madre.
Megan la carga en sus brazos y le da un beso en la frente.
—Que hermosa estas hoy, cariño mío —La niña ríe por las palabras de su madre.
Su esposo, Arthur Clark, se acerca a ellas y besa la mejia de su esposa, ambos sonríen.
—¿Todo salió bien? —Pregunta Arthur—.
—Todo ha salido bien —Responde Megan—.
—Vamos a casa—Dice Arthur y Megan asiente—.
De noche, en casa, Megan revisa los documentos en el sofá, parece estar muy inmersa en ello, lo demuestra la cena comida a medias en su pequeña mesa de trabajo.
Las luces amarillas iluminan la sala, Rachel ya ha ido dormir.
Detrás de ella, su esposo besa su cabellera en acto de cariño, ella lo nota y le hace espacio en el sofá.
—¿Te falta mucho?—Pregunta Arthur—.
—No mucho, solo debo asegurarme que todos mis derechos de autor estén en orden.
—Quiero darte algo —Arthur saca una carta de su bolsillo—.
Megan sonríe al ver la carta, Arthur se la entrega, no sin antes besar la mano de su esposa.
—Es la cien — responde Megan con lágrimas en sus ojos—.
—Es la cien, amor mío.
Ambos se funden en un abrazo, Arthur respira profundamente el olor de su preciosa esposa, su amor, su amante, su amiga, su compañera y su más grande bendición.
Una que un día estuvo cerca de perder.
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Cien cartas de amor para ti
RomanceCien cartas de amor para ti. Nueva York. 1999. Antes de que el siglo finalice, es bueno recordar una historia de amor. "Si a alguien debo sostener su mano en la eternidad, serías tú". ...