Nos metemos en el coche del señor Zebb y salimos disparados por la avenida Lawrence.
—¿Habremos metido a Dee en un lío al colarnos? —le pregunto a Beau.
—Yo no me preocuparía por eso —responde Beau tranquilamente—. Doy por sentado que un obrero cabreado será la última de sus preocupaciones.
Aunque el tipo no parece perseguirnos, Beau gira bruscamente a la derecha, luego a la izquierda, y se adentra en la ciudad como si fuera una persecución de un videojuego. Las filas de restaurantes, tiendas y apartamentos de ladrillo se desdibujan en manchones de colores por mi ventanilla mientraas me recuerdo que soy un chaval de las afueras y me siento totalmente perdido en la gran ciudad. Sin embargo, ahora no tengo miedo como cuando fuimos desde Rosedore a la pastelería Ben's: confío en que Beau nos conduzca a nuestro próximo destino.
—Agárrate fuerte —me susurra tan tranquilo, tocándome el muslo izquierdo con la mano derecha. La mantiene ahí unos instantes, lo que provoca que se me ponga la carne de gallina en los brazos—. Casi hemos llegado.
Un minuto después, mientras Beau aparca, me entero de que existe un sitio llamado cines Splendid.
—Si te gustan las pelis antiguas, especialmente las comedias románticas de los noventa que no han envejecido nada bien, este sitio es para ti —me explica, abriendo la puerta—. Está congelado en el siglo pasado y nunca hay gente. A lo mejor soy el único que sabe que esto sigue abierto.
—¿Y cómo se mantienen? —pregunto.
Beau se encoge de hombros.
—No pienso preguntárselo.
La moqueta de la entrada, con un diseño retro y manchada de refresco, desprende un hedor a moho lo bastante penetrante como para estropear el aroma a palomitas de mantequilla. Nada más entrar, nos encontramos un puestecito donde hay muy pocas chucherías y refrescos a la vista —nada que ver con la variedad de los grandes cines—. Las paredes están llenas de carteles plastificados de películas antiguas, la mayoría torcidos y mal colocados.
No hay nadie salvo un empleado con melena rubia platino de surfero y unos brillantes ojos verdes. Parece de nuestra edad, puede que algo mayor. Está tan absorto en la música de sus cascos y en los papeles que tiene en las manos que no se fija en nosotros hasta que estamos a medio metro de distancia.
Abre los ojos como platos, como si le sorprendiera ver a un cliente de carne y hueso. Se quita los auriculares y deja los papeles.
—Bienvenidos a los cines Splendid.
—Hola, Emery —saluda Beau—. ¿Hoy qué ponen?
Emery parece confuso de que sepa cómo se llama hasta que Beau le señala con un gesto la enorme etiqueta con su nombre que lleva en el pecho.
—Oh —sonríe de forma bobalicona—. Claro —mira la pantalla del ordenador que tiene delante, donde seguramente esté la respuesta a la pregunta de Beau—. En la sala uno empieza dentro de unos minutos Cuando Harry encontró a Sally, y La princesa prometida se proyecta en la sala uno en... —entrecierra los ojos— un par de horas.
Espero a que siga hablando. Pero se calla.
—¿No hay una sala dos? —mascullo en dirección a Beau.
—No —responden a coro Emery y Beau.
Al principio creo que están de broma, pero la mirada de Emery lo dice todo.
Beau se queda pensativo ante nuestra única opción.
—Cuando Harry encontró a Sally... —me mira—. ¿La has visto?
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Drops of Time Together
Novela JuvenilClark ha vivido el mismo día 309 veces. Sin parar. Está atrapado en un bucle temporal y, al parecer, no hay nada que pueda hacer para detenerlo. Hasta que el día 310 resulta ser... diferente. De repente, su clase de trigonometría habitual se ve inte...