xxi. Michonne et Judith

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A la mañana siguiente, al amanecer, las voces alteradas de Rick y mi papá me despertaron.
Mis sentidos se despabilaron en segundos, me coloqué las zapatillas y me levanté rápidamente para investigar lo que estaba sucediendo.

Al salir al patio de la prisión, justo afuera, pegada a la reja, había una mujer.

Al inicio intenté verla desde lejos. El miedo invadiéndome, impidiendo a que me acerque más. Sin embargo, al darme cuenta que desde mi lugar apenas se podía ver la figura de la mujer, me acerqué  cada vez más hasta estar básicamente al lado de Carl, quien estaba pegado a la entrada de la prisión. No tarde mucho en notar que la mujer estaba débil y su mirada gritaba por ayuda. Caminantes la perseguían mientras ella luchaba por si quiera caminar.

La mujer era de tez oscura, sus trenzas estaban recogidas por una bandana y su camisa morada era cubierta por un chaleco marrón desgastado de cuero.
Sin embargo, lo más sorprendente fue su arma, pues la mujer llevaba una katana. Las cabezas de los caminantes rodaban por el suelo cada que ella los atacaba, sangre salpicando por todas partes.

Se le veía débil físicamente, pero la mujer no era ninguna cobarde. Estando al borde de la muerte ya había matado a más caminantes que yo en mi mejor momento.

Carl, quien la veía desde la entrada, le disparó a unos caminantes que estaban apunto de morderla. Rick inmediatamente abrió las puertas de la prisión y la dejó entrar. Apenas ella puso un pie en nuestro hogar, se desmayó.

Rick la atrapó justo antes de caer y la llevó devuelta a los adentros de la prisión.

Lo único que la mirada de la mujer delataba era desconfianza, así que tenía un presentimiento que si no fuera porque estaba al borde de la muerte, nunca se hubiera acercado a nosotros. ¿Qué cosas habrá experimentado o visto antes de llegar acá?

—No va a entrar a las celdas—dijo Rick—Ayúdenme a ponerle una manta—Señaló hacia el suelo, mostrando donde debían ponerla.

Daniela rápidamente se encargó de ella, siguiendo las instrucciones de Rick.

Todos la seguimos y vimos como la esposaba a la reja del comedor, para luego traer a Hershel para que la atienda.

—¿La mordieron?—preguntó el mayor.

—No, la chequé antes de cargarla, pero le han disparado—respondió Rick, echándole agua en la herida para limpiar la sangre.

Hershel se agachó para atenderla y se acercó para sentir su pulso. Felizmente su corazón aún latía y su respiración era regular. El único problema era la sangre que no paraba de brotar de su pierna.

Una vez que Hershel se agachó para atender a la mujer y nuestro líder supo que la mujer estaba en buenas manos, Rick volteó hacia mi mejor amigo.

—Carl, hablaremos después—Su tono expresaba molestia, como si el menor hubiese hecho algo malo. ¿Lo estaba regañando por salvar a la mujer?

Heaven || Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora