𝑂𝑡𝑟𝑎 𝑣𝑒𝑧 𝑉𝑜𝑠...

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El sol apenas comenzaba a caer cuando Spree decidió salir a caminar por el pueblo cercano que encontró, escapando de casa, ya que queria un momento a solas, y en el vamino se encontró con Roier en uno de los caminos del servidor. El aire estaba cargado de tensión, una que había sido construida a lo largo de semanas de silencios incómodos y miradas evitadas. Sin embargo, hoy era diferente; algo en el ambiente prometía que esta vez, las cosas no quedarían sin decir.

-Spreen... tenemos que hablar- dijo Roier, con un tono que intentaba ser conciliador, pero que no logró disimular la impaciencia que lo carcomía por dentro.

Spreen lo miró con frialdad, su corazón latiendo a mil por hora. Había intentado evitar este momento, pero sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarlo.

-¿Hablar? ¿Sobre qué? ¿Sobre cómo me manipulaste? ¿Sobre cómo te entregué todo y aún así me trataste como si no fuera nada?- espetó Spreen, su voz cargada de resentimiento.

Roier dio un paso hacia él, intentando mantener la calma. -No es tan simple, Spreen. Yo también tenía mis razones. No puedes culparme por todo.

-¡¿Mis razones?! ¿Eso es lo único que tienes que decir? -Spreen comenzó a elevar la voz, sus manos temblaban de rabia-¡Me hiciste cambiar, Roier! Me obligaste a ser alguien que no soy, ¡Me transformaste en algo que jamás quise ser, solo para complacerte!-

Roier intentó acercarse más, extendiendo una mano para tocar el rostro de Spreen, buscando calmarlo. -No, no era así. Yo solo quería que fuéramos felices, que estuviéramos juntos...-

Pero antes de que pudiera completar la frase, Spreen le metió un manotazo, apartando su mano con violencia. -¡No me toques! ¡No tienes derecho a tocarme! -gritó, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de impotencia. -¿Felicidad? ¿Tú crees que me hiciste feliz? ¡Me destrozaste! Me hiciste sentir que nunca sería suficiente, sin importar cuánto cambiara para ti. ¡Me usaste, Roier, y cuando ya no te fui útil, me tiraste como si fuera basura!-

Roier, ahora sintiendo su propio enojo emerger, respondió con la voz enérgica y cortante. -¡No es cierto! ¡Tú nunca entendiste lo que yo también estaba pasando! ¡Te volviste un peso, siempre exigiendo más, siempre queriendo más de mí!-

-¡Porque nunca me diste nada! ¡Todo lo que hice, todo lo que cambié, fue por ti!, ¡Te entregué mi puto cuerpo, la primera vez, una y otra, y otra vez, Y a pesar de eso, ¿qué hiciste? ¡Me traicionaste, me abandonaste, me dejaste solo pedazo de hijo de puta!- Spreen se llevó las manos a la cabeza, apretando los puños con desesperación.

-¡Tal vez deberías haber aprendido a ser más fuerte por tu cuenta!- Roier replicó, perdiendo la compostura. Se acercó nuevamente, con los ojos encendidos de furia.

Pero Spreen ya no quería escuchar más. Con un grito de frustración, se dio la vuelta y comenzó a correr, lejos de Roier, lejos de las palabras hirientes que lo estaban destruyendo.

-¡Spreen, espera! ¡No huyas como siempre lo haces!- Roier intentó seguirlo, pero Spreen no se detuvo.

Corrió y corrió, hasta que finalmente sus pies lo llevaron a la entrada de una cueva oscura, donde se detuvo, jadeando y con el corazón destrozado. El silencio de la cueva lo envolvió, ofreciéndole una momentánea sensación de paz. Pero esa calma duró poco.

-¡Hijo de puta!- murmuró, mientras se apoyaba contra una pared para recuperar el aliento -¡Me hiciste mierda, te entregué todo y aún así me trataste como si no fuera nada!-

El cielo estaba cubierto por nubes oscuras mientras Spreen recorría el bosque, buscando un lugar tranquilo para desahogar su angustia. El encuentro con Roier había sido más doloroso de lo que había imaginado. Las palabras hirientes de su ex pareja resonaban en su mente, como un eco constante que no podía silenciar. Su furia lo había llevado a este rincón apartado, un terreno familiar pero lejano, donde solía ir cuando necesitaba reflexionar.

𝙃𝔢𝑟𝔪𝑜𝑠𝑎 𝙍𝔬𝑠𝔞 𝙈𝔞𝑟𝑐𝔥𝑖𝑡𝔞 -ˢᵖʳᵉᵉⁿ ᵇᵒᵗᵗᵒᵐ-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora