Capítulo 37.

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La mañana despuntó con un cielo despejado, como si los recientes eventos no hubieran dejado ninguna marca en el mundo. Pero la aldea de Koyala, con sus casas maltrechas y sus habitantes heridos, era testigo de la verdad. El aire estaba cargado de tensión mientras los líderes y miembros de la comunidad se reunían en el centro de la aldea para discutir lo que sería de su futuro. Ya había pasado poco menos de un mes y era el momento de aclarar algunas cosas.

Huaáneri, Kalik, Arandú y Tareq se sentaron en el círculo central, mientras que Ekuneil, aún con las cicatrices de la batalla recientes, ocupaba un lugar cercano. Los demás se agrupaban alrededor, formando un anillo de rostros serios y ansiosos.

Uno de los antiguos miembros que conformaba la ley de la comunidad fue el primero en romper el silencio.

—Hemos enfrentado mucho, y hemos perdido mucho. —dijo, su voz grave. —Pero no podemos permitir que estos eventos nos derroten. Es hora de tomar decisiones sobre el futuro de nuestra aldea. Necesitamos liderazgo, y necesitamos un plan para asegurar que Koyala vuelva a prosperar.

Huaáneri, con una mirada de determinación, habló a continuación.

—Usted tiene razón. Pero debo ser honesta con todos ustedes. No puedo asumir el liderazgo de Naribiu. Mi corazón y mis deberes están en otro lugar. Mi plan es partir con Kalik, Arandú y Tareq para reconstruir Günatyz. Ese es nuestro destino, y no puedo desviar mi camino ahora.

Un murmullo recorrió la multitud. Los aldeanos estaban sorprendidos, algunos incluso desconcertados. Huaáneri siempre había sido una figura fuerte y confiable, alguien a quien recurrir en tiempos de crisis. Pero ahora, ella estaba eligiendo un camino diferente.

El señor asintió, mostrando su comprensión.

—Es comprensible, Huaáneri. La restauración de Günatyz es una tarea noble, y tu lugar está allí. Pero eso nos deja con la cuestión de quién liderará Koyala en tu ausencia.

Un silencio cayó sobre el grupo mientras todos consideraban la situación. Los ojos de algunos se volvieron hacia Ekuneil, quien se encontraba sentado, escuchando atentamente la conversación.

Finalmente, Ikanira, una de las sanadoras de la aldea, habló con cautela.

—Ekuneil ha demostrado su valía en la batalla. Aunque estuvo del lado de Balaam al principio, ha hecho todo lo posible para redimirse. Pero, ¿podemos confiar en él para liderar Koyala? Después de todo, su lealtad ha estado dividida en el pasado.

Ekuneil levantó la vista, sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y determinación. Sabía que esta era su oportunidad para demostrar su verdadero carácter, pero también era consciente de las dudas que aún lo rodeaban.

—Entiendo sus preocupaciones. —dijo Ekuneil, su voz firme pero humilde. —He cometido errores que han costado caro a nuestra comunidad. Pero no quiero esconderme ni huir de mis responsabilidades. Si me dan la oportunidad, prometo liderar con justicia y sabiduría. Haré todo lo posible para restaurar la confianza que perdí.

—Hay algo más a considerar. —intervino Kalik, cruzando los brazos. —Ekuneil es descendiente de Günatyz, al igual que yo. Es un vínculo que no podemos ignorar. Si decides quedarte en Koyala, Ekuneil, y asumir el liderazgo, deberás aceptar que tienes responsabilidades no solo hacia esta aldea, sino también hacia Günatyz.

Ekuneil asintió lentamente, asimilando las palabras de Kalik. —Lo sé. Pero mi corazón me dice que mi lugar está aquí, en Koyala. Aunque mis raíces están en Günatyz, mi vida ha sido aquí. Esta es la comunidad que me necesita ahora.

Las palabras de Ekuneil resonaron en los corazones de los aldeanos, pero aún quedaba una cuestión por resolver. La anciana Kariya, una figura de gran respeto en la aldea, se adelantó y habló con una voz suave pero autoritaria.

—Hay algo más que debemos considerar, Ekuneil. —dijo Kariya, clavando sus ojos en él. —Si decides liderar esta aldea, necesitas asegurar un futuro para nuestra comunidad. Eso significa tomar una esposa y formar una familia.

Huaáneri sintió un nudo formarse en su garganta. Sabía a dónde se dirigía esta conversación, y la idea de que Ekuneil pudiera ser obligado a casarse por deber y no por amor le dolía.

Ekuneil tomó aire, consciente de que esta decisión no solo afectaría su vida, sino la de todos en la aldea. Sabía que su liderazgo sería cuestionado si no tomaba medidas para asegurar la estabilidad de Koyala. Pero, ¿con quién compartiría su vida?

Con una pausa que pareció durar una eternidad, Ekuneil finalmente habló, sus ojos fijos en Huaáneri.

—Si debo tomar una esposa para asegurar el futuro de Koyala, hay solo una persona que considero digna de ocupar ese lugar. Es alguien que ha demostrado lealtad, coraje y dedicación a nuestra comunidad.

Los aldeanos miraron a Huaáneri, asumiendo que Ekuneil estaba a punto de declararle su amor. Pero, en lugar de ello, Ekuneil desvió la mirada hacia Harini, la joven que había cuidado de Huaáneri durante su adolescencia.

—Harini. —dijo Ekuneil con suavidad. —Tú has estado aquí, protegiendo la aldea mientras Huaáneri y Kalik estaban fuera. Has mostrado una fortaleza increíble, y sé que juntos podríamos liderar esta comunidad hacia un futuro mejor.

Harini, sorprendida, bajó la cabeza, su rostro sonrojado. No había esperado ser mencionada, mucho menos propuesta como esposa de Ekuneil. Sin embargo, su corazón se llenó de una extraña mezcla de orgullo y confusión.

La multitud estalló en murmullos, sorprendida por la elección de Ekuneil. Huaáneri sintió un alivio profundo, aunque también una leve punzada de sorpresa. Sabía que Ekuneil estaba haciendo lo correcto, pero eso no hacía que la situación fuera menos complicada.

Kariya sonrió, satisfecha con la decisión de Ekuneil. —Es una buena elección, Ekuneil. Harini ha demostrado ser una joven con un corazón fuerte y puro. Juntos, podrán guiar a Koyala hacia un futuro brillante.

Harini levantó la cabeza, sus ojos se encontraron con los de Ekuneil, buscando alguna señal de que todo esto no era solo una obligación. Para su alivio, vio sinceridad y respeto en su mirada, lo que la tranquilizó.

—Acepto. —dijo Harini finalmente, su voz clara y decidida. —Si eso es lo que la aldea necesita, estoy dispuesta a ser tu esposa, Ekuneil.

Ekuneil asintió, aliviado. —Gracias, Harini. Juntos, trabajaremos para restaurar la paz y la prosperidad en Koyala.

Kalik, observando la escena, sintió una mezcla de emociones. Por un lado, estaba contento de que Huaáneri no se viera obligada a asumir un papel que no deseaba, pero por otro, se preguntaba si Ekuneil y Harini podrían realmente encontrar la felicidad en un matrimonio forzado por el deber.

—Parece que tenemos un camino claro para el futuro. —dijo Arandú, mirando a todos los presentes. —Con Ekuneil y Harini liderando, y con la ayuda de todos nosotros, estoy seguro de que Koyala podrá levantarse nuevamente.

Los aldeanos asintieron, algunos más convencidos que otros, pero todos aceptando la realidad de la situación. La decisión había sido tomada, y ahora dependía de ellos hacerla funcionar.

Huaáneri, Kalik, Arandú y Tareq intercambiaron miradas, sabiendo que pronto partirían hacia su propia aventura en Günatyz. Pero por ahora, se quedaron para ofrecer su apoyo y orientación, asegurándose de que Koyala estuviera en buenas manos antes de marcharse.

La reunión concluyó con una promesa de esperanza y determinación. A pesar de las dificultades, los aldeanos estaban unidos por un propósito común: reconstruir su hogar y forjar un futuro mejor para las generaciones venideras. Y mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, Ekuneil y Harini se tomaron de la mano, dispuestos a enfrentar juntos los desafíos que el futuro les deparaba.

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora