El viaje de regreso a la casa de URSS después del juicio fue un calvario para Alemania Democrática. Sentada en silencio en el automóvil militar, podía sentir la presencia imponente de URSS a su lado. No se atrevía a mirar por la ventana, pues los recuerdos de su separación de su gemelo la abrumaban. El traqueteo del motor resonaba en sus oídos, cada vibración recordándole lo lejos que estaba de la vida que alguna vez conoció. A su alrededor, todo era frío y funcional, como si el mundo mismo se hubiera adaptado a la personalidad severa de URSS.
Al llegar a la casa de URSS, la estructura masiva se alzaba como una fortaleza gris. Las paredes, altas y carecientes de cualquier calidez, parecían cerrarse alrededor de Alemania Democrática. El portón se abrió con un rechinar metálico, y el auto se detuvo frente a la entrada principal. URSS salió primero, sin mirar atrás, como si ya diera por sentado que Alemania Democrática lo seguiría sin necesidad de una palabra. Ella bajó del auto con movimientos rígidos, sintiendo el peso del lugar sobre sus hombros.
El interior de la casa era tan intimidante como el exterior. Paredes decoradas con retratos de los antepasados de la familia rusa y colores oscuros que oprimían el ambiente. La casa parecía diseñada para intimidar, para recordar a todos los que cruzaban su entrada quién estaba al mando. Alemania Democrática observaba a su alrededor con una mezcla de temor y resignación. No había espacio para la alegría ni para los recuerdos de tiempos mejores; solo había obediencia y control.
Ella recordaba Muy diferente la casa, suponía que se habían mudado, ahora la casa se sentía más opresiva.
Al cruzar la puerta, Alemania Democrática notó que los hijos de URSS la miraban con expresiones que iban desde la curiosidad hasta la cautela. Había visto esos rostros antes, pero ahora todo era diferente. Se sentía como una extranjera en un lugar que debería haber sido conocido.
Rusia, en particular, la miraba con la misma indiferencia calculada que siempre había mostrado. A pesar de conocerlo de su visitas anteriores, ella no podía entender por qué se sentía tan incómoda cuando él estaba cerca.
URSS la condujo a una habitación al final de un largo pasillo. Las luces eran tenues, y el eco de sus pasos resonaba en la soledad de la casa. Al llegar, URSS abrió la puerta sin ceremonias y señaló el interior con un gesto seco. "Esta será tu habitación", dijo con una voz que no admitía réplica. La habitación era pequeña y sencilla, con una cama estrecha, un armario de madera oscura y una ventana que apenas dejaba pasar la luz. Las paredes eran de un gris uniforme, sin adornos ni detalles que pudieran alegrar el espacio.
Sin esperar una respuesta, URSS se giró y salió de la habitación, cerrando la puerta con un golpe seco. Alemania Democrática se quedó de pie en medio de la habitación, sintiéndose más sola que nunca. No había refugio para ella, ni un lugar donde pudiera sentir que pertenecía. Se acercó lentamente a la cama y se dejó caer sobre el colchón, que crujió bajo su peso. Las lágrimas llenaron sus ojos, pero se obligó a no llorar. Sabía que en esa casa, cualquier muestra de debilidad sería aprovechada en su contra.
El día siguiente comenzó con la misma frialdad. URSS tenía un horario estricto para todos en la casa, y Alemania Democrática no era la excepción. El día empezaba temprano, con tareas asignadas a cada uno de los hijos, incluida ella. Su primera tarea fue limpiar el salón principal, un espacio amplio y sombrío donde URSS recibía a sus nulos visitantes. Las manos de Alemania Democrática temblaban mientras pasaba el trapo por las superficies polvorientas, temiendo cometer un error que provocara el enojo de URSS.
Durante las comidas, se sentaba al final de la mesa, lejos de URSS y de los demás hijos. La atmósfera era tensa; nadie hablaba a menos que fuera absolutamente necesario. Rusia, el hijo mayor, la observaba de reojo con una expresión que Alemania Democrática no lograba descifrar. No era exactamente hostil, pero tampoco amistosa. Era como si la estuviera evaluando, midiendo cada uno de sus movimientos. Ucrania, sentado al otro lado de la mesa, tenía una actitud similar, aunque su mirada era menos intensa.
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La suave vos de un ángel...(Rusger/Alemania×Rusia)
AcakAlemania es mudo sin embargo no siempre fue así. "Eres esa parte de mí que nunca supe que faltaba, como si mi corazón estuviera incompleto hasta que llegaste tú. Cada día que paso contigo me convence más de que estaba destinado a encontrarte, y aho...