Capítulo 15: Todo mal, Dios mío

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¿Cómo era esa frase...?

¿Dios le da dientes al que no tiene pan?

¿Pan, pan?

¿A quién le importa? ¡Kenma me estaba besando!

Y yo en ese momento estaba entrando en pánico. Obviamente correspondí y me aproveché, tomando su cuello y atreviéndome a tirar de su cabello. Admito que por dentro había perdido cualquier tipo de confianza y temblaba pero en momentos así no hay que dudar ni temer.

El beso era rudo. Se notaba la intensidad con la que me besaba y me encantaba. Yo era feliz, me sentía tan nervioso que me llegaba a gustar.

Sin embargo, ¡se separó!

¡Desubicado! ¡Malvado! ¡Traidor!

Kenma me observó sorprendido. Yo lo miraba de igual forma; se supone que en momentos como este lo vuelvo a besar pero estaba tan shockeado que no me podía mover. Y él cada vez se volvía más rojo. Era tierno.

—Deberías irte.

Murmuró alejándose. No me puedes decir eso viéndote tan hermoso. ¡Sus labios están más rojos! ¡Quiero besarlo otra vez!

¡Mierda!

—Vete, Kuroo. En serio.

—Pero...

—Hazlo. Vete.

Obviamente le hice caso. No me quedaría a pelear ahí notando como se puso, ¿a parte qué diría? No podría defenderme, no tenía ni un argumento y no quería lastimar a Kenma. Tampoco era tan imbécil.

Caminando me pregunté si le gustaba. Por eso me había besado. No había otra manera de comprender la situación, a parte si Kenma se respaldaba con el típico cuento de «Te besé porque quería saber qué se sentía ya que alardeabas tanto» no le creería. Es estúpido y sin sentido, a parte Kenma es inteligente.

Y si le gusto, ¿qué se supone que debería hacer?

De repente se me fueron las ganas de intentar algo.

Al otro día pensé que todo estaría bien. En el almuerzo intenté acercarme a él pero Kenma sin dudarlo tomó sus cosas y se fue.

En definitiva, nada está bien.

—Qué mierda.

—¿Todo bien?

—No. Nada está bien. Todo es una mierda —refunfuñé mirando la mesa vacía de Kenma—. ¡Qué mierda!

—Deja de insultar.

—Tú cállate.

—Hermano, ¿por qué estás tan mal? —Kai, otro amigo, preguntó—. Nunca te había visto así.

—¿Así cómo? —lo miré molesto. Los chicos me miraron sorprendidos—. Estoy bien, Dios. Coman y ya, no se metan en lo mío.

Solo bastaron unos segundos para que Yaku y Kai intercambiaran miradas y se levantaran con sus cosas. Desvié la vista de la mesa otra vez y los miré sorprendido.

—¿Eh?

—Cuando se te pase la estupidez nos avisas, ¿si?

¡Y una mierda!

Regresé a casa solo, pateando una roca y pensando en lo idiota que me sentía. Kenma seguía ignorándome por completo, incluso mis mensajes.

Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

O como se diga.

Antes de llegar a casa me dí vuelta y salí corriendo a la suya. ¡No quiero estar así con él!

Difícilmente, Kenma¹ | Kuroken Donde viven las historias. Descúbrelo ahora