Capítulo N° 20

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Cuando cumplí veinte años, mis compañeros de trabajo e incluso Michael me recibieron con un pastel. Nunca me había pasado en ningún trabajo. Incluso los clientes, al enterarse, me dieron jugosas propinas para que pudiera comprarme algo. El restaurante estuvo lleno ese día, debido a ser San Valentín, por lo que recibí muchas propinas de varias parejas.

Como era día de semana, y para colmo San Valentín, opté por hacer una reunión en el fin de semana, así todos podíamos trabajar y ocuparnos de nuestras responsabilidades sin pena ni culpa.

Presencié cosas hermosas en el trabajo, dos pedidos de matrimonio, una noticia de embarazo y varios aniversarios. Era un día muy movido, y muy estresante, pero esas pequeñas cosas me alegraban el día y aligeraban la carga. Hacían que valiera la pena.

Con mi mochila llena de pequeños obsequios de algunos compañeros, que ya se habían vuelto amigos, me subí en la motocicleta y regresé a casa una vez finalizó mi horario. Había recibido muchos regalos, no solo en el trabajo sino también de Ash y de Eric. Y desde aquella vez que hablé con Ash todo fue muy distinto en mi vida, como si toda la niebla a mi alrededor se hubiera esfumado para dar paso a la claridad. Me sentía lleno, completo. Me sentía feliz.

Por supuesto, con Ash no nos tratábamos como padre e hijo, pero al menos lo sentía como un hermano mayor que siempre estuvo ahí ocupando ese rol de padre que nunca tuve. Comenzó a venir más seguido de visita, y aunque en algunas ocasiones discutíamos igual que siempre, también salíamos a beber algo juntos. Era extraño pero bonito.

Me detuve a comprar unas cervezas en una tienda, para poder beber con mamá ya que solo seríamos ella y yo. Tomé también algunas otras cosas que supuse nos faltaría en casa, además de unos snacks. Al salir de la tienda, justo cuando me coloqué el casco y acomodé las compras en la mochila, vi a una pareja entrar en una cafetería tomados de la mano, con los dedos entrelazados.

—No puede ser… —murmuré.

Apresuré el paso para husmear por la vidriera del lugar. Un hombre delgado y atractivo de piel curtida por el sol se estaba acomodando en una mesa para dos con otro hombre, de piel café oscuro. Seguían tomados de la mano y se hacían caricias con el pulgar.

—Ay, carajo.

Era Elijah. ¿Le estaba siendo infiel a Alex? ¿Quién en su sano juicio podría engañar a Alex? Regresé hacia donde dejé mi motocicleta y me quité el casco en el camino, para poder llamar por teléfono a mi amigo. Él y Elijah llevaban como diez meses saliendo, a menos que abrieran la relación sin que yo lo supiera…

Eh, Ricitos de oro. ¿Cómo está mi cumpleañero favorito? —dijo Alex no bien me atendió.

—Bien, acabo de salir del trabajo y estoy yendo para casa —dije y me mordí el labio—. Ey, ¿puedo hacerte una pregunta?

Claro, también acabo de salir del trabajo. Tenía pensado ir a verte. Pregunta lo que quieras.

—¿Tú y Elijah… por casualidad abrieron la relación?

Alex se mantuvo en silencio por unos momentos, aunque podía oír su respiración.

No, pero… nos tomamos un tiempo, las cosas no estaban yendo bien y… ¿Por qué lo preguntas?

Pequeños sorbos de téDonde viven las historias. Descúbrelo ahora