Capitulo 7: Tanatofobia.

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En una sala de hospital, un hombre esperaba, dormido en una silla, fuera de una habitación. Su esposa, embarazada, estaba dando a luz. Era el 25 de septiembre de un año desconocido, y en ese momento nació un niño.

Al padre le permitieron entrar a la habitación. Allí estaba ella, sosteniendo a su hijo en brazos, su rostro marcado por el cansancio del parto, pero con una expresión de felicidad incomparable. El bebé, por su parte, solo miraba al vacío, tranquilo y expectante.

Veinte años pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Aquel niño creció con un profundo resentimiento hacia su familia. Su madre había muerto en una camilla de hospital por negligencias médicas, y su padre, consumido por la tristeza, su depresión lo sucumbió, hasta que su hora igual llego. El joven fue testigo de ambas pérdidas, viendo morir a las únicas dos personas que lo amaban. Su familia comenzó a verlo como un mal presagio: todo había sido perfecto hasta su llegada. Aunque lo apartaron, tampoco tuvieron el valor de echarlo a la calle.

Él permanecía allí, con un rostro vacío de emociones y un corazón oscuro como el carbón.

Un día, como cualquier otro, el joven caminaba por un extenso prado verde. La hierba y las flores se extendían a su alrededor en todas direcciones, llenando el aire de frescura y quietud. Aquel lugar era remoto, muy lejano, pero eso no le importaba; había escapado de su hogar, y para él, era lo mejor que le había ocurrido. Al fin, se sentía libre.

De repente, una extraña sensación lo recorrió. Sintió que alguien lo observaba. Era un lugar enorme... ¿Cómo era posible que hubiera alguien más allí? Se giró y descubrió una figura encapuchada, recostada tranquilamente contra un árbol. La capa de la figura ondeaba suavemente al viento, como la cola de una serpiente.

-¿Quién eres tú?

-¿Crees en el destino? -preguntó el encapuchado con una voz suave, que resultó ser la de una mujer.

-¿Qué clase de pregunta es esa?

-Todo en este mundo se mueve gracias al destino. El destino nos guía hacia nuestro camino, un sendero del que no podemos escapar.

-...

-Te conozco bien, chico -continuó la mujer-, porque ya he visto tu destino. Yo soy la Emperatriz y tengo el poder de ver lo que te aguarda.

-¿Qué? ¿Mi destino?

-Así es, ¿no es un don milagroso? -dijo la Emperatriz con una sonrisa.

-¿Qué estás diciendo? ¿Crees que voy a creer en esas tonterías?

-Tu destino es la grandeza; llegarás a ser inmensamente poderoso. Serás un dios entre los hombres -declaró la Emperatriz.

-¿Qué? ¿Hablas en serio? ¿Yo, todo poderoso?

-¿Te entusiasma la idea? -preguntó la Emperatriz.

-¿A quién no le encantaría tener poder?

-¿Deseas saber cómo obtendrás todo ese poder? -susurró la Emperatriz.

-Sí, cuéntame, mujer, ¡dime cómo alcanzaré mi gloria!

-¿Tu gloria? -respondió ella

- Si realmente me conoces, sabrás por qué ansío tanto esto: el poder de liberarme de las cadenas del pasado y ser alguien en este mundo.

-Lo sé -respondió la Emperatriz, enigmática-. Entonces, deja que mi "Memory Remains" guíe tu camino. Juntos, alcanzaremos nuestras metas, como maestra y discípulo.

-¿Maestra?

-Todos tenemos algo que enseñar a los demás, y tú eres perfecto para esta misión -concluyó la Emperatriz, esbozando una sonrisa bajo la capucha.

Cross Odyssey parte 2: Hijo de HombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora