LXIII: Inesperado

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Dos horas pasan muy rápido, pero en dos horas estaban todos listos para partir. Los guardias de la ciudad también recomendaron a Zeth que se vayan de inmediato, el grupo de ladrones que habían asaltado a Samira, eran carroñeros infiltrados en el mercado y no sabían exactamente cuantos eran los que conformaban la pequeña banda.

Pronto abandonaron la ciudad a toda marcha, otra vez desierto adentro. Zeth a la cabecera y Seb en la retaguardia iban en constante comunicación. Atsu y Gyasi iban más atentos de lo costumbrado y Samira podía notar el nerviosismo de sus comportamientos.

-Mehmet, ¿Qué ocurre? - Preguntó Samira a Mehmet en voz baja.

-No es nada. Por ahora hay que mantener el buen ritmo y alejarnos de las ciudades lo que más podamos.-

Pasaron unas horas de trote casi constante, y Samira vio que Zeth hizo una seña a Mehmet y este se adelantó junto a él. Luego Zeth giró su caballo negro y rompió en galope a la retaguardia.

Atsu y Gyasi siguieron vigilando alrededor.

Cuando las dunas eran altas, Samira podía observar que las murallas de Milard casi no se veían, habían dejado atrás la ciudad del Este más rápido de lo que habían llegado. Pero entonces a la distancia, como pequeñas hormigas vio dos puntos negros aparecer y desaparecer en las dunas de arena blanca. ¿Los estaban siguiendo?

La confirmación a sus sospechas fue cuando Gyasi se acercó a ella y le dijo que acelerarían el ritmo, ya que efectivamente los estaban siguiendo.

-Tal vez no se animen a enfrentarnos, no se preocupe, pero lo mejor será sacarles ventaja. – Explicó Gyasi a Samira. –Mehmet tomará el lugar de guía ahora y el comandante y Seb serán nuestros guardas. -

Samira tragó saliva y se concentró en obedecer todo lo que le indicaban.

En la retaguardia Zeth vigilaba las espaldas de la caravana.

-Intentaré perderlos... - dijo Zeth a Seb.

-Atsu dijo que vio tres... Voy contigo, comandante. - le contestó Seb.

-No. Necesito que protejas a los demás aquí. Iré quedándome atrás en la próxima hora, quiero que me alcancen desierto adentro, si es que lo logran. – Explicó Zeth.

- ¡Ja! Lejos de las jurisdicciones. La sangre de los Kelubariz hierve con facilidad ¿eh? - se burló Seb.

-Evitaré enfrentarlos, pero no prometo nada...- dijo encogiéndose de hombros con picardía. – Ustedes no cambien el rumbo, yo los alcanzaré más tarde. -

-Ya me conoces comandante, no me hagas esperar mucho. Si el sol se pone en lo alto y no nos alcanzas, iré a buscarte. -

-No pienso dejar que ellos se acerquen más a mi caravana. Tu misión es cuidar de los que tienes adelante, Seb. – Señaló hacia a la formación compuesta por el resto del grupo.  -Mehmet queda a cargo, lo que quieras hacer, deberás consultarlo con tu guía. – Dijo Zeth con una de sus media sonrisas y se abrió un poco de la formación, empezando a tomar distancia.

-Zorro astuto. No se preocupe comandante, sabré servir y cumplir con mis obligaciones. – Le respondió con sarcasmo Seb.

Samira vio que Gyasi se giraba y hacía una señal con su mano, entonces ella también se giró para ver. Seb se acercaba a ellos manteniendo el ritmo, pero la silueta de Zeth se alejaba de la pequeña caravana y se perdía entre las dunas. Miró con preocupación a Gyasi y Atsu, quienes se acercaron a ella uno de cada lado.

-No se preocupe mi señora. El comandante los perderá y nos alcanzará más tarde. – Le explicó Atsu. – Nosotros debemos mantener el rumbo y la velocidad lo más que podamos, descansaremos cuando el sol esté en lo alto. –

-No se descuide, manténgase hidratada y protegida del sol. Tome, son dátiles, mastíquelos si siente falta de energía hasta el almuerzo. – Gyasi le ofreció una pequeña bolsa con dátiles de frutas.

Samira aceptó el ofrecimiento, pero no tenía hambre, es más, en su estómago solo había un nudo desde el asalto en el mañana temprano. Nadie había culpado a nadie sobre armar el alboroto que los llevó luego a tener que partir anticipadamente, pero ella se sentía culpable.

Después de el regaño de Zeth, este solo dio ordenes y no abrió más de lo necesario la boca. Samira lamentaba todo lo ocurrido. Y ahora que estaban siendo perseguidos solo rogaba que Zeth pueda perderlos y reunirse con ellos cuanto antes. En silencio, les pidió a los dioses que no permitan que nada malo les ocurra de ahora en más.

Zeth, por su parte, se tomó su tiempo para jugar un poco y hacerse perseguir por los carroñeros, de esa manera comprobó que efectivamente, lo eran. Estudió las características del terreno, la dirección del viento y la posición del sol. En total eran tres caballos y cinco personas, cuatro montaban en pares. No podía dejarlos acercarse a la caravana, y menos a Samira.

Cuando estuvo seguro que lo seguían de cerca, escogió estratégicamente subir a la cresta de una duna con barlovento empinado. Una flecha le pasó zumbando por un costado. "¿Arquero?... Necesitarás más puntería que esa." Pensó confiado.

Antes de descender al valle de deposición se frenó a medio camino del empinado lado de sotavento para poder sorprenderlos. Desenfundó su espada y la blandió orgulloso.

-Vamos, vengan por mi. – Se dijo para si mismo dándole unas palmaditas a Layl. –Tu y yo Layl, ya sabes qué debemos hacer... Es hora de perderlos. -

***

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora