LXVI: Fiebre

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La señora Zeynep, limpiaba con trapos húmedos la sangre que manchaba el pecho y el cuello de Zeth con confianza y seguridad. Y luego de echarle una mirada de arriba abajo a Samira volvió a su tarea.

- ¿Eres su esposa? - preguntó sin mirarla.

-Si...- dijo Samira mirando como la señora atendía a su marido.

-Tendremos mucho trabajo esta noche... Debemos ayudarlo a que supere la fiebre... ¿Atendiste antes a enfermos? -

-N-no... bueno... solo una vez, a mi hermano pequeño...- dijo Samira.

-El veneno de gusano de desierto es un paralizante, y causa mucho dolor, además de que son heridas algo profundas. Debemos tratar de que no se mueva mucho...-

En ese momento volvió a entrar Mehmet.

- Señora, tenemos todo listo... ¿Parece dormir? - Preguntó Mehmet al ver a Zeth en la cama.

- No, sigue desmayado, el dolor y la perdida de sangre fue demasiado. La fiebre parece ceder, pero no estoy segura...- dijo la señora Zeynep humedeciendo de nuevo un paño limpio y pasándolo por la frente de Zeth.

-Lamento que tengamos que partir tan pronto. No tenga miedo señora, el se recuperará. Y cuando despierte, explíquele con calma. Nosotros regresaremos apenas nos sea posible. - dijo Mehmet.

A Samira se le llenaron los ojos de lágrimas.

-No tarden... - alcanzó a decir con un hilo de voz.

Mehmet asintió.

-Se la encargo mucho señora Zeynep. Muchas gracias por todo lo que esta haciendo por nosotros. - dijo Mehmet antes de salir echándole una última mirada a su señor con preocupación.

La señora Zeynep asintió con la cabeza nada más y luego estudió un poco el rostro de Samira que ya dejaba correr algunas lágrimas. Luego le pidió que se acerque para que enjuague los paños mientras ella terminaba del limpiar la sangre de Zeth. Le llamaba la atención que Samira evitaba tocar el cuerpo de su marido, se la veía nerviosa más allá de su angustia. ¿Es que esa muchacha no estaba acostumbrada a su marido? Veía algo extraño ese comportamiento en ella.

Al cabo de un rato cuando terminaron de limpiar la sangre de Zeth, Zeynep rompió el silencio.

-Bien, si vas a quedarte, puedes instalarte en esta misma habitación. La casa no es muy grande, pero creo que aquí estarán bien. Iré por más agua limpia, la fiebre volverá a subir en cualquier momento y hay que estar preparadas. – dijo la mujer a Samira.

-Muchas gracias...- dijo Samira mirando a su alrededor.

-Ya partieron... Los muchachos dejaron al caballo de tu marido en mi establo, ven conmigo, te ayudaré con sus cosas. Es un caballo bastante bravo. - dijo el doctor Burjan desde la puerta de la habitación.

-Lo es. Debe estar un poco asustado, quiere mucho a su dueño, son muy unidos.- Dijo Samira recordando las interacciones que había visto entre Zeth y Layl.

-Seguro es pura sangre... Yo hace rato que solo uso caballos de tiro para llevar y traer las cosas del mercado nada más. Por aquí. - El doctor la guio hasta el pequeño establo.

Samira cubrió su cabeza por si debían salir afuera, pero el establo estaba casi pegado a la casa y se comunicaban por dentro de las tapias altas que separaba la calle de la propiedad del doctor.

-Tranquila, no hay peligro mientras estés en mi casa. Allí está. -

Layl estaba inquieto y relinchaba, le habían logrado sacar la montura, pero aun tenía sangre de Zeth que manchaba su pelaje brilloso en el lomo y en el cuello.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora