Cap 1: sentimientos confusos

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Un día soleado en el jardín de niños, María estaba sentada sola en una pequeña mesa de colores, con los ojos llenos de lágrimas. La tristeza se apoderaba de ella porque sentía que no tenía amigos. Sus pequeñas manos intentaban secarse las lágrimas mientras miraba al suelo, sin saber cómo hacer que el dolor desapareciera.

De repente, una niña llena de energía y sonrisa brillante, Ivanna, la vio desde el otro lado del salón. Sintió una punzada en el corazón al ver a María tan triste y decidió acercarse. Caminó con pasos firmes pero dulces hacia ella, determinada a hacerla sentir mejor.

—¡Hola! Soy Ivanna. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó con una sonrisa amigable.

María levantó la vista con timidez, aún limpiándose las lágrimas.

—S-soy María... —respondió con un hilo de voz, luchando por detener el llanto.

Ivanna, que siempre sabía cómo sacar sonrisas a las personas, se agachó a su altura y con voz suave le dijo:

—No llores, vas a estar bien.

María hizo una pausa antes de hablar, como si no supiera si debía confiar en las palabras reconfortantes de Ivanna.

—P-pero no tengo amigos... —murmuró, volviendo a sentir esa soledad que la abrumaba.

Ivanna le dedicó una mirada comprensiva y sin dudarlo un segundo más le ofreció su amistad:

—Yo seré tu amiga.

Con esa simple frase, el mundo de María comenzó a cambiar. Ivanna tomó su mano con suavidad y la llevó al área de juegos, donde empezaron a reír juntas. Poco a poco, las lágrimas de María fueron reemplazadas por sonrisas y desde ese día, nunca más volvió a estar sola. La conexión entre ellas se hizo fuerte desde el principio.

Los años pasaron. María y Ivanna crecieron juntas, su amistad era un pilar en sus vidas. Ahora, María tenía 16 años e Ivanna 15. Estaban en el patio de la escuela hablando con otras dos compañeras, Catalina y Kamila. Todo parecía normal hasta que la conversación tomó un giro brusco.

Kamila, con un tono burlón, decidió hacer un comentario cruel sobre Catalina.

—Pareces Mr. Popo —dijo entre risas.

Catalina, acostumbrada a las bromas, decidió responder de la misma manera.

—Y vos parecés Majin Buu —le contestó, intentando mantener el humor.

La situación se mantenía dentro de lo gracioso hasta que Ivanna, que siempre había sido la mediadora, decidió intervenir para calmar las aguas.

—Catalina, vos sí parecés... —dijo Ivanna, pero no llegó a terminar la frase cuando Catalina explotó.

—¡CALLATE! AL MENOS YO SOY BONITA, NO COMO VOS, ¡GORDA TERMOTANQUE CARA DE PEPERONI! —gritó Catalina, dejando un silencio tenso en el aire.

Ivanna, herida profundamente por las palabras de Catalina, corrió hacia el baño con lágrimas en los ojos. María, que había presenciado toda la escena, sintió su corazón romperse al ver a su mejor amiga tan afectada. Sin dudarlo, fue corriendo tras ella, buscando a alguien que la ayudara. Le contó a Esther lo que había pasado, y Esther, sin pensarlo dos veces, se lo dijo a Alex. Ambos siempre habían tenido sus reservas sobre Catalina, y este incidente no hizo más que aumentar su desprecio por ella.

María llegó al baño y encontró a Ivanna llorando en una esquina. Sin decir una palabra, se acercó y la abrazó con fuerza. Sabía que Ivanna no era fan de los abrazos, pero en ese momento no importaba. Ivanna, sorprendentemente, no la apartó. Se dejó abrazar, y ambas se quedaron en silencio, compartiendo ese momento íntimo de consuelo.

Esther y Alex, mientras tanto, miraban la situación desde lejos, llenos de enojo hacia Catalina, pero también con una creciente curiosidad sobre la relación entre Ivanna y María. Los dos amigos habían notado algo diferente en la forma en que se miraban últimamente. Había una conexión más allá de la amistad, una que ellos no lograban comprender del todo.

Después de un rato, María e Ivanna volvieron a clase. Ivanna, agotada emocionalmente, se quedó dormida al lado de María, apoyando su cabeza en su hombro. Esther y Alex observaron la escena con más atención. Había algo especial en cómo se miraban, en la forma en que Ivanna confiaba en María de una manera que no confiaba en nadie más.

—¿Crees que... Ivanna y María se gustan? —preguntó Esther en voz baja a Alex.

Alex, pensativo, respondió con un leve encogimiento de hombros.

—No lo sé, pero se miran de una manera... diferente.

Ambos amigos siguieron observando a Ivanna y María, mientras en sus corazones comenzaba a nacer la sospecha de que tal vez, solo tal vez, había algo más profundo entre ellas que solo amistad.


Fin

Fin

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