CAPITULO III JUNTOS

1 0 0
                                    

- Cómo estás? Te extrañe demasiado- dijo mientras lo abrazaba con más fuerza, sin llegar a ser brusco- tenía demasiadas ganas de verte, te quise dar una sorpresa, espero que te haya gustado.

- Por supuesto que sí, me encanta verte, me alegra que hayas venido a verme.

- Qué bueno que te haya gustado la sorpresa- lo soltó, mantuvo sus manos en los hombros de Pedro- ¿a dónde ibas? Supongo que ibas a salir.

- Ah sí- había olvidado que tenía que comprar la comida de la semana- tengo que comprar la despensa, no tengo nada.

- Entiendo, te llevo- le dijo con su habitual tono de voz, firme, pero siempre gentil, nunca brusco o demandante.

- No hace falta, de verdad.

- Vine a verte porque quiero pasar tiempo contigo, te extrañe- le dijo mientras le daba un corto abrazo- pero está bien, entiendo si no quieres pasar tiempo conmigo. Yo siempre entiendo- fingió ponerse triste. Pedro se alarmo, sabía que estaba bromeando, o eso esperaba, no quería lastimarlo ni hacer algo que lo hiciera alejarle.

- Claro que no- se apresuró a contestar- yo siempre quiero estar contigo, siempre- dijo mientras lo miraba fijamente a los ojos.

- Estaba bien, te creo, solo estaba jugando- lo envolvió con su brazo derecho y empezó a encaminarlo a su coche- sube, te llevo, de verdad que no hay problema. Será divertido hacer la despensa contigo, como una pareja.

Pareja. El corazón de Pedro se aceleró, retumbaba en su interior con tal magnitud que casi podría abrir su pecho. No puedo evitar sonreír, Gerardo le acaricio el mentón, le gustaba verlo sonreír. Es como deseaba hacerlo sentir. Le abrió la puerta y espero que se sentara para cerrarla, se apresuró a subirse y encendió el coche.

- Y bien, ¿a dónde vamos? - pregunto mirándolo fijamente- te puedo llevar al supermercado de la plaza que está cerca fraccionamiento, después de que compres te puedo invitar algo, podemos incluso comer.

- Me encantaría, pero los precios son un poco altos, solo por el lugar. He ido a la sucursal del centro y los precios están bien, pero como se trata de una sucursal selecto los precios suben un poco, digo no es mucho, pero estoy por mi cuenta, tengo que economizar y cuidar mi dinero.

- Entiendo, te ofrecería mi ayuda para pagar, pero creo que la rechazarías.

- No lo haría por grosero, lo sabes, pero me parece abusivo. Apenas no estamos conociendo y tampoco tienes que correr con todos los gastos, a veces me apena.

- No tienes porque- sostuvo tu mano- me importas, puede que tengamos poco tiempo de conocernos, pero lo que conozco de ti me gusta, quiero ayudarte en lo que pueda y me permitas. Es tu decisión y la respeto, pero quiero que sepas que no estás solo, me tienes a mí, puedes contar conmigo. ¿A dónde vamos entonces?

- Me gusta el supermercado de Arco Sur, el camión pasa cerca de mi casa y me gusta el trayecto. Puedo ver muchas cosas, me gusta esa parte de la ciudad.

- Está bien, allá vamos.

Finalmente, Gerardo empezó a conducir. Pedro era sincero con su comentario, le gustaba esa parte de la ciudad y durante todo el trayecto estuvo atento viendo por la ventana. Adoraba el verde de esas calles. No tardaron mucho en llegar, todavía no era la hora del tráfico, cuando era mediodía, las calles se convertían en un mar de coches, de repente un trayecto de quince minutos se volvía uno de cuarenta. Entraron a la plaza y Gerardo se estacionó. Se bajaron y caminaron hacia el supermercado. Estaban por entrar cuando Gerardo se detuvo a preguntar.

Amor y otros desastresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora