Capitulo IV LO HICISTE SENTIR COMO UN HOGAR

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La comida sabía mucho mejor, los días eran más brillantes, el sol calentaba más, la música era más dulce. Se había convertido en algo, que solo podía existir cuando estaba con él. Lo pudo comprobar al despertar, cuando estiro su brazo y no había nadie más en la cama. Ya lo extrañaba, se sentía frío, solitario. No podía estar sin él. Unos minutos después entró por la puerta, traía una bandeja, con un desayuno y jugo. Se sentía vivo nuevamente, completo.

- Buenos días- le sonrío- supongo que debes estar crudo, prepare unos chilaquiles- puso la bandeja en una de las esquinas de la cama- son verdes, mis favoritos, espero te gusten. En mi baño tengo unos cepillos nuevos, están guardados todavía en su caja, para que te laves los dientes y la cara. Te espero para desayunar juntos.

Pedro se metió al baño e hizo toda su rutina mañanera, cepillarse los dientes con un cepillo nuevo, parte de él estuvo tentado a usar el de Gerardo, se contuvo al pensar en lo raro e incómodo que podría ser si daba cuenta de lo que había hecho. Se lavo la cara, sentía cierta pesadez, su cuerpo se sentía casi fracturado. Supuso por el alcohol, tomó bastante, ni siquiera recordaba la cantidad de vasos que se tomó. Tardo unos quince minutos en salir del baño, ahí estaba él, sentado en la cama con la bandeja al lado. Tenía dos platos, cubiertos y una jarra pequeña con jugo de naranja, un par de vasos. No se había percatado de lo hambriento que estaba, terminó con su platillo y se sirvió jugo, también estaba sediento. Le sirvió jugo a Gerardo y espero que él también terminase de desayunar. Mientras lo veía comer, no podía dejar de recordar el beso que se dieron ayer. Fue mágico, casi milagroso, no sabía lo mucho que lo había deseado hasta que lo tomó. Había fantaseado con ello, pero no se comparaba a la realidad. Fue increíble, mejor de lo que pudo haber imaginado. Y lo mejor de todo, él le devolvió el beso. Él también lo quería. Quería besarlo, sus labios lo llamaban. La sensación suave, ardiente y eléctrica de sus labios contra los suyos, no se cansaría nunca de esa sensación y cada vez querría más. Gerardo terminó de comer, se tomó el jugo y puso las cosas sobre la bandeja, se la llevó. Regreso unos minutos después, nuevamente se sentó en la cama, esta vez cerca de Pedro, tomándole la mano.

- Quería preguntarte, ¿somos novios? – pregunto, solo quería estar seguro.

Gerardo le respondió con un beso. Tomó su rostro entre sus manos y lo beso, respondió el beso casi al instante. Era una experiencia de otro mundo, podía haber muerto en ese instante, lo deseaba tanto. No podía mantener sus manos quietas, recorrían el cuerpo del otro, lentamente se recostaron sobre la cama. Terminaron abrazos, viéndose. Por un momento, eran solo ellos, compartiendo caricias, el suave tacto de sus dedos sobre el rostro del rostro. Moviendo con delicadeza los mechones de cabello que caían sobre la frente, los ojos. Tocando el contorno de la nariz, los labios. Acariciando sus hombros, pasar por sus brazos hasta llegar a sus manos, su destino, se entrelazaron. Pedro podría morir en ese momento sí, pero por primera vez en mucho tiempo, tenía ganas de vivir, lo codiciaba. Daría lo que fuera por vivir así, por la eternidad junto a él. Podría pasar su juventud y entregar su vejez con tal de compartir su existencia con Gerardo. Lo enterraría, antes de morir, lo enterraría.

- Me encanta estar contigo- comenzó a acariciar el brazo de Gerardo- me fascina estar así contigo.

- Tuve un sueño maravilloso, dormir contigo fue increíble. Me sentí tan cómodo, tenía tiempo que no estaba tan relajado y estar entre tus brazos fue tranquilizante- otro beso- quiero dormir contigo todas las noches.

Apenas habían empezado y ya habían abandonado la tierra, estaban flotando en el espacio. Sin ruido, sin problemas o preocupaciones, nadie más que ellos, eran todo lo que necesitaban y quería. Se sentía tan bien que ese ensordecedor silencio parecía haberse disipado, el vacío que lo había acompañado toda su vida se había ido, estaba lleno. No era capaz de sentirlo y a pesar de que seguía ahí, en su interior, estaba adormecido por sus nuevos sentimientos. Ya no le preocupaba, no creía que lo volviese a sentir en su vida, por lo menos no mientras tuviera a Gerardo. Seguían recostados cuando él hablo.

Amor y otros desastresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora