CAPITULO X MIEDO Y OTROS DESASTRES

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Todos me dicen que toda vida es valiosa, incluso la mía, entonces ¿por qué no me siento valioso?

Estaba listo para el cambio, su última fase entonces podría afrontar la verdad, no temía del final. El viaje de regreso fue igual de increíble, estaba fascinado, sabía que veías las mismas cosas pero no se miraban igual, su percepción había cambiado. Estuvo realmente calmado, desde que salieron de hotel y emprendieron el camino. Calma. Nunca se había sentido así, después de sus dieciocho años y antes de conocer a Gerardo, pensó que eso era tranquilidad, nunca lo fue, era silencio. Esto lo era, sabía que no se volvería a sentir así, debía hacer lo necesario para atesorar el sentimiento, era suficiente para él sentirlo por una única vez. Creía que podía continuar, ya se encargaría de replicarlo, solo debía despejar la neblina. Los verdaderos sueños no morían, esperan.

Tal y como Gerardo le prometió, cuando pasaron nuevamente por el pueblo cuyo nombre le había parecido gracioso para comer en el dichoso parador. Se despertaron tarde, se apuraron para arreglarse y recoger sus cosas, entonces salieron del hotel y emprendieron el viaje en carretera de regresó. Le gusto la comida del lugar, era bastante tradicional, no tenía un menú exclusivo, sino que parecía recoger las mejores y más conocidas comidas del estado. Llegaron a la ciudad pasado el mediodía, lo dejó en su casa, se despidieron de un beso y él se fue. Dijo que le hablaría después. Era una tarde algo calurosa, no tanto como en el puerto, pero hacia algo de calor, lo suficiente para que unas pequeñas gotas de sudor se asomaran por su frente. Se despojó de su ropa, prenda por prenda y las tiro en el piso, dejando un rastro en su camino a su cuarto. Ahí se recostó en su casa, olía a él y a Gerardo, tenía sus aromas impregnados. Se levantó solo para verse en el espejo, su piel desnuda, hasta entonces no se había cuestionado sobre ello, sabía que no era el punto, pero se acercaba. Prendió su ventilador y comenzó a quedarse dormido.

¿Qué es esto? Despertó entrada la noche, era tarde. Todo estaba sumido en oscuridad, lo primero que escucho fue el ruido de su ventilador que parecía haberse elevado algunos tonos, lo ensordecía. Se apresuró a levantarse de la cama para apagarlo. Fue al baño y cuando regresó a su cama, se dio cuenta que ya no podría dormirse otra vez. Lo intentó. Primero cerró sus ojos con fuerza, el esfuerzo fue en vano y quizás hasta tonto, no era la forma de conciliar el sueño. Abrió los ojos y se perdió en su techo. Su mente hablaba demasiado, no podía ignorarlo, cada vez que pensaba en apagarse y dejar de pensar, más pensamientos se encimaban sobre él, abrumándolo. Se giraba sobre la cama, se recostó sobre su lado derecho, después el izquierdo, boca arriba y boca abajo, tampoco pudo dormirse. Seguía pensando. Se levanto de la cama, se estiró un poco, quizás debía agotarse un poco. Solo había querido dormir unos minutos, pensó que despertaría en unos treinta, pero desde que se acostó hasta que despertó pasaron siete horas. Ya no tenia sueño, los pensamientos se formaban con violencia en su mente, casi podía jurar que le dolía la cabeza. Intento escuchar sus canciones favoritas, quizás con ello se distraería un poco y podría conciliar el sueño. Tampoco funcionó, aborreció sus melodías favoritas, en ese momento le parecieron ruidosas. Comenzó a rascarse la cabeza desesperado, se tallaba con brusquedad los ojos y acariciaba su estomago con la esperanza que alguna de sus acciones pudiera aliviarlo. Nada parecía surtir efecto. Camino en círculos por su cuarto, a oscuras, por momentos se quedaba parado en una de las esquinas contemplado el resto de la escena. La cama deshecha, algunos zapatos y papeles tirados, el ventilador apagado, los muebles con polvo. Su desorden. Se volvió a recostar en la cama, aparentemente derrotado y decidido a quedarse dormido. Cuando pensó que no tendría alternativa tuvo una ultima idea, era rara, ya lo había hecho, pero el momento no parecía apropiado, parecía algo sucio y perverso. Entonces pensó en él, el contorno de sus labios, lo alegre de sus ojos, lo fuerte y detallados que parecían sus músculos, su risa y aroma, su voz. Pero tampoco tuvo efecto, había algo más dentro de él, más fuerte que su pasión y deseo que no le permitía tranquilizarse. ¿QUÉ ES ESTO?

Amor y otros desastresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora