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Enji descansaba en su oficina, en su escritorio pulcramente limpiado y meticulosamente ordenado.
Leía el expediente de uno de sus pacientes ya curados y hacía un informe sobre su recuperación cuando su secretaria entró.
— Enji-sama, tiene una solicitud de paciente hecha por la policía federal. —dijo seria la Alfa pelinegra que había cruzado la puerta, extendiendo el expediente donde estaba la información.
Enji tomó la carpeta y la ojeó, leyendo todo el historial del paciente.
Se llamaba Izuku Midoriya. Un asesino en serie, que había asesinado a sus padres y a sus dos hermanos mayores. Luego expandió su radar de víctimas matando a sus vecinos, maestros y compañeros de clase. Lo atraparon visitando una tumba en el cementerio de Osaka. Le hicieron un exámen de IQ y dió ciento ochenta. También le hicieron un exámen de enfermedades mentales y le detectaron psicopatía, problemas de ira, transtorno obsesivo-compulsivo y depresión.
— ¿Porqué me asignaron el caso específicamente a mí? —preguntó a su secretaria.
— Lea lo que dice más abajo. —ordenó, el Alfa pelirrojo hizo lo pedido.
"...Se han probado doce psiquiatras y ninguno logra algún avance en el paciente, si no funciona con el doctor Enji Todoroki será enviado a un manicomio general..."
Eso le dió un mal sabor de boca. Si el chico llegara a estar en un manicomio general lo pasaría realmente mal.
— Está bien, aceptaré el caso. —miró a Momo, la Alfa. Cuando era adolescente era demasiado orgulloso y a pesar de que ya había superado sus problemas de egocentrismo y narcisismo, algo le decía que el si iba a poder ayudar al chico.
— Está bien Enji-sama, avisaré para que lo trasladen a las instalaciones. —la mujer se fue a hacer su trabajo, mientras que Enji volvía a su antiguo expediente para seguir con sus labores.
...
Enji estaba caminando por los pasillos de su psiquiátrico, iba en camino a la habitación de su nuevo paciente.
Se sorprendió al saber que el chico estaba en el piso cinco. El hospital se separaba en distintos tipos, el cinco era el nivel donde estaban los pacientes más peligrosos y en el nivel uno los que ya tenían los días contados para salir.
Abrió la puerta de la habitación y lo primero que notó fue el dulce aroma que estaba por todos lados. Era olor a galletas recién horneadas.
Por el dulzór del aroma supuso que era un Omega. Y no uno cualquiera, un Omega puro.
Pudo divisar al chico, estaba sentado en la cama viéndolo fijamente. Era hermoso.
Parecía sin bromear, un ángel. Su piel blanca como la nieve, sus labios rojos como la sangre y su cabello negro como el ébano, aunque pudo ver que se trataba de un verde pero muy oscuro. Sus ojos verdes y brillantes se destacaban.
