Capítulo 4

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En cuanto sonó la alarma de mi celular, lo apagué. Tomé impulso para levantarme a cambiar de ropa, aunque no es como que me hubiera puesto algo muy diferente a la ropa para dormir.

En la cocina, mamá estaba dándole un desayuno a Julia, quien es la única emocionada porque es su primer día de clases en la vida, solo estará un año en el jardín de niños, y, como si fuera poco, mamá le ha llenado la cabeza de que será estupendo hacer nuevos amigos, aprender cosas nuevas, etcétera, etcétera, todas esas cosas me las dijo a mí y nunca fue tan maravilloso como me prometió.

Desayuné nada más un café e ignoré el desayuno preparado para mí.

Salí después de lavarme los dientes, solo que tengo que esperar a mis hermanos.

Soy yo la que deja a cada uno en su respectiva escuela, antes con Santiago.

—Leiva.

Busqué entre la gente caminante y me encontré con un chico recargado en la reja de mi casa.

Rubén.

Es uno de los amigos más cercanos de Santiago.

—¿Vas a ir a la escuela? —preguntó y asentí—. ¿Cómo está Santiago?

Respirar se hizo doloroso y sentí como si me atravesaran una vara en el corazón.

—Está bien —respondí.

—¿Vamos juntos? —me ofreció. Ladeó la cabeza, por lo que una mitad de su cabello se movió en el aire, siendo que es un tanto largo.

—No puedo.

Asintió para sí.

—... Será otro día —dio la vuelta, lanzó su mochila a la espalda, cargándola con un dedo, y siguió su camino.

Solo lo vi irse.

Su presencia me recordó que en menos de una hora estaré en la mira de todos los que ya sepan sobre Santiago.

Cuando estaba a punto de entrar por mis hermanos, Celeste salió siendo arrastrada por Noah.

Los hice caminar delante de mí. Nada más a Julia la llevé de la mano.

Mientras avanzábamos, Noah comenzó a discutir con Celeste, ella se negaba a devolverle su celular y el chico se lo arrebató, además de levantarle la voz.

—¡No me grites! —le reprochó la otra.

—Cállense —dije con cansancio y me puse en medio de ellos.

Debo admitir que su discusión me espantó el sueño, solo que ahora me duele la cabeza.

Dejamos a Julia y Celeste en la primera escuela, siendo que el jardín de niños y la primaria pertenecen al mismo plantel.

—Mamá vendrá por ustedes —indiqué.

Ellas salen a la 1:30 en punto, yo unos días a las dos o tres, así que no puedo recogerlas, y Noah no es como que vaya directo a casa.

Mi mamá sigue abriendo la tienda, pero puede salir cuando sea.

Seguí caminando con mi hermano. Esperamos en la parada de autobuses y este llegó puntual al veinte para las ocho.

Desde que Noah entró a la secundaria y usamos juntos el autobús, son incómodas las miradas que él recibe y, por defecto, yo también.

Posteriormente al difícil viaje, llegamos a mi instituto. La secundaria de Noah queda dos cuadras después, pero eso se lo avienta caminando.

—Si necesitas algo, me mandas un mensaje.

—Ajá... —avanzó, dejándome atrás.

Entré, me desvié hacia el área de bachillerato y, antes de llegar a mi salón, me encontré a Dánae merodeando. Me recibió con un abrazo.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora