Luca Rossi llegó a mi vida hace cinco años, en un momento en que la sociedad aún no estaba preparada para albergar a un ser de luz como él.
Mi querido roomie es un Omega, una persona que puede dar a luz, y que la sociedad considera meramente como un recipiente reproductor, categorizándolos de frágiles y sumisos. Al ser tan pocos en el mundo y cargar con ese estigma, los Omegas son tratados de una manera "diferente"; algo que yo, una Alfa dominante, no había experimentado jamás. Y en la cúspide de la hipocresía, los Alfas, personas nacidas con un alto intelecto, fuerza y capacidad de mejorar la especie humana con sus genes dominantes, son celebrados y aceptados. Por ello, tengo una pequeña riña con la sociedad debido a la manera en que nos tratan, especialmente a Luca. Y aunque sea una Alfa, decidí que Luca no merecía el trato que recibía, y cuando lo conocí y conocí por todo lo que pasó, me juré a mi misma proteger y velar por su bienestar.
Pero ahora, la idea de haber pasado mi celo en casa junto a él, y sin poder recordarlo, me llenaba de pánico. ¿Si le hice algo malo?
Bajé de la cama de un salto y corrí al espejo, buscando con desesperación algún signo, alguna marca que confirmara lo que temía.
—No puede ser... ¡Luca!
Mi voz resonó en el departamento, rompiendo el silencio de la mañana. Encontré a mi roomie en la cocina, aún con el mandil puesto, su rostro radiante y despreocupado.
—El desayuno estará listo pronto —dijo con una sonrisa.
Pero había algo en el aire, un olor extraño que solo intensificó mi ansiedad.
—¿Has limpiado? —pregunté, algo nerviosa.
—Un poco. ¿Por qué? —respondió tranquilamente.
Percibí un olor intenso a detergente y limpiador de piso.
—Dime la verdad —dije, tragando saliva mientras me acercaba a él y mi corazón latía con fuerza. No quería hacer la pregunta, pero necesitaba saberlo—. ¿Qué es esto? ¡Dime, por favor!
Había descubierto una pequeña marca en mi cuello, pero no podía reconocer de qué tipo.
—Hana, es solo una picadura de mosquito, nada más —respondió él con calma.
—¿Solo eso? —insistí, preocupada, pero no tanto por mí, sino por él—. ¿Realmente no hice nada... inapropiado durante el fin de semana? ¿Tú estás bien? ¿No te marqué?
—Hana —Luca, notando lo angustiada que estaba, se apresuró a guiarme hasta una de las sillas del comedor, y nos sentamos uno frente al otro—. Mírame a los ojos.
Me tomó con delicadeza del rostro, y una vez más, sus feromonas me envolvieron. Era casi adictiva la sensación de calma que él me transmitía. Sentí cómo mis hombros se relajaban, dejándome llevar por su serenidad. Observé su cabello revuelto, baje a sus profundos ojos verdes, adornados por unas largas pestañas y finalmente, observar su rostro angelical enmarcado por sus cejas pobladas, realmente me llenaban de una calma que no podía resistir.
—Yo estuve contigo el fin de semana. Estuviste durmiendo mientras pasabas tu celo —se detuvo unos segundos, hablándome de tal manera que buscaba tranquilizarme—. Ya otras veces hemos pasado por esta situación. ¿Lo recuerdas? Mantener la casa ventilada y limpia para que tus feromonas dominantes no me hagan efecto es el trato que hicimos. Por ello, no tienes que preocuparte de que hayas cometido alguna imprudencia. Yo estoy bien. Y nada sucedió.
—Entonces... sí lo pasé —murmuré, sintiendo una mezcla de alivio y vergüenza—. Aunque debería estar tranquila, ahora me siento como una estúpida.
Luca me envolvió en un abrazo suave. El peso de la incertidumbre y el miedo finalmente se disiparon, mientras apoyaba mi rostro en su pecho y escuchaba el latir de su corazón.
***
—¿Y qué harás, ahora que ya no trabajas? —me preguntó mientras compartíamos un desayuno abundante que él había preparado con tanto esmero, luego del colapso nervioso que tuve hace unos momentos.
—Supongo que volveré a buscar trabajo, ni modo —respondí mientras devoraba mi plato de avena con frutas. Después del celo, siempre me quedaba con un hambre voraz—. Puedo vivir un tiempo con la indemnización, así que no tenemos de qué preocuparnos —añadí con optimismo, notando que su expresión se veía un poco apagada—. No te preocupes, ¡saldremos bien de esta!
—Ok —me dijo, agachando un poco la cabeza.
Se comportaba extraño. Me miraba y luego esquivaba la mirada. Bueno, en los cinco años que vivimos como roommates, algo me enseñó sobre sus actitudes. Si tiene algo que decirme, lo dirá; no vale la pena forzarlo.
De repente, su celular sonó, una llamada entrante. Lo vi dudar por un segundo antes de tomar el teléfono y apagarlo de inmediato.
—¿Era Alan? —pregunté mientras mordía una rebanada de pan.
—Está bien —me dijo con una sonrisa algo forzada—. Saldré unos momentos. ¿Estarás bien sola?
—Por supuesto que estaré bien sola. Una mujer de 35 años ya sabe cuidarse. Vaya, vaya. Me traes un chocolatito de regreso.
Luca sonrió ligeramente antes de entrar a su habitación. Salió pocos minutos después, vestido con una camisa de cuadros verde, pantalones azules y zapatillas blancas. Su cabello castaño y su piel clara combinaban bien con ese atuendo sencillo. Aunque no parecía estar listo para una cita. Probablemente iría a la casa de Alan. Tomó sus llaves del recibidor, se despidió y cerró la puerta con cuidado.
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Mi querido roomie es un Omega
RomanceHistoria ambienta en un Omegaverse. Hana despierta sin recordar lo ocurrido el fin de semana. Mientras intenta desenterrar lo sucedido, descubre un oscuro secreto que involucra a personas cercanas a ella.