único

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El sol se filtraba por el techo del yate, bañando a Max en una cálida luz dorada mientras se tumbaba con los ojos cerrados, disfrutando del calor en su piel.

Abajo, en la cocina, Checo estaba concentrado en preparar un café, moviéndose con esa tranquilidad que solo el mar podía darle.

Lewis, por su parte, estaba fuera, ajustándose el traje de surf con una sonrisa. Había algo casi mágico en esos momentos de calma, donde los motores rugientes y las ruedas humeantes eran solo un eco distante en sus mentes.

El yate se mecía suavemente con las olas, creando una atmósfera casi irreal, como si estuvieran en un mundo aparte, lejos de la competencia feroz y las presiones constantes. Pero, como suele suceder, la realidad no tardó en hacer acto de presencia.

Checo, concentrado en su café, no se dio cuenta del pequeño cambio en el movimiento del barco. Una ola más fuerte golpeó el casco, haciendo que el yate se tambaleara inesperadamente. La taza que sostenía en la mano resbaló, y antes de que pudiera reaccionar, se estrelló contra el suelo con un estruendo seco.

El sonido del vidrio rompiéndose resonó por todo el yate, seguido de un grito ahogado, doloroso y lleno de frustración.

Checo se había cortado al intentar detener la caída de la taza, y ahora, mirando la pequeña herida en su mano, las emociones contenidas durante días se desbordaron.

Arriba, Max abrió los ojos de golpe, su corazón saltando en su pecho. El sonido del vidrio rompiéndose lo sacó de su ensueño, y en cuestión de segundos, ya estaba bajando del techo, con la adrenalina corriendo por sus venas.

Lewis, que ya estaba a punto de lanzarse al agua, se detuvo en seco al escuchar el grito. Se quitó la tabla de surf de debajo del brazo y corrió hacia la cocina, sin preocuparse por el hecho de que aún estaba descalzo.

Cuando llegaron, ambos encontraron a Checo en el suelo, rodeado de fragmentos de la taza rota, con la mano ligeramente ensangrentada. Pero no fue eso lo que más les alarmó. Checo, con los ojos llenos de lágrimas, murmuraba para sí mismo, con una voz rota que apenas lograba controlar.

“Red Bull tiene razones para sacarme… el piloto que viene será mejor… menos inútil…”

Max sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. No podía soportar ver a Checo así, tan abatido y lleno de dudas. Sin pensarlo dos veces, se arrodilló junto a él, acercándose tanto que pudo sentir el calor de su cuerpo temblando ligeramente. Con suavidad, Max colocó sus manos en la cintura de Checo, mirándolo con una determinación feroz.

“Antes de que yo me muera, tú no vas a perder ese asiento,”

dijo Max con voz firme, sus ojos brillando con una intensidad que hizo que Checo lo mirara directamente, sorprendido por la convicción en sus palabras.

Checo sintió algo dentro de él encenderse ante las palabras de Max, pero antes de que pudiera responder, Lewis se unió a ellos. Con cuidado de no pisar los vidrios, se acercó descalzo, sin importarle el riesgo de cortarse. Su amor por Checo lo impulsaba, y ni siquiera el dolor físico podía detenerlo.

“Y ten por seguro que no hay nadie mejor que tú,” añadió Lewis, su voz grave pero llena de ternura. Se agachó al otro lado de Checo, sus manos buscando las de su pareja con cuidado. “Ese asiento tiene tu  cola marcada , y ni vergas  quitan .”

Las palabras de Lewis, mezcladas con la protección que Max le ofrecía, fueron demasiado para Checo. Las lágrimas que había estado conteniendo se desbordaron, y en un movimiento desesperado, se lanzó hacia ellos, abrazándolos con fuerza. Los tres se quedaron allí, arrodillados en el suelo de la cocina, envueltos en un abrazo que hablaba de amor, apoyo y la promesa de que, sin importar lo que el futuro trajera, lo enfrentarían juntos.

Los días que siguieron fueron duros. La noticia llegó como un balde de agua fría: Christian Horner confirmó que Checo no estaría en Red Bull para la temporada 2025. Lo anunció con esa frialdad que caracterizaba las decisiones difíciles, como si se tratara de un simple cambio de estrategia. Para Max, sin embargo, fue un golpe directo al corazón.

Max dejó de hablar con Christian, su relación se enfrió al instante. No podía soportar la idea de que Checo, su Checo, fuera tratado como si fuera reemplazable.

Sabía que Christian no lo había hecho por maldad, que eran negocios y nada más, pero la amargura persistía. Pasaron semanas antes de que Max pudiera siquiera mirarlo sin sentir un nudo en la garganta.

Mientras tanto, en Mercedes, Toto  no dejó pasar la oportunidad. Kimi Antonelli, el joven piloto en ascenso, fue apartado temporalmente, y Checo recibió una oferta que no pudo rechazar. Aunque herido por la salida de Red Bull, encontró en Mercedes una nueva esperanza, un equipo que lo acogió con los brazos abiertos.

El cambio trajo nuevos desafíos, pero también un alivio. Checo sabía que no estaba solo. Max y Lewis estaban a su lado, apoyándolo en cada paso del camino. Pasó tiempo antes de que Max volviera a hablar con Christian, pero cuando lo hizo, fue con una madurez que sorprendió a ambos. Max entendía las razones del equipo, pero también sabía lo mucho que Checo significaba para él, y eso era algo que Christian también había llegado a comprender.

Una noche tranquila, semanas después, los tres se encontraban de nuevo en el yate de Lewis. El mar estaba en calma, y la luna se reflejaba en las aguas oscuras, creando un paisaje casi etéreo. Checo estaba abrazado a Max y Lewis, sus cuerpos entrelazados sobre la cama mientras las olas suaves mecían el barco. El sonido del agua contra el casco era un susurro constante, una melodía que acompañaba el latido de sus corazones.

Checo se sentía seguro, protegido entre ellos, como si nada malo pudiera alcanzarlo mientras estuviera en sus brazos. Había sido un camino difícil, pero en ese momento, todo parecía valer la pena.

Max lo abrazó más fuerte, su nariz rozando suavemente el cabello de Checo, mientras Lewis acariciaba su espalda con ternura. Estaban en silencio, disfrutando de la compañía mutua, sin necesidad de palabras.

“¿Sabes?” murmuró Checo, su voz suave y adormilada. “No importa dónde esté el próximo año, mientras esté con ustedes, todo estará bien.”

Lewis sonrió, besando la frente de Checo con dulzura. “Eso es todo lo que importa, amor. Siempre estaremos juntos, sin importar qué pase.”

Max, sintiendo el calor del momento, se unió al abrazo, rodeándolos a ambos con sus brazos fuertes. “Y si alguien se atreve a separarnos… bueno, ya verán lo que pasa.”

Checo rió suavemente, sintiendo el peso de la preocupación desaparecer mientras se dejaba llevar por el cariño de sus dos parejas. Por primera vez en semanas, se permitió relajarse completamente, confiando en que, mientras estuvieran juntos, podrían enfrentar cualquier cosa que el futuro les deparara.

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