CAPÍTULO 10

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El capitán se encontraba de nuevo en la sala de navegación, pero esta vez no era la fría y metálica nave espacial. En su lugar, estaba en un cálido baño de una casa, donde las paredes estaban pintadas de un color suave que reflejaba la luz tenue de una lámpara. El agua caliente corría tranquilamente por la bañera, creando remolinos en los que se mezclaba una sombría realidad.

Durante toda la travesía, en las bitácoras, el capitán había relatado cómo sentía la constante presencia de alguien más en la nave, una presencia que había saboteado sistemáticamente sus operaciones y sembrado el caos. Pero ahora, en este baño, entendía la verdad que había evitado confrontar: el intruso no era otro individuo, sino una parte de sí mismo, una sombra que había luchado contra él desde lo más profundo de su ser.

Recuerdos fugaces de los momentos cruciales resonaban en su mente: el episodio en el planeta donde el intruso se disfrazó de capitán para engañar a los habitantes, obligando al verdadero capitán a huir y pagar el precio por crímenes que no cometió. Aquel acto había sido el punto de quiebre, la revelación de una dualidad interna que había devastado su existencia.

Mientras el agua tibia cubría su cuerpo exhausto, observó cómo la sangre, proveniente de la herida fatal infligida al intruso, se diluía lentamente en el agua clara. Cada gota simbolizaba los últimos momentos de vida del intruso, pero también marcaba el fin de su propia existencia. La lucha interna había concluido con un acto final: el capitán había matado al intruso, aceptando la inevitable consecuencia de su decisión.

El silencio del baño era abrumador, solo interrumpido por el suave murmullo del agua y los latidos irregulares de su corazón. En ese instante, el capitán entendió que la muerte del intruso también significaba su propio final. Con ese acto, cerraba el ciclo de una vida marcada por la lucha interna y el sacrificio.

En los últimos momentos, mientras el agua tibia acariciaba su piel y el silencio llenaba la habitación, una reflexión se abrió paso en su mente: "En la batalla contra uno mismo, solo hay un perdedor". Y con esa dolorosa verdad resonando en su ser, cerró los ojos, dejándose llevar por la calma final que traía consigo el desenlace.

Fin de la novela.

El capitán y el intrusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora