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- Su majestad - Entró gritando y corriendo a la sala del trono un guardia real - La reina del territorio mágico está aquí - Se detuvo justo frente al trono, con ambas manos en sus rodillas para recuperar el aliento - La princesa demonio está con ella - Lo miró aterrado -

El hombre se puso de pie violentamente, bajo los escalones con la mandíbula apretada ¿Por qué mierda estaba esa malagradecida junto a la bruja maldita? Pensó el rey molesto. Paso al lado del guardia quien lo seguía reverenciando, y salió del lugar dando un portazo, las personas que se encontraban en el lugar murmuraron confundidos, la orden real rápidamente salió del estupor y corrieron tras el rey para ayudarle con la reina bruja.

- Siempre es un placer verte Robert - Sonrió la gran mujer robusta de cabellos rosados y piel blanca, mirando al rey desde arriba con un desplante arrogante -

- Lilin - Escupió con falsa alegría - ¿Que te trae por el territorio enemigo?

- Te he traído un regalito - Se movió ligeramente revelando lo que escondía tras su espalda -

Encadenada de pies, manos y cuello, con una mordaza en su boca y dentro de una jaula para alguien de su pequeña estatura, se encontraba la hija mayor del rey Robert, agitándose violentamente mientras trataba de liberarse de la prisión en la que se encontraba, estaba vestida como los guerreros exiliados en las tierras de nadie, con las marcas de las deidades por sus pálidos brazos y muslos, su rostro estaba pintado como aquellos que van a la guerra con los espíritus, y su largo y abundante cabello color negro azabache estaba trenzado, casi parecía un más de la tribu del bosque.

- ¿Por qué tienes a la princesa Raphäelle en esa situación? -

- He venido a proponerte un trato - La mujer se apoyó en la jaula - Mis hombres la encontraron defendiendo las tierras de nadie, parecía una más de ese clan de estúpidos, pero esos ojos son solo de los Rainheart, es igual a ti en tus días de juventud, derrotó a mil hombres con solo un puñado de seguidores a sus órdenes, es diestra con la espada y una gran estratega, digna del trono - Golpeó los barrotes mirando con alegría a la joven -

- ¿Qué es lo que realmente quieres Lilin? - El hombre apretó sus puños tratando de mantener la compostura frente a la bruja -

- Verás - Jugó con su cabello - Estamos en guerra por territorio hace muchos años, y no hemos conseguido nada más que perder a muchos hombres en el proceso - Lo observó fijamente - Estoy cansada de luchar - Bufo - Tu tienes un linaje casi perfecto, y yo uno cien por ciento perfecto - Sonrió ampliamente - Creo que es tiempo que pasemos de enemigos a aliados.

El hombre observó a la gran mujer seriamente, ella estaba ofreciendo alianza por matrimonio eso estaba claro, ese siempre fue el destino de Raphäelle desde que nació siendo  mujer y no el varon heredero al trano que debio ser, pero no la quería ofrecer en esta situación, no le gustaba ser sometido bajo presión a tomar decisiones, y aunque la respuesta era clara, ya que el deseaba más que nada en el mundo conquistar el territorio mágico, no sabía si estaba dispuesto a dejarse pisotear por Lilin, en ningún momento bajó la mirada o se minimizó bajo su gran imponencia, no le importaba que fuera una mujer de casi dos metros y medio de altura, o que sus poderes fuesen capaces de quitarle la vida a alguien solo por temerle.

Observó a Raphäelle un pequeño instante, ella lo estaba mirando con rabia, siempre fue una chica inteligente y rápida, podría haber llegado lejos si hubiese utilizado su inteligencia para aprender modales y etiqueta digna de una princesa, pero su mal carácter la condujeron hasta donde está, había crecido mucho desde la última vez que la vio, ya no era aquella niña de doce años, ahora debía tener unos treinta y ocho o nueve, no estaba seguro, volvió su vista a Lilin, está era una buena oportunidad para destruir a la realeza mágica desde el interior, le regaló una falsa sonrisa, quizá pensaba que la chica era una buena guerrera, pero no sabe que se llevará un verdadero demonio a su reino.

- ¿Quieres una taza de té? - La invito a entrar al castillo -

La mujer sonrió feliz de haber logrado su cometido y lo siguió, ambos monarcas cerraron la puerta tras de sí, dejando a la chica al cuidado de los guardias de la realeza mágica, sus gritos furiosos estaban siendo amortiguados por la mordaza en su boca, y el sonido de las cadenas chocando entre si lograban hacerlos perderse en el aire.

Odiaba a Robert, detestaba la realeza, ella era tan feliz en el bosque, sintió como la observaban desde una de las ventanas del castillo, buscó con su mirada a quien la estaba viendo, dió con Raymond, se quedó quieta en su lugar, no quería darle una mala impresión a su hermanito, era todo un adulto ahora, seguía teniendo aquel cabello rubio como su madre, era un rasgo común la familia, recordó cómo lloraba cuando niño porque era diferente al cabello de ella.

Él podría haber sido un mejor heredero al trono que ella, estaba segura, Robert debía pensar lo mismo y por eso la estaba desterrando al reino de los magos, cuando decidió escapar, el dejarlo atrás fue una de las cosas que más le peso, pero ella no estaba hecha para la realeza, él en cambio, que había nacido bajo la profecía del sol, aquel día que la luna y la oscuridad no tocaron el reino por veinticuatro horas completas, fue proclamado el día del oro debido a los rubios y brillantes cabellos del príncipe recién nacido, ella en cambio había nacido justo en el eclipse más largo visto, no fue un buen presagio que la heredera naciera en la oscuridad y menos con con aquel cabello azabache que les recordaba al reinado del tirano Remus, no tenía ni horas de nacida y ya había sido condenada de por vida.

Fue testigo toda su niñez como la orden real, le imploraba a su padre tener un varón como heredero, podía ver en sus miradas el desprecio y odio hacia ella, su único error fue nacer mujer y con los rasgos de un antiguo rey mezquino, su padre y madre la obligaron a estudiar el triple, mientras no naciera otro heredero, ella tendría que esforzarse de manera sobrehumana para agradarle a sus padres, a la orden y a la iglesia, aquel día eterno cuando nació Raymond, fue uno de los más felices para ella, aunque dejó un sabor amargo el saber que era más egoísta de lo que pensaba, estaba feliz de que los viejos de la orden tuvieran a su tan deseado varón, y mejor aún, un príncipe de oro, los días de abundancia por fin habían llegado al reino.

Su nacimiento fue celebrado por una semana, con banquetes y bailes por todo el reino, ella también celebró feliz por su hermano, y por su libertad, sentía su pequeños hombros más livianos, pero fue un sentimiento pasajero, era joven e ingenua, a su cortos cinco años aprendió que no debe esperar nunca nada, la esperanza es un idea absurda que no debe tener cabida en su cabeza.
Ya no solo le exigían estudiar como loca, también debía aprender etiqueta y actuación, le prohibieron volver a pisar el campo de entrenamiento, como ya no era necesario continuar con esas clases debido a que había un heredero para eso, pero ella ya se había enamorado de las espadas, a veces se escapa para observar a la guardia entrenar, en la mayoría de las ocasiones fue capturada y castigada, jamás cambiaron las miradas de desprecio hacia ella, fue tratada con más desdén incluso por la servidumbre, odio cada minuto en esa cárcel llamada castillo, cuando su madre murió en el segundo eclipse, fue víctima de rumores absurdos, pese a que todos sabían de la condición moribunda de la reina.

Su hermano se retiró de la ventana debido a que fue llamado por alguien a su espalda, ella desvió su mirada al piso, su padre la intercambiaria por poder, a él no le interesaba el territorio mágico, eso lo sabía con certeza, lo que el ambicioso rey quería era el poder que ellos poseían, no sabía cómo planeaba conseguirlo a través de ella, jamás lo ayudaría, lo odiaba demasiado como para conseguir algo por él, no podía decir que odia el lugar, en el bosque la mayoría de los exiliados venían de allí, y gracias a ellos aprendió todo lo que sabe sobre batalla, incluso sin poderes en su pequeño cuerpo de humana común y corriente, pudo igualarles la fuerza y destreza, superandolos con el tiempo y convirtiéndose en la teniente de la tropa.

Demonio Real - Katakuri x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora