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Los siguientes días pasó encerrada en su habitación, lo la llevaron a comer al sañon con los monarcas, ni la dejaron salir a pasear para obtener aire fresco, simplemente la dejaron en lo que era su antigua habitación,  con la puerta y las ventanas bloqueadas, simplemente iban a dejarle sus comidas en bandeja y a tomarles las medidas para su vestido de novia, su hermano era la única compañía constante en esa cárcel, la primera vez que lo vio entrar a su habitación quiso echarlo a patadas, pero antes de hacer cualquier cosa contra Ray, se castigó mentalmente a sí misma, él no tenía la culpa, probablemente ni siquiera debe saber que su Robert lo estaba usando como moneda de cambio por el territorio mágico. Aprovecho cada segundo que pudo con él, su pusieron al día con sus vidas, veintisiete años habían pasado desde la última vez que se vieron, con cada conversación con Raymond, más confirmaba que él tenía más material de rey que ella, su vocación por el pueblo, y su moral bien trazada la hacían sentirse orgullosa de que no haya caído bajo el hedor putrefacto de avaricia que Robert teníapor el poder.

El maldito gran día había llegado y desde la primera hora de la mañana habían aparecido las doncellas a arreglarla, ya habían quitado los grilletes de su cuerpo, pero aún sentía el peso en sus extremidades, las esposas invisibles de las amenazas eran inquebrantables en comparación con el hierro fundido.

El vestido que hicieron para ella, estaba diseñado para cubrir todos los tatuajes que se había hecho en el bosque en honor a las deidades que ella habia aprendido a venerar a lo largonde sus años viviendo allá, era un vestido de seda blanco de escote barco con mangas largas y abullonadas, tenia una corset ceñido a su figura y desde su cintura caía con gracia la seda hasta el piso. recogieron su cabello dejando al descubierto su cuello, cubrieron el color azabache con la capucha de la capa que habian puesto sobre sus hombros exclusivamente para esconder el tan temido color de su cabello.

Se miró con asco y odio frente al espejo, ella es una guerrera no una marioneta del rey, y aquí estaba aceptando su maldición por amor.

Fue escoltada por los guardias reales en el carruaje hasta la gran catedral de mármol y oro ubicada en el centro de la ciudad, el lugar estaba repleto de personas esperando ver a la princesa demonio, podía sentir sus miradas de morbo sobre ella, quería gritarles a todos, pero se contuvo, debía comportarse, bajo del carruaje con la ayuda de Raymond, quien la estaba esperando, le dedicó una sonrisa de compasión, ella simplemente mantuvo su postura impasible pero apretó su mano con delicadeza, no podía mentirle a él. Juntos entraron a la iglesia, nuevamente fue víctima de las miradas malintencionadas, mezcladas con la curiosidad y el desprecio. Caminó con la cabeza en alto y mirando al frente con seguridad, ella no era menos que nadie en ese lugar, no les daría el gusto de hacerla sentir pequeña.

La reina mágica y algunos de los integrantes de su familia ya estaban en el lugar, todos eran exageradamente grandes, de más de dos metros, todos en el reino mágico lo eran. Pese a que en su familia la genética era de un metro noventa en promedio, ella debía parecerles un chiste, midiendo solo un metro sesenta, Raymond la dejo en el altar, se dió la mano con el príncipe Katakuri y se fue a sentar junto a los Reyes. Levantó su cabeza aún más para mirarlo con desdén desde su lugar frente a él, no le importaba que supiera que lo odiaba a él y a toda su maldita familia, tanto ellos como su padre habían sido los causante de innumerables muertes por su afán de conseguir el territorio del otro, ella junto con los exiliados intentaron reducir las bajas de personas inocentes que quedaban en el medio de la guerra, pero era prácticamente imposible.

El gran hombre de tez trigueña y cabello morado, la estaba mirando seriamente con aquellos ojos fríos color morado, el también estaba trajeado para la ocasión, aunque la su boca y cuello seguían cubiertos con una bufanda esta vez era de una seda color vino, no se parecía en nada al salvaje que casi la mata hace un par de años, rodó sus ojos y volteo a ver al sacerdote, necesitaba acabar con este martirio lo antes posible. La ceremonia fue igual de aburrida que todas las misas a las que alguna asistió, a momento de intercambiar los votos, ambos simplemente repitieron las palabras del sacerdote de manera monótona, en el momento que los declararon marido y mujer, dando anuncio del beso, casi se infarta cuando Katakuri se agacho para estar a su altura, tomó su mano derecha y beso su dorso mirándola a los ojos, ella lo observó con frialdad, no le daria la satisfaccion de demostrarle que casi se mea del susto.

Demonio Real - Katakuri x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora