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El camino hacia el reino mágico fue largo y silencioso, se fue observando el paisaje con una mano bajo su mandíbula, ni siquiera había podido despedirse de Raymond, deseaba con todo su corazón que su hermano llegase a ser el Rey que él quería, y que el pueblo necesitaba, esperaba que Renzo tuviese una infancia como corresponde y que Robert muera de un ataque al corazón o que la reina Lilin lo envenene. No sentía ni un ápice de culpa por desear la muerte de su progenitor, él jamás la trato con amor o respeto, cuando era una niña imploro por su atención y afecto por muchos años, luego ese sentimiento solo se convirtió en resentimiento y desprecio por el.

El carruaje se detuvo frente al puente que conectaba al reino terrestre con el mágico, sabía que debían tener un permiso especial para poder hacer ingreso al túnel, en sus muñecas de tatuaron de la nada dos marcas como pulceras doradas en la piel, debería suponer que ese era su llave para entrara al territorio, se preguntó internamente si podría salir fácilmente con ellas o requeriría otro tipo de tatuaje.

El vehículo lentamente comenzó a moverse nuevamente, y fue envuelto por la oscuridad, por las ventanas podía ver con asombro como luces pasaban rápidamente por su lado como estrellas fugaces, pronto la luz natural les dió la bienvenida y un nuevo mundo se abrió ante sus ojos, jamás había estado en el mundo mágico, eran pocos si no nulos los humanos comunes y corrientes con acceso al lugar, era una tierra totalmente diferente a la que ella estaba acostumbrada, unos paisajes que solo imagino en los cuentos de hadas estaban frente a ella ahora.

Al llegar al gran palacio, Katakuri fue el primero en bajar, se bajo sin siquiera cruzar una palabra con ella, al salir del carruaje noto a las doncellas de él seguirlo apresuradas mientras el pelimorado conversaba con un tipo mayor que parecia ser el mayordomo, en cambio a ella nadie la ayudó a bajar del vehiculo, ni fue recibida por la servidumbre, tomo el vestido para evitar pisarlo y caerse, y desendio del caro, apenas puso un pie en tierra la dejaron sola, entro al castillo en silencio en el recibidor la estaba esperando parada una mujer con cabellera cobriza, piel blanca y pecas sobre su nariz  pequeña, era un poco más alta que ella pero baja para el promedio de los seres mágicos, tenía sus brazos cruzados y una cara con notable disgusto, sus ojos verdes la evaluaron con asco.

- Mierda, eres más asquerosa en persona - Escupió sin filtro -

- ¿Tu eres? - Ni siquiera iba a estresarse por esos comentarios -

- No tienes permiso de hablar, sígueme en silencio y sin hacer ninguna estupidez, no te gustarán los castigos que te he preparado - Sonrió divertida mientras se daba vuelta -

Rodó sus ojos y la siguió por el castillo, la servidumbre que se cruzaba con ellas, la miraba con desprecio y mofa, ya estaba odiando cada segundo en este lugar, su mente se estaba abrumando ante tantos problemas sin solución.

¿Cómo lograría soportar está mierda sin intentar escapar?

Sería la vida de Raymond a cambio de su sanidad mental, y sabia que siempre, sin importar qué, Raylon estaria primero que ella misma, lo amaba tango  que era capaz de morir por el.

Su doncella principal abrió una puerta y la miró aburrida esperando que pasara a la habitación.

- Agradece que tienes una alcoba decente, las parias como tú deberían dormir al exterior.

Ella entró al dormitorio y escuchó la puerta cerrarse con fuerza detrás de ella, se quitó la capa y soltó su cabello, se sintió levemente liviana  inmediatamente, intentó quitarse el maldito vestido también pero no alcanzaba sola a los botones traseros, peleó contra la tela como pudo, pero estaba siendo más difícil de lo que había imaginado, paró en seco, y observó la puerta, necesitaba un cuchillo para rajar la tela y liberarse de ese infierno blanco.

Demonio Real - Katakuri x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora