Rebel Omega

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Jeonglix | +18

El sol comenzaba a descender en el horizonte, pintando los cielos con tonos cálidos mientras Felix se arreglaba el cabello frente al espejo, ignorando por completo la orden de Jeongin. Sabía que había sido claro cuando le dijo que no saliera de la habitación mientras él estaba en la reunión con la corte, pero ¿cuándo había sido obediente? El joven Omega sonrió para sí mismo, imaginando la frustración en el rostro de su Alfa cuando descubriera que no había hecho caso.

Con un movimiento despreocupado, se colocó su capa y salió al jardín real, caminando sin prisa entre los rosales mientras disfrutaba del aire fresco y la sensación de libertad. Cada paso que daba era una pequeña victoria, una declaración silenciosa de su rebeldía. Sin embargo, sabía que esto solo iba a provocar algo que, en el fondo, también deseaba: la reacción de Jeongin.

No pasó mucho tiempo antes de que sintiera una presencia dominante tras él. El aroma Alfa de Jeongin llenó el ambiente, denso y lleno de autoridad. Felix cerró los ojos un segundo, disfrutando del escalofrío que recorrió su espalda, pero se obligó a mantener su expresión desafiante cuando se giró a enfrentarlo.

-¿Divirtiéndote, Omega? -La voz de Jeongin era baja, cargada de una mezcla peligrosa entre calma y enojo.

Felix sonrió con picardía, cruzando los brazos sobre su pecho.

-Claro que sí. ¿Por qué no lo haría? No tenía ninguna intención de quedarme aburrido encerrado como un prisionero -respondió con un tono burlón.

El Alfa avanzó un paso más, y la tensión en el aire se volvió casi palpable. Felix notó cómo la mandíbula de Jeongin se tensaba; sin embargo, la sonrisa en sus labios solo se amplió. No importaba cuán serio se pusiera Jeongin, sabía que, al final del día, nunca lo castigaría de verdad. O al menos, eso pensaba.

-Te advertí que habría consecuencias si seguías desobedeciéndome, ¿verdad? -Jeongin susurró con voz baja, acercándose hasta que apenas unos centímetros los separaban. Sus ojos oscuros se clavaron en los de Felix, quien se negaba a mostrar cualquier signo de sumisión.

-Adelante, príncipe. Haz lo que quieras. No tengo miedo -replicó Felix con un desafío descarado en la voz, sabiendo muy bien que estaba empujando los límites.

Antes de que pudiera reaccionar, Jeongin lo tomó bruscamente del brazo y lo arrastró hacia la torre más alta del palacio, donde se encontraba la habitación privada que compartían. El sonido de la puerta al cerrarse con fuerza resonó en la habitación, haciendo eco del control absoluto que Jeongin tenía en ese momento. Felix sintió una mezcla de nerviosismo y emoción correr por sus venas. Sabía que esta vez había ido demasiado lejos, pero no se arrepentía en absoluto.

-He sido demasiado indulgente contigo, Felix -la voz de Jeongin sonaba severa mientras lo empujaba contra la cama con una firmeza que no dejaba lugar a dudas-. Parece que necesitas aprender cuál es tu lugar, y esta vez no seré tan amable.

Felix tragó saliva, pero mantuvo su mirada fija en el Alfa. No podía evitar que su corazón latiera con fuerza, pero no permitiría que Jeongin viera ninguna señal de debilidad. Él también disfrutaba de esta lucha por el poder, aunque en el fondo sabía que el Alfa siempre terminaría dominándolo.

-¿Vas a hablar todo el día o vas a hacer algo al respecto? -provocó, su voz teñida de sarcasmo.

Jeongin no respondió con palabras; en lugar de eso, se inclinó hacia él, sus manos firmes sujetando sus muñecas por encima de su cabeza mientras sus labios se movían lentamente hacia su oído.

-Hoy no vas a tener la última palabra, Felix -murmuró con una mezcla de deseo y autoridad, causando que el cuerpo del Omega temblara involuntariamente ante la proximidad.

Sin previo aviso, Jeongin rasgó la fina camisa que Felix llevaba puesta, exponiendo su piel al aire frío. El sonido del desgarrón llenó la habitación, y el rubio dejó escapar un jadeo ahogado. La sensación de vulnerabilidad que invadió a Felix solo aumentó su excitación, pero se negó a ceder tan fácilmente.

Jeongin lo inmovilizó con su cuerpo, bajando lentamente una mano por su torso desnudo hasta llegar a su cadera, donde la apretó con fuerza, arrancando un gemido bajo de los labios de Felix. El Alfa sonrió con autosuficiencia, sabiendo que el rubio intentaría resistirse, pero que terminaría sucumbiendo como siempre.

-¿Sigues pensando que puedes desafiarme? -preguntó Jeongin mientras sus dedos trazaban círculos lentos y tortuosos sobre la piel sensible del Omega, aumentando gradualmente la presión.

Felix mordió su labio inferior, negándose a ceder ante la provocación, pero cada toque de Jeongin encendía una llama en su interior que era imposible ignorar. Con un susurro malicioso, Jeongin deshizo la capa que aún colgaba de sus hombros, dejando al Omega completamente expuesto a su mirada.

-Vas a pedir perdón por cada vez que me has desobedecido -prometió Jeongin mientras descendía, dejando un rastro de besos y mordiscos por su cuello y pecho-. Y lo vas a hacer suplicando.

Las palabras del Alfa encendieron un fuego en Felix, mezclando el miedo con un deseo incontrolable. Pero en lugar de rogar como Jeongin esperaba, el Omega soltó una risa arrogante, con una chispa de desafío brillando en sus ojos.

-Sigue soñando, Yang. Yo no me quiebro tan fácilmente.

Jeongin entrecerró los ojos, sabiendo que era hora de romper esa resistencia. Sin decir nada más, sus manos descendieron por las piernas de Felix, acariciándolas con fuerza antes de separarlas, inmovilizando al Omega por completo. Su boca siguió el mismo recorrido, dejando una mordida marcada en su muslo, lo suficientemente fuerte para que Felix ahogara un grito de dolor mezclado con placer.

El Alfa lo observó con una sonrisa oscura antes de posicionarse entre sus piernas, sus ojos fijos en los de Felix mientras sus manos sujetaban su cintura con una posesividad inquebrantable. Con un movimiento rápido y decidido, Jeongin comenzó su castigo de verdad.

Cada embestida era fuerte y firme, acompañada de órdenes susurradas con voz ronca que Felix trataba de ignorar, aunque su cuerpo respondía con fervor. Jeongin no cedió ni por un segundo; su dominio era absoluto, quebrando la voluntad de su Omega con una mezcla de placer insoportable y una exigencia que lo dejaba sin aliento.

-Dime quién manda aquí, Felix. -Su voz era un gruñido mientras aumentaba el ritmo, sin darle oportunidad de recuperar el control.

Felix jadeó, sus uñas arañando la espalda de Jeongin mientras se debatía entre la necesidad de rendirse y su orgullo indomable. Sabía que estaba perdiendo la batalla, su mente nublada por el éxtasis, pero aún así, su terquedad lo hizo resistirse un poco más.

-¡Nunca! -escupió entre jadeos, pero sus palabras perdieron fuerza cuando Jeongin apretó su cuello con suavidad, inclinándose para morder su marca de reclamación.

La presión combinada con el placer desbordante que sentía en todo su cuerpo lo hizo explotar. Su resistencia finalmente se quebró, y lo único que pudo hacer fue gemir su nombre, rindiéndose a la autoridad de su Alfa.

-Eso es -susurró Jeongin con una sonrisa victoriosa mientras sentía cómo Felix se tensaba bajo él, alcanzando su punto máximo.

El Omega quedó exhausto, con el cuerpo tembloroso y la respiración entrecortada. Jeongin no se apartó de inmediato; en lugar de eso, se quedó ahí, abrazándolo mientras ambos recuperaban el aliento. La habitación se llenó de un silencio cargado de satisfacción.

-¿Aprendiste la lección? -preguntó Jeongin suavemente, acariciando su mejilla con ternura.

Felix, con el rostro sonrojado y una sonrisa perezosa, se encogió de hombros, dejando escapar una risa baja.

-Tal vez... por ahora.

El Alfa suspiró con una mezcla de exasperación y cariño. Sabía que Felix volvería a desobedecer, pero eso no importaba en ese momento.

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