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NARRADOR
PUERTO MADERO, Buenos Aires.
9:26pm
La morocha asomó la cabeza por la ventana de su departamento cuando Lisandro le avisó que ya estaba abajo. El Camaro negro, recién pulido, llamaba la atención de cualquiera que pasara por la calle. Agustina volvió la cabeza adentro, con una sonrisa dibujada en los labios. Se apresuró a dar unos últimos retoques al maquillaje y se miró al espejo, asegurándose de que todo estuviera perfecto. Había optado por un corset rojo, combinado con un pantalón cargo negro y unos borcegos negros con plataforma. Sencilla pero impecable, estaba realmente linda. Agarró su bolso, se puso un poco de perfume y salió del departamento, cerrando la puerta con llave.
Mientras tanto, Lisandro esperaba en el auto, jugueteando con el retrovisor, revisando por enésima vez el platinado nuevo que se había hecho esa misma tarde. No podía evitar sentirse nervioso; ella le interesaba de verdad. Desde el vuelo no había dejado de pensar en Agustina ni un solo momento. El sonido de unos toques en la ventana del copiloto lo sacó de sus pensamientos, y rápidamente liberó los seguros para que ella pudiera subir. El aroma dulce del perfume de Agustina llenó el auto, y Lisandro no pudo evitar sonreír al verla.
—Qué hermosa que estás —fue lo primero que dijo, con sinceridad. Agustina sonrió, inclinándose hacia él para darle un beso en la mejilla. La fragancia del One Million Luxe le invadió las fosas nasales y era increíblemente rico.
—Gracias —murmuró, volviendo a su asiento, mientras sus ojos se detenían en el platinado de Lisandro—. Me encanta cómo te queda —agregó, mirándolo.
—¿Sí?, ¿Y por qué no me das un beso en la boca si te encanta? —dice con un tono de joda, relajado. Agustina lo miró de reojo, levantando una ceja mientras una sonrisa divertida se dibujaba en sus labios. Él chasqueó la lengua, riendo ligeramente, y añadió rápido:—. Es joda, morocha, no te sientas presionada. —su mano se posó brevemente sobre su rodilla, apretándola de manera casual antes de volver al volante. Agustina soltó una risa ligera, negando con la cabeza— ¿Qué hiciste hoy?, cóntame.