LXVIII: Preocupaciones

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Afuera de la habitación el Sr Burjan reprendía a su esposa escuchando detrás de la puerta de la joven pareja.

-Déjalos en paz mujer, dales un poco de intimidad-

-Shhh, solo me acerqué porque la escuché reír...- dijo ella bajando aún más la voz.

- ¿Aún sospechas si realmente esté diciendo la verdad? Ella solo es una muchacha muy tímida nada más...- dijo el retirándose hacia la cocina.

-Si, tal vez tengas razón... El no se veía nada bien, no pensé que despertaría hoy...- Dijo Zeynep siguiendo a su esposo.

-Es un hijo del desierto, y ella esta haciendo un gran trabajo con tu ayuda, no me extrañaría que en 6 días más esté de pie como si nada. Si los rumores son ciertos, es digno portador de la sangre del dios Seth. –

-Esta mañana no pudo tomar el caldo, pero ahora parece que lo está tolerando bien...-

-Jajaja Su esposa se lo esta dando en la boca, cualquier cosa que ella le dé lo hará sentir mejor. –

-Mmnm solo espero que tengas razón y esa pobre muchacha no sufra maltratos. -

- ¿Maltratos? ¿No la oyes como ríe ahora? Solo estaba preocupada, el también está preocupado por su seguridad, me preguntó varias veces sobre la actividad de la guardia militar en el pueblo y los acuerdos de paz con los carroñeros, sobre todo cada cuántos días se les permite entrar y permanecer en los oasis o pueblos. Esta intranquilo porque se siente enfermo, y sabe que sus enemigos pueden estar cerca, pero está mejorando rápido, poco a poco verá que aquí no corren peligro, a pesar de que prefiere que los sigamos escondiendo, creo que en el pueblo si se enteran que es Zeth Kelubariz, le harán un festival de 5 días en su honor... Ahora ven mujer vamos a acostarnos. Descansemos también. –

- Bueno, creo que su criterio de mantener el perfil bajo es acertado, si los carroñeros se enteran que esta aquí, herido sin sus hombres y con su joven esposa, es una presa fácil ¿no? – dijo Zeynep.

-Es por eso que los esconderemos todo el tiempo que haga falta. Ahora, vamos a dormir. -

Los dueños de casa se fueron a su habitación.

***

-No tomaste ni la mitad del caldo- insistió Samira. De verdad necesitas recuperar fuerzas... -

-Lo siento, pero creo que prefiero beber solo agua...- Zeth aún no se sentía bien, y todo le daba nauseas.

Samira lo miró con preocupación.

-De acuerdo- Le dijo después de examinar su rostro algo pálido. –Tal vez debas descansar y mañana te sentirás mejor. -

-Solo, quiero... recostarme...- Zeth se veía realmente cansado. Y cuando Samira le ayudó a retirar la segunda almohada el simplemente se acostó con una exhalación cansada y cerró los ojos.                 

-Realmente odio sentirme así... Amín me va torturar por esto el resto de mis días... una flecha envenenada, es absurdo...- dijo en un murmullo.

Samira lo miró algo sorprendida. ¿En serio estaba preocupado por su orgullo? ¡Casi muere! A ella no le parecía que sus heridas sean tan leves como el decía.

-Bueno, en realidad, no fue solo una, fueron tres flechas... y estaban envenenadas con un veneno potente. El doctor Burjan dijo que la flecha que no pudiste sacarte del hombro era en forma de gancho y estaba atorada en la clavícula, lo cual, al no poder retirarla, la sangre no drenó, pero permitió que el veneno se expandiera más... No fueron heridas superficiales, el doctor, tuvo que extraer esa punta de flecha con una operación y luego coser...- Explicó Samira.

-¡Je! ¿Todo eso aprendiste en tres días? - Se rio Zeth sin abrir los ojos.

Samira se sonrojó al recordar que no solo eso había aprendido, si no que la señora Zeynep le había enseñado a mantener la fiebre a raya y ella lo había visto casi completamente desnudo por todos aquellos días, pero no le iba a decir aquello, moría de vergüenza y se estremecía al recordar humedecer sus labios, limpiar su cuerpo malherido o ayudarlo a beber las medicinas.

-N-No te burles, ahorra las energías. Descansa...- Ella se acercó para arroparlo con la sábana.

-No me burlo. Realmente odio que estés en esta situación... Se suponía que venías a este lado del mundo para tener una mejor vida, debías terminar la escuela y aquí estás, aprendiendo a atender heridos...- El abrió sus ojos de forma pesada y la miró con una mirada llena de culpa y tristeza.

Samira se estremeció por completo... Por un momento, no supo que decir, él tenía razón, pero ella había tomado la decisión de acompañarlo en este viaje y no se arrepentía y por más que sentía que había causado más problemas, no se arrepentía ni un poco de estar junto el.

-N-no pienses en eso, es absurdo. Ahora solo debes preocuparte por recuperarte pronto. –

Zeth no dijo nada y dejó por fin que sus parpados caigan. Otra vez quedó dormido.

En todo este tiempo, Samira no se había detenido a pensar en cómo se sentía Zeth con respecto a lo que estaba pasando. Ella no se sentía empujada a esta situación. Al contrario, ella quiso venir para que no acusen a Zeth de traidor y luego ella misma decidió y rogó a Mehmet que la dejase permanecer junto a su marido. Realmente no sentía que lo hacía por deber, lo hacía porque de verdad creía que estaba haciendo lo que su corazón y su mente querían hacer.

En aquel viaje, pudo ver que Zeth carga en sus espaldas más responsabilidades que cualquiera. Todas aquellas cicatrices en su cuerpo son el precio de proteger a quienes confían en el. Zeth no solo era respetado por sus hombres por ser hijo de su padre y portador de la sangre de los hijos del desierto. Zeth se había ganado el respeto con mucho esfuerzo y su propio sacrificio. El no había elegido tampoco la vida que llevaba, pero se entregaba a ella sin quejarse y velaba por la libertad de quienes lo rodeaban sin descanso. Aquel muro de seriedad que el imponía era solo una fachada, una fachada para que nadie se acerque demasiado, pensaba Samira, para que nadie comparta su pesada carga. Pero las pocas veces que bajaba la guardia, ella descubría aquella culpa y tristeza insoportable, sus ojos grises se empañaban y perdían aquella agudeza. ¿Qué otros sentimientos guarda con tanto recelo?.

Había visto los cadáveres de los hombres que pelearon con su marido, parecían haber sido atacados por monstruos salvajes, las imágenes que volvían a su mente le producían escalofríos y luego al observarlo tendido allí en aquella cama, vulnerable y herido, nadie creería que era el verdadero autor de aquellos asesinatos. ¿Tal vez su culpa y distancia se debía a eso? ¿A cuántas personas Zeth tuvo que asesinar en las guerras?

Trató de espantar aquellos pensamientos de su cabeza, como la señora Zeynep le había dicho, no le servía de nada llorar y quedarse quieta solo pensando. Así que al comprobar que el estaba profundamente dormido, tomó el agua de una tetera caliente y entibió la tina para darse un rápido baño. Le daba mucho pudor bañarse frente a Zeth, por más que el estaba dormido, trató de cubrirse tanto como pudo. Y luego se cambió de ropa lo más de prisa. Pero aquel baño por mas que fuera rápido le renovó las energías y luego se sentó en una especie de diván que había a un lado de la ventana. Observó a Zeth acostado en la cama, pero no pudo sostener sus parpados abiertos por mucho tiempo, el cansancio era mayor, y se quedó dormida allí.

***

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora