Capítulo 39

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Caminé lentamente alrededor de la piscina interior, sintiendo la atmósfera tranquila y el eco suave de mis pasos en el espacio cerrado

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Caminé lentamente alrededor de la piscina interior, sintiendo la atmósfera tranquila y el eco suave de mis pasos en el espacio cerrado. Las paredes de cristal permitían que la luz natural inundara el área, ofreciendo una vista clara de la nieve acumulada del otro lado del cristal.

De repente, el sonido de la puerta deslizante interrumpió el silencio. Volteé para ver a Killian entrando.

—¿Acaso abrieron las puertas del cielo? Creo que se escapó un ángel—comentó con una sonrisa juguetona.

Sentí el calor subir hasta mis mejillas de la misma manera no pude evitar sonreír ante su comentario.

—Siempre tan elocuente —respondí, mientras me acercaba a él.

Se acercó con pasos lentos, sus ojos ahora grises brillando con un destello de travesura. Extendió una mano hacia mí, y la tomé sin dudar.

—¿No tienes frío? —pregunto mirando mi ropa, hoy vestía un vestido verde claro con un sutil estampado floral, de tirantes finos y de tela suave. Sobre el vestido, llevaba un cárdigan blanco.

—Adentro no hace frío—mire detenidamente sus ojos —¿porque tus ojos están de ese color?

—Respuesta corta: Alexandre y una pequeña apuesta que perdí.

—Ambos son tan extraños.

Killian se rio ante mi comentario, con un brillo travieso en sus ojos grises.

Mientras hablábamos, Killian se acercó un poco más y, de repente, con un movimiento ágil, me empujó suavemente hacia la piscina.

El impacto me sorprendió, y antes de que pudiera reaccionar, me encontré cayendo al agua. El frío del agua me envolvió rápidamente, y la superficie se agitó por mi caída. Salí a la superficie y miré al responsable con una mezcla de sorpresa y desagrado.

—No me hace gracia—dije, intentando mantener la compostura mientras me movía en el agua.

Killian se inclinó hacia adelante, aun riéndose, y extendió una mano hacia mí desde el borde de la piscina.

—Lo siento, lo siento —dijo entre risas—. No quise molestarte. Ven, agárrate de mi mano.

Extendí mi mano hacia él. En cuanto la tomé, lo jalé hacia mí con un tirón inesperado, y Killian perdió el equilibrio, cayendo al agua con un chapoteo.

Ambos salimos a la superficie, y me reí ante la expresión de sorpresa en su rostro.

—¿Fría el agua cariño? —pregunté, mientras me mantenía a flote con una mano en el borde de la piscina.

—Me lo merezco.

El sonido de la puerta deslizante se volvió a escuchar. Miré hacia ella y vi a Davian entrando, acompañado por Alexandre.

—¿Interrumpo algo? —pregunto una vez llegó hasta nosotros.

Lo miré con un leve desagrado, sin poder evitar que mi incomodidad se reflejara en mi rostro.

El Encanto PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora