El otoño había llegado a la pequeña ciudad de Villa Verde, trayendo consigo cielos grises y un aire fresco que marcaba el final del verano. Las hojas comenzaban a caer, cubriendo los caminos y el patio de la escuela secundaria San Martín con un manto crujiente de tonos anaranjados y marrones. Los estudiantes, envueltos en bufandas y abrigos, se apresuraban a entrar en el edificio antes de que sonara el timbre, pero para Sparta, la mañana transcurría con la misma calma de siempre.
Sparta, de dieciséis años, caminaba lentamente hacia su casillero, situado en un rincón poco transitado del pasillo principal. Era un chico de apariencia tranquila, con cabello castaño claro y ojos marrones que solían perderse en pensamientos que nadie más parecía compartir. Aunque tenía algunos amigos, prefería mantener un perfil bajo, sin llamar demasiado la atención. La rutina escolar no le resultaba especialmente emocionante, pero había algo reconfortante en la monotonía de los días que se sucedían uno tras otro.
Esa mañana, sin embargo, algo iba a cambiar.
Cuando Sparta llegó a su casillero, se encontró con una cara nueva. Un chico que nunca antes había visto estaba luchando con la cerradura de un casillero cercano. Tenía el cabello oscuro, desordenado de manera casual, y una expresión de frustración en el rostro. Vestía una chaqueta de mezclilla gastada, que parecía haber visto mejores días, y llevaba una mochila colgada de un hombro. Lo que más llamó la atención de Sparta fueron sus ojos: uno verde intenso y el otro rojo, un contraste que lo hacía imposible de ignorar.
Sparta lo observó durante un momento, indeciso sobre si debía ofrecerle ayuda o no. Finalmente, decidió romper el silencio.
—¿Te ayudo con eso? —preguntó, acercándose con una sonrisa amistosa.
El chico levantó la vista, sorprendido por la interrupción. Sus ojos, ese inusual verde y rojo, se encontraron con los marrones claros de Sparta, y por un instante, pareció dudar antes de responder.
—No sé qué le pasa a esta cosa. Creo que está atascado o algo —respondió, soltando la perilla del casillero con un suspiro.
—Esos suelen atascarse. —Sparta se acercó más y dio un pequeño tirón a la puerta, que se abrió con un chirrido—. A veces necesitas un poco más de fuerza.
El chico sonrió, agradecido.
—Gracias. Soy Raptor, por cierto. Acabo de transferirme aquí.
—Sparta —respondió, devolviéndole la sonrisa—. Bienvenido a San Martín. No es la peor escuela del mundo.
Raptor rió suavemente, relajándose un poco.
—Eso espero. De todas formas, siempre es raro ser el nuevo, ¿sabes?
—Sí, me imagino. —Sparta hizo una pausa, pensando en cómo continuar la conversación—. ¿De dónde vienes?
—De la ciudad. Mis padres decidieron mudarse aquí para tener una vida más tranquila o algo así. —Raptor hizo un gesto vago con la mano—. Así que, aquí estoy, empezando de nuevo.
Sparta asintió. Podía ver que Raptor estaba nervioso, aunque trataba de ocultarlo.
—Bueno, si necesitas algo, puedo mostrarte un poco cómo funciona todo por aquí. No es muy complicado, pero puede ser un poco abrumador al principio.
—Te lo agradecería. —Raptor cerró su casillero y se giró hacia Sparta—. Es difícil saber por dónde empezar en un lugar nuevo.
—Podríamos empezar por la cafetería. Si no la encuentras a tiempo, te quedas sin las galletas de chocolate, y créeme, son lo mejor que tenemos aquí.
Raptor sonrió con más confianza esta vez.
—Eso suena como un buen plan. ¿Tienes alguna clase ahora?
—Matemáticas —respondió Sparta, haciendo una mueca—. Pero todavía hay tiempo para un tour rápido.
—Perfecto. Vamos entonces.
Caminando juntos por el pasillo, Sparta comenzó a señalarle a Raptor los lugares clave: la sala de profesores, la oficina del director, los baños menos concurridos, y, finalmente, la cafetería.
—Aquí es donde todos se reúnen —explicó Sparta mientras entraban en la cafetería—. Hay grupos que suelen sentarse en las mismas mesas todos los días, pero puedes sentarte donde quieras. Solo asegúrate de no robarle el lugar a alguien sin saberlo.
—¿Tienes alguna mesa específica? —preguntó Raptor, mirando a su alrededor.
—No realmente. Suelo sentarme en la esquina, cerca de la ventana. Es más tranquilo allí.
—¿Te importa si me uno a ti? —Raptor lo miró con curiosidad—. No quiero invadir tu espacio, pero es bueno tener a alguien con quien hablar en un lugar nuevo.
Sparta sintió un pequeño nudo en el estómago. No estaba acostumbrado a que la gente nueva se le acercara tan rápidamente, pero había algo en Raptor que le inspiraba confianza.
—Claro, no hay problema. —Asintió—. Será bueno tener compañía.
El timbre sonó, marcando el inicio de las clases, y los dos chicos salieron de la cafetería en dirección a sus respectivos salones. Mientras caminaban, Sparta no pudo evitar sentirse extrañamente emocionado por lo que parecía ser una simple amistad emergente.
En el aula de matemáticas, Sparta encontró su asiento habitual cerca de la ventana. Mientras el profesor comenzaba la lección, Sparta notó que sus pensamientos seguían volviendo a Raptor. Había algo en la forma en que había sonreído, en cómo sus ojos, tan diferentes, parecían iluminarse al hablar, que lo dejaba inquieto de una manera que no lograba comprender del todo.
Al final del día, mientras recogía sus cosas del casillero, encontró una nota doblada entre sus libros. La abrió con curiosidad y leyó:
"Gracias por el tour. Nos vemos mañana en la cafetería."
—Raptor.Sparta sonrió para sí mismo, guardando la nota en su bolsillo. Mientras caminaba hacia la salida, sintió que tal vez, solo tal vez, este nuevo año escolar podría ser diferente a los anteriores.
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Colores Opuestos (Spartor)
FanfictionUna historia de romance escolar entre dos chicos cuyas diferencias los unen, desvelando un amor inesperado en medio de contrastes.