Capítulo 6 - Convivencia

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Apenas apareció el sol, el sonido de la puerta despertó al hombre, que se había quedado descansando en el sillón de la estadía. Las emociones del día anterior habían hecho mella en la energía del azabache, que de no haber sido por el toqueteo hueco de la puerta, podría haberse quedado más tiempo recostado; pues el hablar con sus excompañeros y su hija no fue cosa sencilla, aunque haciendo un resumen objetivo, creía que no le había ido tan mal.

Antes de abrir la puerta, se talló un ojo para recobrar totalmente su visión.

- Buenos días, Uchiha-sama – un joven gennin, del cual no tenía recuerdo, se encontraba al otro lado haciendo una pequeña reverencia como saludo. – El Hokage me ha mandado a entregarle este pergamino – el joven se veía prácticamente de la edad de su hija, pero el azabache no tenía ni idea de quién sería. – Espero tenga un excelente día – se despidió, apenas el mayor tomó el papel.

Sasuke abrió sin mucho ánimo el rollo, esperando que fuera alguna buena nueva... porque conociendo los cambios de humor del rubio y su extremo apego a la Haruno, ya no sabía qué esperar; aunque siendo sincero, lo último que acordaron fue que Konoha los ayudaría. Así que respiró con cansancio y procedió a leer el contendido.

Básicamente, Naruto les había concedido una casa situada en un lugar estratégico de la aldea. Donde tendrían la privacidad necesaria y, a la vez, podrían estar atentos ante cualquier amenaza.

Una oleada de alivio lo invadió, casi podía decirse que mostraba una sonrisa. Tal vez, las cosas no serían tan malas después de todo.

- Buenos días, papá – una soñolienta y despeinada azabache salía del cuarto, bostezó.

- ¿Descansaste bien? – preguntó.

La Uchiha asintió, pero en respuesta su estómago rugió.

- Ve a lavarte, saldremos a desayunar – definitivamente tenía razón Karin, todas las frases que salían de su boca parecían órdenes; sin embargo, su hija no protestó e hizo caso de inmediato.

Él, a su vez, se dirigió para encontrarse con la pelirroja. Al entrar a la habitación, la vio removiéndose, seguía medio dormida.

- ¿Qué quieres desayunar? – le susurró al oído.

Ella le contestó con un quejido y un puchero.

- ¿No tienes hambre? – le cuestionó curioso.

- En esta condición, siempre tengo hambre.

Sasuke tomó con suavidad una hebra carmesí que acomodó con cuidado atrás de su oreja.

- ¿Qué se te antoja? – pero a pesar de la interrogación, él estaba casi seguro de cuál sería la respuesta de su pareja.

- Okonomiyaki – se estiró y bostezó.

- Bien, te espero afuera – antes de que pudiera separase de la pelirroja, ella lo asió por el brazo.

- ¿Sasuke?

Él la miró con sorpresa por la acción, pero tenía toda su atención centrada en ella.

La Uzumaki acarició su mejilla, para posteriormente darle un pequeño tironcito para alcanzar a sellar sus labios con los suyos. Siendo el azabache el que no perdió oportunidad para profundizar el beso, colocando su mano en la cintura; pero cuando el hombre fue subiéndola por su cuerpo, ella lo interrumpió.

- ¡Uchiha! – era casi un regaño, aunque su tono estaba impregnado de picardía. – Recuerda que Sarada está aquí.

Él se separó fingiendo molestia, pero antes de salir de la alcoba sonrió.

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