Stay - Chifuyu Matsuno

IV

4 | Sus amigos ahora son mis amigos

KANA

—¡Maldita! —gritó el hombre, sujetándose la nariz ensangrentada.

—¿Es que no te han enseñado a respetar a una mujer, o qué? —le grité, lista para darle otro golpe.

—¡Vete a la mierda! —salió corriendo, alzando el dedo corazón.

Cansada de aquel tipo, saqué la cajetilla de cigarros y encendí uno. Recogí la bolsa de la compra que había dejado a un lado y seguí mi camino hacia casa. En aquel barrio no era extraño que ocurrieran situaciones como aquellas, desde pequeña había aprendido a defenderme. No tenía demasiada fuerza, pero la suficiente para que me dejaran en paz.

Al llegar a casa y guardar todo lo que había comprado, me permití relajarme en el sofá. Tras revisar cada canal de la televisión solté un suspiro aburrido y encendí el teléfono, me vendría bien una distracción. Deslicé entre la lista de contactos y di con el que buscaba.

—Hey —contestó la voz al otro lado de la línea.

Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta, sentía un nudo en ella. Los ojos me escocieron y no pude abrir la boca para contestar.

—Nena, ¿sigues ahí? —Tragué, aguantándome las lágrimas.

—Lo siento, me he equivocado. —Terminé diciendo antes de colgarle.

Chad era un chico rubio y ojos oscuros, nacido de padres ingleses pero siempre había vivido en el país. Su casa se encontraba cerca de la mía y nos conocíamos de hacía varios años. Él fue mi primer mejor amigo y posteriormente, mi primera vez.

Ahora simplemente quedábamos para desahogarnos con el otro sin sentimientos de por medio. Pero ese día no sentí que aquella fuera la solución.

Necesitaba algo de aire, así que tomé las llaves y salí. Sentada en las escaleras de la entrada del edificio, noté como mis pulmones volvían a funcionar correctamente.

El sonido de un motor me distrajo y miré asustada en la dirección del sonido. Estaba anocheciendo, por lo que podía ver perfectamente como la luz del faro de aquella moto se acercaba rápidamente. El vehículo se detuvo frente a mi y el miedo se esfumó rápidamente cuando el conductor se quitó el casco y lo reconocí.

—Chifuyu —sonreí mínimamente—. ¿Qué haces aquí? Pensé que mi casa te había incomodado.

—Nada tuyo me incomoda, Kana —mi corazón dio un brinquito ante sus palabras—. Hoy no estabas en la tienda, he pensado que te ocurría algo.

Era cierto, tras dos semanas conociéndonos, la tienda de Hori se había convertido en nuestro lugar de quedadas. Cada día nos juntábamos allí, así que la ausencia de alguno de los dos era extraña.

—Tenía algunos recados que hacer —expliqué brevemente. Asintió, comprensivo.

—Entonces, ¿te apetece dar una vuelta? —señaló la moto con la cabeza, aún sentado sobre esta. Miré el vehículo con desconfianza. Él hizo un amago de sonrisa—. ¿Nunca te has subido en una? —Lo fulminé con la mirada al notar su tono burlón—. Vamos, será divertido.

Me levanté aún insegura y me acerqué a él, que me tendía un casco diferente al suyo. Me lo puse y subí detrás de él.

—Pon los pies allí... Sí. Y puedes sujetarte allí o... —Alcé una ceja al advertir una vez más su tono divertido.

—¿O dónde?

De repente, dio un pequeño acelerón que me impulsó hacia delante, pegándome a su espalda.