Ochenta y cinco

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No debí haber escuchado esa conversación, pero tengo mala suerte, ¿sabes? Quizá el desconocimiento de las cosas malas hubiera sido más fácil.

Pensaba que era un día normal cuando entré a la sala de espera y vislumbre a tu familia con nuestro doctor, Robert. Nadie se dio cuenta del niño que se sentó a lloriquear en el suelo, nadie porque todos estaban igual o peor que yo.

Nadie se dio cuenta de mí.


El príncipe que no tuvo su final feliz © ✔️ (M #0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora